EL JICOTE
López Obrador no solamente ha sido el más neoliberal de todos los presidentes sino el más servil ante los Estados Unidos. Sus declaraciones son de vergüenza, después de que se negó a someterse a la prueba del corona virus, declaró que para el viaje sí aceptó el test completo para acatar las medidas de seguridad del vecino y poder así entrevistarse con Trump. Aquí no le importó abrazar y besar a niños en los mítines, ni le hace caso a las peticiones reiteradas de López-Gatell. Aceptada esta deprimente realidad, esperemos que esta incondicionalidad con el pelo de estropajo sirva para venderle el avión o al menos para que el Presidente se vea más presionado, por la aprobación del T-Mec, a cumplir con su reiterado compromiso de combatir la corrupción.
El Tratado enfatiza que, como objetivo principal para combatir la corrupción. es necesario construir un Estado de Derecho que brinde certeza y seguridad jurídica a las inversiones y al comercio. Esto significa que los acuerdos firmados por las autoridades sobre determinados proyectos no pueden anularse por encuestas patito, votaciones a mano alzada o decisiones discrecionales del Ejecutivo. Aún en el caso de que las autorizaciones hayan sido resultado de maniobras corruptas, deberá demostrarse ante los tribunales las irregularidades correspondientes y obtener de los órganos judiciales la cancelación y el derecho a fincar responsabilidades a proveedores privados y funcionarios. El Tratado será para los particulares un instrumento contundente para exigir las indemnizaciones correspondientes. Como sucedió con el aeropuerto de Texcoco, con la amenaza de ir a los tribunales internacionales los particulares hicieron su agosto recibiendo indemnizaciones por lo demás espléndidas. Las supuestas acusaciones de corrupción que hizo el Presidente, y que fue uno de los tantos motivos que adujo para cambiar la sede del aeropuerto, nunca se probaron, un buen número de proyectos se han echado para atrás, teniendo como única razón, su decisión.
Otra de las obligaciones adquiridas con el T-MEC es fortalecer las instituciones que luchan contra la corrupción. En este rubro el Presidente da muy malas cuentas. El Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) que se supone que es la instancia principal de lucha contra la corrupción y el Instituto Nacional de Acceso a la Información, fundamental para la transparencia, han sido instituciones que el Presidente realmente ha mandado, de acuerdo con su grito de campaña: al diablo.
Las declaraciones 3 de 3, cruzada de la sociedad civil, para saber las propiedades de los funcionarios, sus posibles conflictos de interés y el pago de sus impuestos, se han despanzurrado y convertido en un franco chacoteo. La primera declaración que es puesta en duda, es la que corresponde a la principal controladora del gobierno, Eréndira Sandoval, quien chapolotea en un escándalo que no ha terminado de aclarar.
Nada mejor para entender lo que es una paradoja, que leer la historia de México. La conquista la hicieron los indígenas, la independencia los criollos, la Revolución los ricos terratenientes. Como colofón, el aumento de salario a los trabajadores y la lucha contra la corrupción, la impulsan los gringos. Me rindo.