EL JICOTE
Cuenta una fábula que estaba un corderito tomando agua en un río, de pronto llegó el lobo a beber agua en el mismo río, el corderito se quedó paralizado, el lobo lo tranquilizó diciéndole: “Mira corderito me he comido a toda tu familia y sólo quedas tú, he decidido ser un lobo bueno y no te voy a devorar, sigue bebiendo agua con tranquilidad”. A los pocos segundos el lobo se le quedó viendo al corderito y le dijo: “Corderito yo te había prometido no comerte, pero lo cierto es que tú me provocas”. El corderito tembloroso le contestó: “¿Pero qué te he hecho lobito bueno? Dime lo que quieras para corregirlo”. El lobo le respondió: “Corderito, no te estás dando cuenta que al beber el agua enturbias el agua que estoy tomando”. El corderito obsequioso le suplicó: “No te preocupes lobito bueno, me pongo abajo y al lado de ti para no enturbiarte el agua”. El corderito corrió de inmediato y se colocó al lado del lobo. Pasaron unos segundos y el lobo habló: “Corderito, yo no te quiero comer, es más ya te prometí que no te comería, pero tú no cambias. Me sigues provocando. Ahora me estás tapando el sol y eso es inadmisible”. El lobo se comió al corderito. Moraleja: el poderoso hace lo que quiere con el débil y no hay argumentos ni acciones que valgan.
Conscientes de nuestra debilidad, en la negociación Ebrard y el Presidente López Obrador en forma solemne, determinante y gallarda, sólo preguntaron: “¿Dónde se firma de aceptado?”, Resistir a las solicitudes del lobo Trump y dejar que se cumpliera la amenaza de los aranceles hubiera implicado, en forma casi inmediata, la pérdida de un millón de empleos y la erogación de cerca de veinte mil millones de pesos y eso mientras llegaba el otro aumento de aranceles. La resistencia hubiera pegado a la ratificación del Tratado del Libre Comercio, que quedaría en el aire. Si sumamos este tétrico panorama a la decisión de las calificadoras de bajar la calificación, la devaluación del peso hubiera sido inminente y la recesión económica, que ya existe, se hubiera agudizado.
A muchos les hubiera gustado, creo que entre ellos a mí también, una respuesta al pelos de estropajo cantando el Himno Nacional en el Zócalo, alzando la voz especialmente en la estrofa: “Mexicanos al grito de guerra”. Retirarnos del Zócalo ondeando la Bandera Nacional y desfilando teniendo como fondo la Marcha de Zacatecas. Sueño patriótico de estampita de escuela primaria.
Esta actitud del Presidente López Obrador, pragmática, serena y prudente; sin obsesiones caprichosas, Es de aplaudirse, pero ¿No la podría extender a otros temas, como por ejemplo al Aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya a la refinería Dos Bocas? Mientras internamente se sienta el lobo va a ser imposible.