En la calle “atrás de palacio” el joven Justo Sierra lloraba de desesperación al saber que su hermano Santiago se batiría en duelo con el connotado Irineo Paz, un ideólogo perspicaz, pero de los mejores tiradores en estos menesteres, con ya algunos quehaceres en estas afrentas.
La noche previa al duelo, en la casa de sus padres —una peculiar finca a las orillas del desvencijado granero— Justo le imploraba a su hermano que desistiera de este intento, que de alguna manera habría modo de increpar en el diálogo, la plática o el debate, la afrenta, que no era necesario, que inclusive ¡pareciera de bárbaros! retroceder en la razón ante tal calamidad.
Irineo Paz era un hombre culto, con estudios del seminario y graduado de las mejores universidades de abogacía, hombre extremadamente inteligente y prolífico escritor, con obras interesantes y libertarias, llenas de una cercanía a las tradiciones y leyendas, sus poemas son la moda de los arrumacos de los jóvenes para sostener una visita inesperada a la mujer amada.
Es alegre, risueño y goza de un sentido del humor, que le permite constituir críticas caricaturescas a varios gobiernos y políticos, entre ellos figuras públicas, su fuerza de escritura le permitirá llevar a ganar a Porfirio Díaz ante Lerdo de Tejada en las elecciones de 1880 ¡es seguro!
Es en sí, un anti juarista y duro leñero de corazón le implica la razón, pero tiene un defecto que a leguas se le observa:
¡Obstinado como nadie!
¡Nunca se equivoca! es su lema, y en ello es que lo consideran el mejor tirador a pistola de los lares que rodean el convite.
—¿Qué de hermano les ha hecho perder el desatino? … mira… es un gran tirador ¡por piedad hermano no te quiero perder!
—¿Quién te ha dicho que perderé? me enfundo en mis habilidades de tirador como el que nadie, mis ejercicios en el campo de la hacienda de San Miguel me dedican horas de sagaz entrenamiento ¡soy un gran tirador!… ¡basta de lloriquear pareces una dama abandonada!
—¡Voto a la inteligencia hermano por piedad! ¿qué será de mí si algo te pasa?
—Pues no vacilaré en sonora burla de ti, cuando al que estemos enterrando ¡sea a Irineo!
—¡Nuevamente te insto a que des por culminado esta afrenta!
—¿Qué has dicho? ¡eso es de cobardes!
—De razón entonces querido hermano, decidme por favor ¿qué ha provocado tal desencuentro?
—… mira hermano, en su periódico, ese afiche lleno de barbaridades que por nombre tiene “El Padre Cobos” se ha atrevido a insinuar que los cuentistas, poetas y escritores que estamos de vía libre para que nos publiquen, somos un puñado de “ramones” —así se les llama a los pobres que caminaban detrás de la calle de moneda — que solo buscamos el beneficio de los acaudalados para hacernos de unas monedas, lograr ser y buscar se nos impriman los libros con Vicente García Torres, allá en San Juan de Letrán, cuando de sí él mismo comenzó así antes de que su esposa se enfermara…
—Pero de saberse hermano que ya estuvo en la cárcel por sus ideas en contra de Benito Juárez y eso le bastó para escarmentar.
—En nada hermano mío ha escarmentado ¡en nada! imprimió el libro de los delitos de los servidores públicos bajo el seudónimo del Padre Cobos… ¡es una afrenta a quienes tenemos a nuestro presidente Díaz como cabeza de nuestra vida! y trabaja para él, a veces creo en una candidez de nuestro próximo presidente.
¡Ha comenzado la guerra entre el poder y los escritores!
—¡Pero es mano derecha de Porfirio Díaz!
El debate no se calmaba entre los hermanos Sierra, por un lado, Justo haciendo que se desista de tan lamentable hecho —aunque es común estos duelos en la Ciudad de México, prohibidos por la autoridad por cierto, la verdad es que Justo sabe que Irineo es un excelente tirador, él mismo ha ido a practicar con varios amigos y lo ha comprobado, su hermano está en desventaja— pero también goza de la obstinación para tal hecho.
