EL JICOTE
Mis amigos me llaman la atención sobre la posibilidad de tener en la punta de la lengua la última frase con la que pasaremos a la historia o al menos con la que nos recordarán los medios y los testigos, pero ¿Qué tal si nos ponemos nerviosos? ¿Si de pronto pasamos por una asamblea de Morena de donde salen volando sillas, botellas y piedras como confeti, y nos toca una en la cabeza? Lo más horrible, un Qrobus en Constituyentes sale de su carril para rebasar o darse la vuelta y nos morimos maldiciendo al Presidente Municipal o haciendo unos ruidos ininteligibles que no pueden recoger los cronistas ni menos el chofer que salió corriendo. En un acto de previsión debemos tener preparado nuestro epitafio, nuestro último mensaje que nos inmortalice. Ciertamente el epitafio no tiene el dramatismo de la última frase que pronunciamos al dejar la atonía económica y el desbarajuste de Cuarta Transformación, pero es una reflexión más acabada y pensada, de lo que consideramos como nuestro último mensaje o síntesis de nuestras vidas. Lo que debemos evitar es dejarle esta solemne tarea a los que nos sobreviven, y más si son nuestros enemigos, pueden aprovechar la oportunidad y darse la gran desquitada y nosotros sin posibilidad de defensa. Por ejemplo, en Francia murió un astrónomo que era un personaje vanidoso, que se pasaba el tiempo solicitando cargos o reclamando honores y distinciones, le pidieron a otro astrónomo, Camile Flammarion, que redactara el epitafio de su compañero de especialidad. Puso lo siguiente: “Aquí yace…fulano de tal. Este es el único puesto que ha tenido sin haber antes solicitado una y otra vez que se lo dieran”. Otro caso es el del usurero inglés que le llamaban “el Señor diez por ciento”, quien quiso aprovecharse de la amistad que tenía con Shakespeare, que había sido una de sus víctimas, y le pidió le redactara su epitafio. El dramaturgo tomó de inmediato una pluma y escribió: “Aquí yace el “señor diez por ciento”. Apostamos ciento contra diez a que no lo dejarán entrar al paraíso”. No creo que el usurero haya utilizado el epitafio. Pablo Escobar Gabiria, el famoso narco colombiano, manifestó en vida lo que deseaba que le pusieran como epitafio:“Pablo Escobar Gabiria, fue todo lo que quiso ser en la vida: un bandido”. Uno de los más bellos, es el escrito por Lord Byron en la lápida de su perro: “Aquí yacen los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y que tuvo todas las virtudes de los hombres sin tener ninguno de los defectos”. El epitafio puede ser utilizado para un comercial personal el encontrado en un cementerio gringo: “Jared Bats. Su viuda de 24 años, vive en la calle El No. 7, tiene condiciones para ser buena esposa y desea volver a ser feliz”. Admiro a quienes mantienen el buen humor, como nuestra actriz Dolores del Río, que en vida dijo que su epitafio sería: “Aquí se acabaron los dolores”. Para quien guste de la ironía: “Acá yace Juan García que con un fósforo un día fue a ver si había gas y había”. También se puede aprovechar el epitafio para hacer reproches: “Les dije que me sentía mal”. También se puede utilizar el epitafio para hacer denuncias: “Díganle al Dr. Del IMSS que no aguanté los tres meses para la cita que de todos modos MUCHAS GRACIAS”. Y usted ¿para qué va a utilizar su epitafio?.