EL JICOTE
Diego Prieto, amigo, te solicito y convoco a que difundas la importancia de los viejos en nuestra cultura prehispánica.
La pandemia no es solamente una crisis sanitaria, es una crisis económica, política, social, psicológica y, sobre todo, ética. Por ejemplo, ante una posible carencia de recursos para atender a los afectados por el Corona Virus las autoridades convocaron a un grupo de especialistas a elaborar una Guía Bioética de Asignación de Recursos. Las recomendaciones iban desde echar un volado en caso de duda y, por supuesto, relegar de medicina a los pacientes viejos, que consideran el primer material humano desechable. Los argumentos que aducían eran tan inclementes que no me quedan dudas de que quienes escribieron la Guía son dignos descendientes de los que operaron los órganos crematorios nazis.
Cuando fui diputado federal presenté una iniciativa de ley en favor de los miembros de la tercera edad. En mi intervención en la Cámara destaqué que la importancia y trascendencia histórica de una cultura bien se pueden medir por el respeto y cuidado que se le otorgan al anciano. En culturas menores, algunas tribus apaches, por ejemplo, en el momento que alguien chocheaba, de inmediato le organizaban una fiesta; ahí se bebía y se bailaba hasta que el hijo daba al padre un cariñoso hachazo y le cortaba el hilo de la vida. En un lugar de África, cada año subían a los viejos de la comunidad a la copa de un árbol, acto seguido, los mocetones de la tribu mueven con vehemencia morbosa el tronco. Los que logran mantenerse aferrados, se salvan hasta el siguiente año: los que caen, son rematados jubilosamente a palos.
Los ancianos esquimales, antes de que sus amantísimos hijos o parientes políticos les hagan un buen día un itacate y los dejen en un témpano para que se los coman los osos, prefieren abrigarse y salir a correr y correr; cuando calculan que han empezado a sudar, se quitan la ropa, con la baja temperatura, se congela el sudor y mueren de asfixia o simplemente de pulmonía.
Nuestros antecedentes pre hispánicos son testimonio de esta grandeza cultural reflejada en el cuidado y protección de los viejos. Los mayas y los aztecas le asignaban a los viejos un lugar privilegiado en el mundo religioso, familiar y político. El viejo no podía faltar en las ceremonias familiares, en la manufactura de divinidades o en el consejo de los barrios. Eran los únicos que podían impunemente beber pulque. Incluso los ancianos macehualli, es decir, los de clase más baja, eran escuchados, reconocidos y tomados en cuenta.
A los que escribieron la ignominiosa guía les valió el espíritu y grandeza de nuestros ante pasados. Afortunadamente de inmediato el vocero de la presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, declaró que la guía no es oficial ni está aprobada. No escatimamos reconocimiento y nos ponemos de pie para aplaudir esta magnífica decisión. “La ética es la afirmación de la vida “, escribe Enrique Dussel, la vida de todos, incluso la de estos despiadados y discriminadores redactores.