Ya Justo Sierra un poco atribulado por no convencerle trata entonces de lograr hablar con sus padrinos —se estila en los duelos de dos padrinos por ejecutante, para que se diste vía legal como testigo y se asiente en el acta de la voluntad libre de los duelistas ante el posible fallecimiento de alguno o de ambos— uno de ellos el editorialista Jorge Hammeken, redactor del periódico “El Bien Público” amigo entrañable de Santiago Sierra, no solo de profesión, sino también duro defensor de Díaz —se sospecha por algunos bares de la calle de San Juan de Letrán que es pagado por Díaz jugoso embute, situación que no se le ha comprobado—.
El otro padrino Eduardo Garay quien en un escrito denominado “La Reelección es la guerra” le da con rompe y duro a Sebastián Lerdo de Tejada, con críticas fuertes y hechuras borreguiles de su desempeño que le causó una persecución y dos meses en la cárcel.
Justo los citó para platicar con ellos y se podría llegar a un acuerdo con Irineo Paz —situación difícil— pro que no cejaría en el empeño de lograr que el duelo no se llevara a cabo.
Los padrinos de Santiago Sierra tenían una pequeña dificultad al caminar —ebrios de pulque diario— zigzagueaban al unísono parecieran una caricatura, que el delicado y elegante Santiago Sierra haya exigido a semejante par de borrachines como sus padrinos de duelo, la cita parecía más una sublime puesta de carpa de teatrillo de sábanas y orines, que una seria súplica de convencimiento.
La calle de Moneda era el escenario perfecto para hablar —ahí estaba una famosa pulquería— un buen tabaco harían juego de gala de convencimiento de Justo para que de una vez y por todas, se terminara este teatro del duelo entre Irineo Paz y Santiago Sierra.
La entrada a la pulquería es elegante, con algunos sillones de cuero con maderas bien retocadas, unos candelabros de velas que seguramente tuvieron sus mejores tiempos décadas atrás, las mesas con un hoyo en medio para aventar los cigarros, un piso poco lustroso y lleno de aserrín, así como un pianista interpretando coplas lugareñas le dan a la ocasión oportunidad propia de convencer a los padrinos. Justo estaba un poco nervioso, su elegante traje le distinguía de los demás —casi todos comerciantes de los canales— pero que no era difícil que un “roto” visitara esa prestigiada pulquería.
Sentado al centro del salón y rodeado de quienes jugaban burro —un juego de baraja española, con cuatro cartas para cada participante, quien pase una carta al de al lado para que logren juntar cuatro cartas iguales, quien primero lo hace gana, pero debe ser extremadamente rápido— espera con paciencia a los padrinos.
—¿Requiere su señoría le traiga algún curado o mezcal? —impropio el tabernero le invitaba mientras le daba unas pepitas de calabaza para pelar.
—¿Tiene brandy?
—¡No mi señor! no servimos de eso.
—¡Un par de mezcales estaría bien!
Cuál sería la sorpresa de Justo al ver entrar al editorialista Jorge Hammeken y Eduardo Garay llegaron acompañados de ¡dos mujeres! de esas que gustan de emborrachar a los periodistas para luego sacarles toda la información, hacerla saber a los periódicos, obtener unas monedas y tener nota limpia de primera mano —muleras les llaman—.
Entre risas y algunos apretones de nalgas a las féminas, se sentaron solo los padrinos y las muleras se fueron a la barra a esperarlos.
—¡Qué de Justo sea el justo! — le dijo Eduardo mientras se ponía la mano en la frente y hacía un “firmes” como un gendarme de barrio, a lo que Justo no le pareció tan gracioso, en cambio Jorge soltó tremenda carcajada.
