EL JICOTE
Los enemigos en todas las relaciones sociales no representan fatalmente una desgracia, si se saben aprovechar pueden servir hasta como una bendición. ¿Quién ambicionaría el cielo si no hubiera la amenaza del infierno? ¿Qué sería de la pugna divina si no existiera el diablo? ¡Claro! Solamente se cosecharán buenos frutos si se sabe manejar la confrontación. La guerra declarada de Trump contra México, que se ha reflejado no solamente en el anuncio de un arancel del 5% a todos los productos mexicanos sino que ha sido acompañado por una serie de insultos, ofensas y majaderías. Ya nos agarró de sus puerquitos. Lamentablemente el Presidente López Obrador no ha estado a la altura y su estrategia ha sido palmariamente torpe, sus palabras acariciantes y prudentes en exceso han sido tan inútiles como un maquillaje para Frankestein.
Después del anuncio del arancel López Obrador envió una carta larga, antigua; donde mezcló patéticamente calificativos bravucones: “no soy cobarde ni timorato”. Firma con un agachón; “Su amigo”. ¡Guácatela de perro!
Todos debemos ayudar, y más en este caso, al Presidente. Mi primera sugerencia: la forma. López Obrador debe percatarse que se dirige no solamente a Trump, sino también a la opinión pública de Estados Unidos. La carta era tan aburrida como provinciana. Se puso de pechito, Trump respondió y nos vuelve a pegar con unas cuantas líneas: “Queremos acciones no palabras”. Sin ir a los argumentos descalifica todo asestándonos una acusación de la que tenemos consolidada fama: “Los mexicanos son unos rolleros”.
López Obrador entendió la lección y responde con un memorándum de la amistad, tan empalagoso que parece que se lo redactaron en el Portal de Santo Domingo, pero al fin breve: “Los mexicanos somos amigos del pueblo estadounidense, a ellos me dirijo desde Paraíso, Tabasco. Juremos que nada ni nadie separé nuestra bonita y sagrada amistad”. La respuesta tiene un gran acierto, Trump es una cosa y nuestra amistad es con el pueblo de Estados Unidos es otra totalmente separada. Es aquí, en el electorado gringo, donde debemos ganar las simpatías. A favor de esta estrategia debemos colocar a Trump contra sus raíces históricas. Recordar que Estados Unidos encabezó la primera gran revolución democrática del mundo occidental. Jefferson, Hamilton, Madison, realizaron colosales acciones porque privilegiaron la palabra, el diálogo, antes de transformar la realidad. Creo que esta es la línea, Trump es un demente que reniega de su pasado y traiciona a sus grandes estadistas.