EL JICOTE
López Obrador y la corrupción
Independientemente del éxito o fracaso de López Obrador, después de su mandato el país no será igual. Sus grandes banderas: la lucha contra la corrupción y la austeridad han calado en la historia y serán referencia en el futuro, aunque sus promesas estén marcadas de contradicciones, incongruencias y simulaciones. Simplemente la sociedad ha hecho suyos esos anhelos y no quitará el renglón hasta avanzar a hierro y fuego por alcanzarlos.
Para llegar a la copa de los árboles, afirman los antiguos filósofos, es necesario partir de las raíces, es decir desde su diagnóstico, lamentablemente Obrador en el tema de la corrupción anda bastante confundido, para no utilizar palabras más severas. El problema es que los conceptos que nos asesta pueden trascender en la cruzada correspondiente, actualmente y en la del porvenir.
Manifiesta que el problema de la corrupción no es un problema cultural, por supuesto que es un problema cultural. La mayoría de los valores ligados a la honradez o a la decencia, y sus contrarios vinculados con la corrupción, son valores sociales, culturales, históricos y la mayoría subjetivos, basan su existencia, su sentido y validez, de acuerdo al tiempo, la circunstancia, la costumbre y hasta la percepción del individuo y la sociedad que los capta.
Sólo un ejemplo. Hace ya varios años por el mes de noviembre, si mal no recuerdo, se festejaba el día del agente de tránsito. La fecha era motivo para que a los agentes se le otorgaran todo tipo de regalos. ¿Quiénes lo hacían? Los automovilistas a quienes el guardián les permitía rutinariamente dar la vuelta prohibida, las empresas a las que se les toleraba que sus camiones descargaran en doble fila, etcétera. Al día siguiente era motivo de noticia en todos los periódicos, se podía ver a los agentes de tránsito posando con estufas, refrigeradores o sin el más mínimo pudor recibiendo un sobre. Los medios de comunicación, la sociedad, creo que todos, aceptábamos gozosos esa corrupción disfrazada de reconocimiento; dirían los jóvenes de ahora “no había fijón”. El umbral de nuestros valores se ha elevado, ni Harry Potter vernáculo podría hoy imaginar la repetición de esa costumbre.
Seguiremos con el tema, con la conciencia de que la tozudez de López Obrador es hermética y no le hinca el diente ni la lógica ni la cultura ni la historia.