La incomodidad de Justo solo le hacía voltear los ojos hacia arriba, en señal de hastío, pero la tenacidad de hacer que los padrinos eviten el duelo, es la causa de soportar a tan agrios borrachines.
—Jorge mira… este, deseo saber la causa del duelo entre mi hermano e Irineo, seguro que como padrinos ustedes están al tanto del desacuerdo y ver si hay la posibilidad de lograr un acuerdo, cuento con el dinero, en caso de que se necesite, una fuerte cantidad.
¡Las risas de los borrachines no se hicieron esperar!
—Pero don Justo —llevándose la mano Eduardo a la cabeza de nuevo— ese no es menester de un hermano menor… perdonando al presente ¡mira Jorge! hay duros de a deveras… ¡jijajai! ¡que se arme la bailada… —mientras el pianista tocaba unas coplas divertidas.
¡Justo se levantó indignado! vio que su entrevista no era en nada fructífera.
—¡Les agradezco el desatino de la reunión! no estoy para estos menesteres — tomó Justo su bombín y de un rápido movimiento se alistó para la salida, cuando de pronto, Jorge le increpó:
—¡Mira cabrón esto es más serio de lo que te imaginas!
A lo que Justo detuvo el paso y con asombro observó que los borrachines dejaban de hacerse los saltimbanquis y ponían seriedad al asunto.
—Es que yo pensé…
—¡Siéntate cabrón!
Jorge trató la atención al bajar la voz y pronto le indicó a Justo que deberían ir a otro lugar que ya habían apartado, un cuarto que solo ellos sabían y que podrían hablar bien del tema. Caminaron juntos los tres y al traspaso de unas falsas salidas a las caballerizas lograron hacerse de un cuarto pequeño, pero que sabían nadie les interrumpan.
El tabernero llevó los tragos y los colocó en una mesa pequeña, pero de elegancia sencilla.
—Mira Justo debes saber una cosa, el pleito entre Santiago e Irineo no solo es de copas, mujeres o albures, esto es más allá de tu comprensión, sabemos que eres una persona inteligente, pero el poder y la competencia no siempre son buenos aliados.
—Sean más claros por favor, ¡señores!
—Existe un fuerte rumor de que tu hermano Santiago está cerca de Trini García de la Cadena, ha escrito fuertes alientos en su periódico y pues… eso a algunos no les gusta. Dicen que inclusive tu hermano estorba para que Díaz llegue a la presidencia y pues como andan las cosas, esto se está calentando, si no lo mata Irineo, lo hará la gente de Trini, así que yo te pido que mejor no te metas ¡esto es cosa de hombres!
—¡Pero yo pensaba que eran simples diferencias ideológicas!
—¡Ah que mi Justo! —soltó la carcajada y se puso la mano en la cabeza, como la burla anterior— te hace falta mucho que saber de esto de los comicios… mira muchacho, si de verdad aprecias tu vida, déjate de chingaderas y mejor deja de escribir tantas pendejadas que nadie lee, porque solo algunas personas como la Divina Simona —apodo puesto por Irineo a Santiago Sierra— son valientes, pero le disparan sus letras al pájaro equivocado.
Irineo se calentó cuando tu periódico le respondió “que ni lentejas ahora le sirve y presume de tener credenciales” pidió una satisfacción a su honor y pues ahí está la chingadera ¡se van a batir en duelo! pues sabes que Irineo no se anda con rodeos y es bueno para la pistola.
—¡Ustedes cabrones porque no pararon esto!
—¡No te digo! mi Justo… usted sabe don Sierra que los periódicos ponen presidentes y los quitan cuando quieren, así es ahora, no creo que cambie, cuánta gente cree usted que sepa leer de los borrachos que ve aquí ¿unos dos sabrán leer? ¡recuerde que solo votan los que saben leer! si usted le dice que voten por Trini García seguro no le va a gustar a don Porfirio esas cosas.
¡Nunca la pluma fue tan poderosa como en estos tiempos!
Continuará…