EL JICOTE
¿Por qué me provocó especial indignación el dictamen de López Obrador de que para hacer política no se necesita la ciencia? El Presidente estudió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, tal parece que de acuerdo con este juicio deberían de cerrarla por inútil. Durante todo el curso insistí, lo repetí casi como si fuera una oración, la necesidad del estudio y la reflexión sobre la teoría para una práctica de la política realmente digna, positiva y revolucionaria. Pareciera que no asistió a ninguna de estas clases.
El país tiene cuadros profesionales en varias instituciones, obviamente en la Iglesia Católica, en el Ejército, en el Banco de México y en la Secretaría de Hacienda. Este desprecio a la profesionalización de la actividad pública explica por qué el gobierno le exigió la renuncia a tres mil 129 funcionarios en Hacienda, el 59 por ciento de todas sus plazas. El “austericidio” y el amiguismo tiraron a la basura funcionarios con conocimientos, especialidad y experiencia, El derroche de un patrimonio humano que mucho le ha costado al país.
Ahora el Presidente de la República, en esas maromas ideológicas que no se echan ni en el Circle du Soleil, ha dicho que para él la actividad política exige de: “pensamiento y acción”; que su pasión “es racional”. Por fin, en otro acceso presidencial a la cordura, reconoce que la política obviamente demanda de ciencia. Caigo en la cuenta, que una vez más me fui con la finta, que no vale la pena detenerse ni analizar su discurso ideológico, que es veleidoso “Cual piuma al vento”.
Como algunos de sus simpatizantes, que lo defienden todo hasta en las contradicciones, que luego aclara el mismo Presidente y se quedan agarrados de la brocha, no resisto citar a Platón, para quien la mayor cualidad que debe poseer el hombre político es el amor a la filosofía, al conocimiento. “El ignorante, dice Platón, es malo, injusto, enemigo de los dioses. Quienes gustan de la verdad de las cosas, en cambio, se dejan llevar a toda clase de enseñanzas con “insaciable contento”. Logran distinguir lo bello de lo feo, la política de la técnica. Pueden conducir a un pueblo y movilizarlo, porque son hombres que piensan bien y contagian la bondad de sus ideas”. El siguiente párrafo es el alma de la tesis de Platón: “Mientras los filósofos no se enseñoreen de las ciudades o los que ahora se llaman reyes y soberanos no practiquen la filosofía con suficiente autenticidad, de tal modo que vengan a ser una misma cosa con el poder político y la filosofía…, no habrá reposo, querido Glaucón, para los males de la ciudad, ni siquiera para los del linaje humano”.
Bienvenido, Señor Presidente, a una verdad elemental: “saber es ´poder”.