EL JICOTE
De acuerdo con especialistas el elemento fundacional de las naciones trasciende a través de toda sus historia. Si esto es cierto, no hay duda que una condición para que el país sufra sus más profunda crisis, es la división interna entre los mexicanos. Desde la Conquista, cuando nos peleamos entre nosotros y fue aprovechado por el conquistador extranjero, hemos vivido esa lección. El mayor pecado de la Cuatro T es la búsqueda permanente del pleito y la discordia, el patrocinio político y discursivo a favor de la cainización del país. No hay un solo día en el que el Presidente no arme una controversia con alguien. La vida pública como un gran palenque, donde el Presidente estelariza todas las peleas. Me recuerda al bravero que se va a confesar: “Padre, acúsome que soy muy bravero, por cualquier cuestión armo un pleito”. Padre: “No te oí hijo ¿qué dices? Bravero: “¿Qué de qué? Serás muy curita pero salte del confesionario para que te parta el hocico”. La desgracia es que los simpatizantes de López Obrador, Daniel Cosío dixit, imitan el estilo personal, no de gobernar sino de debatir, para luego es pronto, descalifican, injurian, calumnian; no usan la dialéctica sino la diatriba. Cada artículo que escribo de crítica a López Obrador me cae una tormenta de adjetivos y ni siquiera una llovizna tropical de argumentos. He buscado entre los que me increpan, una sólida investigación, de por qué el Presidente siempre tiene otros datos cuando los aportados por instituciones nacionales e internacionales especialistas, no le gustan. Ya es de risa. No he encontrado una defensa jurídica de cómo un memorándum, como lo hizo López Obrador, puede reformar la Constitución; por otra parte, alguien podría explicarme cómo fue esa maroma discursiva, en la que desde la campaña prometió elevar el crecimiento, pero ante las tristes cifras al respecto, en un acto verdaderamente ciquense, considera que enfocarse al crecimiento es de tecnócratas, que su verdadero objetivo es el desarrollo; supongo que a los apologistas del Presidente les debe sudar el copete para defender la política de seguridad: “Abrazos, no balazos”; “fuchi, guácatela”, ante el año más violento y sangriento después de la Revolución; imagino a los miembros de Morena,pasando saliva y tratando de argumentar de lo extraordinario y ejemplar que fue el operativo de Culiacán. Decía alguien que para ser político debería pasarse una prueba: comer un sapo frente al espejo y no hacer gestos. ¿Qué tuvieron qué hacer o comer los simpatizantes del Presidente para tratar de defender la designación en la CNDH de Rosario Piedra, cuando se violó la Constitución, la convocatoria y hasta el Código Penal? Son unos cuantos ejemplos de algunas de las críticas que he manifestado, conozco la respuesta: “chayotero”, “amargado”, “conservador”, “Prianista”;por supuesto, “fifí”. Creo que todos debemos de ayudar al Presidente para que lo haga bien, en mi caso, no solamente por el lugar común de que si le va bien al Presidente le va bien a México, si López Obrador fracasa, no tendremos otro gobierno que se pretenda de izquierda en muchos años. Mi aportación es la crítica y ahora la propuesta por el diálogo, otros por la adulación, pero le recordaría al Presidente: “Todo adulador es un enemigo oculto.”.