El fútbol, ese deporte que se juega con los pies y se resuelve muchas veces con el corazón, tiene algo especial: su imprecisión, su indescifrable naturaleza. Y es que, cuando la vida se ajusta a las reglas del balón, nada es definitivo hasta que la última gota de sudor se congela en el rostro del jugador. Y cuando se llega a la tanda de penales, el más dramático de los momentos, la incertidumbre se convierte en una canción a la que no podemos dejar de bailar, aunque sea con pasos torpes.
Así ocurrió en la reciente batalla entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid en la Liga de Campeones. Un tiro de penalti polémico, un momento que parecía tan claro como el agua y, a la vez, tan turbio como un misterio sin resolver. ¿Golpeó el balón dos veces? La regla es clara: si un penalti es ejecutado y el balón toca dos veces al ejecutante, el árbitro debe pitarlo como invalido. No obstante, a veces la claridad reglamentaria se ve empañada por la interpretación visual y la controversia que genera la duda.
Repito, sí, la regla es clara, pero la precisión visual, esa verdad tan esquiva, se disuelve entre las sombras de la incertidumbre y la conspiración. Con diversas tomas, zooms meticulosos y repeticiones que parecen ralentizar el tiempo, resulta casi imposible hallar un criterio definitivo sobre si el jugador del Atlético de Madrid tocó dos veces el balón al ejecutar su penalti. Las imágenes, por más que se escruten, no logran ofrecer una certeza absoluta. Y así, el misterio quedó suspendido en el aire, esperando una respuesta. Fue entonces cuando el VAR, con la agilidad de quien ya está acostumbrado a despejar las nieblas del fútbol moderno, intervino con una rapidez casi asombrosa y resolvió que el tiro no era válido. Y, como tantas veces en la historia del juego, la suerte, como un espectador invisible, se inclinó curiosamente del lado de los grandes.
Lo que ocurrió después, en el éxtasis y la furia de la polémica, es lo que hace tan vibrante al fútbol, pero también lo que lo hace susceptible a teorías conspirativas. ¿Por qué siempre, en momentos claves, el balón bota del lado de los poderosos? Y no importa si ese poder se llama Real Madrid o Barcelona; a lo largo de la historia, el fútbol parece tener una inclinación hacia los equipos que ya tienen la gloria tatuada en su camiseta. No importa cuán brillante o imperfecto sea el partido, el destino se convierte, o, mejor dicho, lo convierten en un susurro que a veces se oye más fuerte que las reglas. Y, aun así, sacan pecho por ello.
Al Atlético de Madrid no le queda más que tragar la derrota. Ese sabor amargo de saber que una victoria que ya se palpaba en los dedos se les escapó por entre las grietas de la justicia y la controversia. Pero no es fácil aceptar la derrota cuando se juega contra esa sombra tan alargada que es el Real Madrid, un gigante al que, por mucho que se esfuerce, no se le puede mirar sin que todos los focos del mundo se enciendan a su alrededor.
Al Real Madrid, por su parte, le tocará aceptar que no siempre la historia de su victoria estará exenta de sombras. Y, sin embargo, la gloria, tan escurridiza y a veces tan injusta, les pertenece en ese rincón de la Champions que se escribió con el nombre de los eternos grandes. Es el precio de ser parte de la leyenda: que no sólo se te reconozca por tus victorias, sino también por las controversias que surgen a tu paso.
Al final, el fútbol no es sólo un juego de reglas. Es un juego de emociones, de momentos que se graban en la memoria colectiva y que perduran más allá de las decisiones arbitrales. El penalti de la discordia será parte de esa memoria, un recordatorio de que la “suerte” también juega su papel, y que, como en la vida misma, la victoria no siempre es para el que juega mejor, sino para el que sabe aprovechar esos giros del destino.
Pero más allá de la teoría conspiranoica que siempre se activa cuando los grandes se benefician, hay algo que no podemos olvidar: el fútbol es también un reflejo de la vida. Y la vida está llena de injusticias. Así también es el fútbol. Un caos maravilloso. Una historia que siempre está por escribirse, llena de polémicas y pasiones. Como el Atlético de Madrid, hoy le toca aceptar la derrota, pero mañana, quién sabe, el destino puede estar del otro lado. Porque eso es lo que nos enseña este deporte: en el fútbol, como en la vida, todo puede cambiar con un solo golpe… O en este caso, con dos golpes a un balón.