EL JICOTE
No se trata de escatimar nuestro amplio reconocimiento al Presidente López Obrador por la investigación de los responsables en los actos de corrupción. Representa uno de los golpes más importantes de los últimos años contra la gran matriz de la corrupción: la impunidad. No exageramos, las cifras nos hablan de la dimensión del problema: menos del diez por ciento de los delitos denunciados recibe atención de la justicia, si a este porcentaje restamos los que concluyen sin la ejecución de la sentencia, llegamos a la triste conclusión de que la aplicación de la ley no es lo normal sino lo verdaderamente milagroso. ¿Estaremos ante este fenómeno casi sobre natural y que todos los involucrados en la Estafa Maestra recibirán su castigo? La expectativa es casi increíble y de acuerdo con la dimensión del milagro nos deja en un estado de excitación beatífica para felicitar al Presidente.
No obstante, la democracia es como la vida misma, no es algo concluido ni terminado sino siempre perfectible. Semejante entusiasmo y deslumbramiento de la posibilidad de castigo a estos corruptos, no debe impedirnos para también resaltar las diversas causas que nos han llevado a semejante saqueo del dinero del pueblo. El país ha llegado a estos infiernos escandalosos de corrupción porque no hay una auténtica política de prevención. No solamente no hay castigo sino que no hay candados internos, cuando interviene la autoridad, ya los corruptos se han robado el dinero y la charola. Los filtros del gobierno para evitar la corrupción han dado pruebas fehacientes de su complicidad e inutilidad. Una auténtica política de prevención exige que la administración pública facilite las denuncias ciudadanas; oriente jurídica y técnicamente a los denunciantes. Por supuesto, que garantice su anonimato, protección y cuidado. No podemos olvidar que el detonador para la investigación de la Estafa Maestra se debió porque la documentaron los periodistas de Animal Político y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad. Este hecho debe hacer que López Obrador, que tiene una pésima opinión de las organizaciones de la sociedad civil a las que tilda de conservadoras, cambie su política al respecto. A las organizaciones de la sociedad civil les ha quitado presupuesto y las ha dejado como la Magnífica: sin cosa alguna. No dudamos que muchas de ellas medraban con el financiamiento público, como lo ha señalado el mismo Presidente, pero esto no debe llevarnos a impulsar su desaparición. ES necesario reconocer que las estructuras oficiales en contra de la deshonestidad no son suficientes para detener las violaciones al interés público, se requiere de la participación social. Para terminar, Ana Guevara en el colmo de la lambisconería la dio una medalla al Presidente por los triunfos de nuestros deportistas en los juegos Panamericanos, que no pase lo mismo con la Estafa Maestra, magnífico que el gobierno persiga a los responsables, pero que no olvide que se cuelga esta medalla, gracias a la intervención de la sociedad civil.