EL JICOTE
Vale platicarles que trabajando con Porfirio Muñoz Ledo en la Secretaría del Trabajo se implantó en México la semana de cinco días, era el sexenio de Luis Echeverría. Se hizo una reunión con los diversos sectores económicos y se formaron varias comisiones para evaluar las repercusiones del recorte de la jornada laboral. Al final de la reunión me topé con Muñoz Ledo y me preguntó mi opinión sobre los trabajos, no porque yo ocupara un lugar importante en la jerarquía burocrática sino porque él tenía fuertes lazos de amistad con mi familia. Le dije que me parecía que las comisiones tenían un hueco gravísimo, con su acostumbrado aire conminatorio el Secretario me tomó del brazo, se aproximó a mi y me espetó: “¿Cuál? Y no vaya a decir una idiotez porque lo despido”. Tembloroso le dije: “Las repercusiones del nuevo tiempo libre en el trabajo y en la sociedad”. Me soltó y, algo no muy acostumbrado en él, me comentó: “Tiene razón. Lo nombro secretario técnico de esta nueva comisión. Investigue el tema y haga un libro”. Así fue, escribí un libro que se llama “Alternativas del Ocio” y lo editó el Fondo de Cultura Económica.
¿Qué tiene qué ver esta Edmundobatiaventura con el tema del Corona Virus? Pues que la cuarentena nos enclaustró y nos alejó de la cotidianeidad. El shock ha sido brutal, no ha dejado un pelo sano a los individuos, a la familia y a la sociedad, además, sin anestesia. En la entrega pasada, analizamos la sacudida familiar en la que algunas salieron más fortalecidas y otras francamente se han desintegrado El otro cotejo importante ha sido con las características y rutinas de nuestro trabajo y el nuevo espacio de libertad y espontaneidad al no salir de la casa. Nos hemos reencontrado ni más ni menos que el maravilloso mundo del: ocio.
En este tiempo muchos han descubierto que aceptan la condición opresora del trabajo por los momentos en que logran escapar de él: que si no fuera por el salario hacía tiempo que habrían dejado ese trabajo. La mayoría, me imagino, que logrará acallar la voz de su profundo descontento, pero otros, incluso en este tiempo, han ensayado diversas posibilidades para dedicarse a lo que auténticamente les gusta. A todos me permito decirles.
Se afirma que no hay nada que lata en el mundo occidental que no haya estado en el espíritu de los griegos, bueno, pues para los griegos no había mayor riqueza que el ocio y que era necesario gozar de ese tiempo, para alcanzar la dignidad humana. Los romanos compartían esa convicción, prueba de ello es que inventaron la palabra “negocio”, como lo opuesto al ocio, que es el verdadero placer. El verbo trabajar tiene sus orígenes latinos, designaba un instrumento, un tripalium, que era un trinche con tres barras puntiagudas, sobre las que se ataba a la víctima y se le torturaba para convencerla de que el trabajo debería darle alegría.
Donde se vino a trastocar todo fue con los burgueses y el industrialismo, los viejos valores son suplantados, ahora el trabajo ennoblece y permite la realización, el ocio degrada y envilece. Después de la cuarentena ya muchos trabajadores no compran esa idea. El capitalismo ya prepara sus tripaliums para convencerlos, otra vez. de las bondades del trabajo, más allá del salario. ¿Será?