EL JICOTE
Un general jugaba póker con sus subordinados. Uno de ellos se disponía a recoger el dinero de las apuestas, pues lo apoyaban cuatro ases, fue detenido por el general. El militar subordinado argumentó: “Me atreví a recoger las apuestas, pues tengo póker de ases”. El general contra argumentó, mientras recogía el dinero: “Eso era antes, en una reciente reunión en Las Vegas se acordó que el póker ya no es la jugada suprema del juego, sino que le gana el Packalagua”. Enseñó su juego: un dos, un ocho, un cinco, un as, un tres. Es decir, nada. El militar derrotado apuntó la jugada, la suerte lo favoreció y sacó lo dicho por el general un momento antes. Intentó entonces recoger las apuestas, orondo dijo: “Packalagua”. El general lo vuelve a detener y se aprestó a recoger otra vez el dinero y explicó: “Lástima, en la última, última reunión en las Vegas, se acordó que el Packalagua es derrotado por el Packalagua Mayor”. Muestra las cartas: un cinco, un rey, un cuatro, un dos, un ocho. ¡Nada! Moraleja: en las dictaduras el poder manda y si se equivoca vuelve a mandar. En nuestra democracia imperfecta si al poder no le salen sus cuentas cambia los parámetros y anula toda posibilidad de juzgarlo. Algo por cierto muy recomendado por Maquiavelo, autor preferido del Presidente, quien afirmaba: “Gobernar es hacer creer”. Creer, obviamente lo que al poder se le da la gana. El Presidente López Obrador durante mucho tiempo se comprometió a que subiría los índices del crecimiento económico del país, pero resulta que su promesa está lejos de cumplirse. Ante el desmentido de las instituciones especialistas en crecimiento se echa una maroma que ni en el Cirque du soleil. Ahora afirma: “Otro elemento básico de nuestra política es desechar la obsesión tecnocrática de medirlo todo en función del simple crecimiento económico. Nosotros consideramos que lo fundamental no es lo cuantitativo sino la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza; el fin último es conseguir la felicidad de la gente; el crecimiento económico y los incrementos en la productividad y la competitividad no tienen sentido como objetivos en sí mismos sino como medios para lograr un objetivo superior: el bienestar general de la población. Y preciso aún más: el bienestar material y el bienestar del alma”. ¡Sopas! Es muy difícil, y en tan poco tiempo de gobierno, que el Presidente se atreva a presumir que ya se avanzó en la redistribución del ingreso, faltarían más datos que tendrían que proporcionar el INEGI y el CONEVAL. Lo que está en chino antiguo es medir el “bienestar del alma”. Nuestro constituyente, para evitar estas nebulosidades y conceptos ambiguos, exige en su artículo sexto constitucional la necesidad de que las instituciones fijen sus “indicadores de gestión”. Es decir, en términos coloquiales, las varas que nos permitan medir el desempeño gubernamental y hacer verificables los compromisos. Es la única forma que los ciudadanos podemos participar, evaluar y exigir la rendición de cuentas. López Obrador, al fracasar en lo cuantitativo se recarga en lo cualitativo, que él sólo sabe, es decir; el Packalagua Mayor.