EL JICOTE
No recuerdo con precisión el motivo, creo que fue cuando el Presidente dijo que a la delincuencia en lugar de balazos sería mejor enviarle abrazos. Un problema tan complejo resolverlo con una rima tan sangrona me pareció delirante y escribí que la 4T no era ya no un problema de analistas políticos sino de diván de psiquiatra. Mis amigos de Morena se indignaron, lo cual es normal, pues a su líder no se le puede tocar ni con el pétalo de una crítica, no se diga con una ironía. Pero me llamó la atención que amigos de otros partidos también manifestaron su inconformidad, diciéndome que había exagerado con lo del psiquiatra.
Cuando escribo tengo en la punta de la pluma, más bien en el teclado de la computadora, la palabra: “rectificación”. Tratar de hacer un análisis de una materia tan gelatinosa y contradictoria como la realidad política, exige el reconocimiento de haberse equivocado. Lamentablemente el Presidente ofrece cotidianamente palabras y acciones que hacen que nos preocupemos por su salud mental, lo escribo sin ánimo de ofender, sino al contrario seriamente preocupado. Veamos otro tropezón de psiquiatra.
El Consejo Mexicano de Negocios gestionó ante el Banco Interamericano de Desarrollo un crédito para las pequeñas y medianas industrias. Le estaban haciendo su chamba al Presidente al apoyar a un eslabón fundamental en la cadena productiva. La negociación fue objeto de felicitación por parte de los legisladores de Morena, de los Secretarios de Hacienda, de Relaciones y la Secretaria de Economía. Reacción contraria del Presidente Serenísimo, que se descompuso y con furia arremetió contra los empresarios: “No me gusta el modito de que se pongan de acuerdo y quieran imponer sus planes…”. “¿Nosotros estamos aquí de floreros?” Bueno hubiera sido, los floreros están de adorno, pero no estorban, el Presidente, en términos beisboleros, ni picha, ni cacha ni deja batear. Una pesadilla institucional.
Jean Meyer hace el diagnóstico psicoanalítico: el Presidente padece el síndrome de Narciso, es insaciable y ciego, lo único que ve es el reflejo de su imagen y todo lo que le rodea tiene que ser reflejo de su acción. En otras palabras, no concibe ninguna fiesta si no es él el protagonista: en los bautizos tiene que ser el bebé, en las primeras comuniones el niño, en las bodas el novio y en los funerales el muerto. ¿Cómo es posible? ¿No hubo nadie en el gabinete que le explicara que en el préstamo no había recursos públicos involucrados? ¿Que no se comprometía al Banco de México ni al presupuesto?. Consciente de tan grave error y de lo injusto de su berrinche no ha vuelto a tocar el tema.
Regresemos al síndrome de Narciso, efectivamente, la manifestación de las mujeres, en la que el Presidente estaba al margen, no solamente la desairó sino que hasta sus correligionarios la sabotearon. Lo más indignante, declaró que la pandemia le caía a la 4T: “Como anillo al dedo”. ¿Cómo es posible que desgracia semejante pudiera festejarse? Pronto se descaró, presentó una iniciativa para servirse con la cuchara grande con el presupuesto. López Obrador no tiene un programa de gobierno a favor del país, tiene un problema de salud y un proyecto político de autoritarismo personal. ¡Qué desgracia y qué dolor!