EL JICOTE
Los efectos del Corona Virus nos han lanzado a un abismo insondable de cambios y es necesario, en nuestras respectivas áreas de interés, analizarlos para -de ser posible-, anular sus efectos o al menos atenuarlos. Será porque personalmente soy sombrío; un desencanto melancólico que me persigue, en fin, soy medio sangrón, una de mis preocupaciones ha sido el estudio de la risa, investigación que plasmé en mi libro: “La letra con sangre humor entra”. Comercial aparte, una de las nuevas prótesis a la que nos tenemos que habituar es el uso del tapabocas. Una auténtica tragedia soterrada individual y socialmente ¿Estaré muy apocalíptico? No, por las siguientes razones.
Dos son los órganos de expresión de nuestro interior, nuestras tarjetas de presentación ante quien nos rodea: los ojos, llamadas “ventanas del alma” –que por ser un lugar común no deja de ser cierto– y la boca. El lenguaje de los ojos es silencioso y el de la boca con sonidos. Al reír nuestro rostro se abre para mostrar los dientes, la parte más agresiva del cuerpo, la que muestran los animales cuando se sienten amenazados o se disponen a atacar. Los dientes, que pueden utilizarse para la manducación o para morder, en la risa los enmarcamos con un gesto amistoso. Bien resume Aristóteles: “Sonreír significa aprobar, aceptar, facilitar. Entonces habrá una sonrisa para aprobar el mundo que quiere ofrecerte lo mejor. Con una sonrisa en el rostro las personas tendrán las mejores impresiones de ti, y tú estarás afirmando para ti mismo, que estás próximo para ser feliz”.
Por la boca tenemos el primer contacto fundamental con el mundo en el seno de la madre, órgano principalísimo para la sobrevivencia, se convierte en medio de comunicación y en expresión de paz y simpatía. Al abrir nuestro cuerpo cubierto por la piel nos entregamos hacia fuera y también nos disponemos a recibir; cóncavos y convexos; nos desbordamos y engullimos; somos fruto y matriz.
La risa tiene alcances emocionales, variados e intensos, en los que requerimos de cambiar la mirada, de exhibir cordialidad, de salirnos de nosotros mismos y al mismo tiempo abrirnos a la posibilidad de ingerir el mundo. Si queremos vivirlos necesitamos hacer ruidos, sacudirnos, alterar todo nuestro cuerpo en un testimonio de exuberante vitalidad y entrega gratuita. Ahora con el Corona Virus el tapabocas impide reírnos, si lo hacemos nos podemos ahogar y al final el sabor en la lengua será al trapo del tapa bocas. En fin, ya no podemos exponer los dientes, no podemos expresar nuestra concordia, no podemos dar ejemplo de nuestro amor a la vida, de apertura a lo que nos rodea, de ímpetu personal y caridad con el prójimo. Imposible reírnos para reconocer humildemente que necesitamos de los demás para ser plenamente felices.
Vamos a la práctica, quítese en privado el tapabocas y ríase. “Nunca hables mal de ti, basta con lo que digan tus amigos”. Talleyrand. “¿Y quién castiga al diablo cuando se porta mal?”: “Hay que reír mientras estamos vivos, después ya no”. Rius.