EL JICOTE
Me sugieren que ya deje de insistir en lo grave que fue el memorándum del Presidente en el que dejó sin cara para persignarse a la división de poderes del país y erigió al Ejecutivo como poder omnipotente. Creo que si realmente queremos que le vaya bien al Presidente y a su gobierno no podemos quitar el dedo del renglón, por las siguientes razones.
Personalmente sólo tengo expresiones de agradecimiento para López Obrador, quien siempre se refiere en términos elogiosos sobre mi cátedra y mi libro de corrupción. Bueno, pues en ese libro señalo que el líquido amniótico de la corrupción, su ambiente natural en el que nace, se desarrolla y florece, es la discrecionalidad de la autoridad. En este sentido el ejercicio perverso de la Presidencia de la República es la gran matriz. No olvidemos, así lo señalo en el texto, que el apodo del Presidente era: “El Reglas”. ¿Qué quería decir esto?
Que el Presidente era quien fijaba, cambiaba, adicionaba, interpretaba, derogaba y se pasaba por lo alto, o por lo bajo, no sé exactamente, todas las leyes y la instituciones. Era la época chicharrronera de la administración y sólo los chicharrones del Ejecutivo eran los que tronaban. Mucho han tenido que trabajar los partidos políticos, la sociedad civil y los medios de comunicación para acotar esa discrecionalidad, fuente de corrupción y arbitrariedad. El memorándum es el intento de regresar, lo que Duverger llamaba: “La monarquía republicana”.
Otra razón para no quitar el dedo del renglón es que el nefasto memorándum, violador del todo el marco jurídico e institucional, no haya sido impedido por algún funcionario de su equipo. No se necesitaba ser ex ministra de la Corte ni Director Jurídico, simplemente pasante de derecho o de ciencias políticas, para que lo alertara. Que le dijera con todo cuidado y respeto: “Señor Presidente. Si ha habido un Presidente en la historia de México que ha desquitado su sueldo es Usted, tal vez por la fatiga o un brote de alzheimer que todos podemos tener, pero le recuerdo que Usted protestó respetar la Constitución”. ¿La indignidad es tan absoluta en su equipo de colaboradores que nadie se atrevió a decirle nada?
El otro escenario es que sí le dijeron las graves consecuencias del memorándum, pero el Presidente no les hizo caso. No sé qué sea peor: un equipo incondicional y deshonesto o un Presidente que no escucha y gobierna totalmente solo. Por estas razones no he quitado el dedo del renglón. Es mi forma de ayudarlo.