Perder algo o a alguien, es uno de los sucesos más duros y complicados al que nos enfrentamos, pero a su vez, es un suceso con cierta simpleza, es una ley de vida: es algo que todos, tarde o temprano, viviremos a lo largo de nuestra existencia. Pocas veces estamos preparados para perder algo, por más que lo intentemos, cuando sucede una pérdida, nuestros cimientos tiemblan y nuestra realidad cambia en un segundo; el dolor y la incredulidad se apoderan de nosotros y empezamos a vivir nuestro duelo y eso, es el proceso psicológico y emocional al que nos enfrentamos tras las pérdidas.
La intensidad y las características del duelo, varían en función del grado del vínculo emocional que tenemos, de nuestra personalidad y de la historia previa de cada persona. La forma en que los seres humanos expresamos el duelo, está estrechamente relacionada con la cultura a la que pertenecemos, por ejemplo, nosotros, los mexicanos, acostumbrados a las desgracias y a la risa en un solo conjunto, procuramos que al menos una vez al año, el duelo sea algo amoroso y entrañable por la persona que ahora es extrañable. Pero, aunque se viva de manera diferente en cada individuo y en cada sociedad, según la psicóloga y escritora suiza Elisabeth Kübler-Ross, el duelo presenta regularmente las siguientes etapas:
Negación: Es la sensación de incredulidad. Es por eso que escuchamos frases como: “no lo puedo creer”.
Ira: Enojo, frustración e impotencia que pueden acabar en atribuir la responsabilidad de una pérdida irremediable a un tercero.
Negociación: empiezas a entender la realidad de la pérdida al tiempo que empezamos a explorar qué cosas hacer para revertir o suavizar la situación. Por ejemplo, al diagnóstico una enfermedad terminal, comenzamos a explorar opciones de tratamiento (incluso ilógicas), a pesar de que no haya cura posible.
Depresión: Cuando comenzamos a contactar con lo que implica emocionalmente la ausencia, en otras palabras: tristeza.
Aceptación: Es la llegada paulatina de un estado de calma asociado a la comprensión racional y emocional de que la pérdida es un fenómeno inherente a la vida humana. Se podría aplicar la metáfora de una herida que acaba cicatrizando, lo que no implica dejar de recordar sino poder seguir viviendo con ello.
… y después de Messi, después de su partida, los aficionados blaugranas, nos encontramos en todas estas etapas.
Negación por no poder aceptar que Messi ya no está. Ira contra las malas gestiones, contra los directivos, contra otros jugadores, contra el mismo Messi, incluso contra ti y tu mejor amigo por no ir juntos a verlo jugar en vivo cuando podían. Negociación cuando empezamos a considerar que alguien puede sustituirlo y tomar su rol. Depresión por que el mejor del mundo ya no porta esos colores, tristeza por que sabes que se acabó. Y aceptación por que sabes que no volverá…
Una de las cosas mas bellas del futbol, es que sabes que siempre hay revancha, que siempre hay un segundo tiempo, que siempre hay un partido de vuelta, que mientras el balón ruede hay siempre hay una posibilidad… pero en este caso no es así. Se acabó y no hay manera de volver a ser. Ese romance que parecía no tener fin, si lo tuvo. Esto se murió.
Los partidos contra el Granda y Bayern, nos empujaron a la fuerza y de una patada a la última etapa: la de la aceptación. Fueron una cubetada de agua fría que nos hizo entender que al menos por ahora, no volveremos a ser lo que fuimos. Nos hizo entender que la vida sigue, que esto es lo que hay y que lo que viene será más complejo. Esos dos partidos nos hicieron aceptar que la solución no está en la cancha, ni en los banquillos, ni mucho menos en los despachos, la solución, si es que la hay, está en el tiempo, en la paciencia y en el trabajo.
Los aficionados al Barcelona anteriores a la época Messi, hemos tenido reminiscencias de lo que era el equipo antes de que la pulga pisara el césped del Camp Nou: un equipo lleno de subibajas, con malas directivas y pocas veces en los primeros planos. Sera difícil, pero debemos aprender a ver rodar el balón sin él.
Por ahora solo nos queda el tiempo: el pasado para recordar y valorar y el futuro para sanar e intentar mejorar. Vuelvo a la metáfora, para el Barcelona y sus aficionados, Messi es una herida que acabara cicatrizando, y sin duda, por lo que fue, a todos los equipos y aficionados del mundo, les gustaría tener una cicatriz como esa.
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