Lic. Dulce María Ardón Martínez y Lauro Jiménez Jiménez
La madrugada del 16 de septiembre de 1810, el cura del pueblo de Dolores, Miguel Hidalgo y Gallaga, llamó al pueblo novohispano para que se sublevara y luchara por acabar con el dominio español. En 1821 culminó el movimiento con la declaración de Independencia y el nacimiento -tres años después- de México como nación libre y soberana.
Numerosos héroes participaron en lucha insurgente, entre ellos el corregidor de Querétaro, don Miguel Domínguez Trujillo y su esposa, doña María Josefa Ortiz Téllez-Girón, quien pasó a la historia por haber enviado a Ignacio Pérez, alcaide de la cárcel, a San Miguel el Grande en busca del capitán Ignacio Allende y Unzaga para informarle que la conspiración en nuestra ciudad se había descubierto.
A lo largo de los siglos XIX y XX, decenas de libros y cientos de páginas se escribieron en torno a la figura de la llamada “Corregidora de Querétaro”, donde sus pretendidos biógrafos han incurrido en falsedades y mitos, con lo cual han deformado la verdad histórica como la propia personalidad de la primera y más grande heroína de nuestra Independencia Nacional, como lo señala el reconocido investigador jalisciense Gabriel Agraz García de Alba (1926-2009) en la Introducción de su obra Los Corregidores Don Miguel Domínguez y Doña María Josefa Ortiz y el inicio de la Independencia.
Subraya que más de 125 biografías y semblanzas que se han publicado sobre doña Josefa Ortiz de Domínguez a lo largo de 110 años, están incompletas, adolecen de muchas inexactitudes y carecen de bibliografía. Están llenas de ficciones y consejas, y casi todas se refieren únicamente a su participación en los primeros años de la lucha independentista. Lo más grave es que difieren en cuanto al lugar y fecha de nacimiento, pues mientras que unos la fijan en la ciudad de México, otros señalan a Morelia como su cuna.
En la referida obra, que en el 2002 auspició el propio autor, afirma categórico respecto a lo escrito hasta entonces en relación con la heroína queretana: “se ha deformado tanto su persona como la verdad histórica, y hasta se le ha calumniado y difamado, ya que los historiadores y escritores que se han ocupado de ella, al no encontrar fácilmente datos, los han inventado y sólo se han concretado a copiarse unos a otros y, por lo tanto, repiten los mismos errores que los primeros cometieron”.
Además, al escribir la Introducción a dicha obra, Agraz García de Alba decía que no se explicaba cómo algunas dependencias del Gobierno de la República, como la Secretaría de Hacienda (1961), la Secretaría de la Presidencia de la República (1976) y la Secretaría de Gobernación (1985), auspiciaron en su momento la edición de biografías “que están plagadas de mentiras y que en lugar de ser verdaderas biografías, resultan unas novelas”.
En virtud de lo anterior, se propuso escribir la verdadera biografía de doña Josefa Ortiz de Domínguez, como parte de un trabajo que tuvo por objeto elaborar la biografía de los principales héroes e insurgentes de la guerra de Independencia. En esta ardua labor empleó más de treinta años de su vida, que lo llevaron a consultar fuentes originales en varias ciudades del país y así pudo reunir una gran cantidad de material, lo que le permitió reunir datos sobre sus ascendientes y descendientes.
En su momento, cuando estaba muy avanzada la investigación, propuso al gobernador Rafael Camacho Guzmán, a través del profesor Eduardo Loarca Castillo, auspiciara el complemento de la misma y la edición correspondiente. En un principio, el mandatario expresó su interés pero no fue posible que el proyecto se concretara. Hizo lo propio con el gobernador Mariano Palacios Alcocer, quien lo aceptó, pero debido a las trabas que pusieron algunos de sus más cercanos colaboradores no fue posible lograrlo.
Ante tal situación, Gabriel Agraz buscó un patrocinador que auspiciara la edición de la obra y como no encontró quién se interesara en ello, incluso algunos de los descendientes de la Corregidora, se vio precisado a hacerlo de manera personal, “a fin de que nuestro esfuerzo de tantos años no quedara sin ver la luz pública y, principalmente, por nuestra intención de rendirle un homenaje de veneración y gratitud a la primera heroína de nuestra Independencia y así nos endeudamos para lograr su edición”.
El principal hallazgo
Uno de los hallazgos más importantes de la profunda y acuciosa investigación que llevó a cabo el autor oriundo de Tecolotlán, Jalisco, lo hizo en la ciudad de México, donde localizó en la década de los años setenta del siglo pasado el acta de bautismo de la heroína, lo que le permitió demostrar que ésta no nació el 8 de septiembre de 1768 en la ciudad de Valladolid -hoy Morelia- como lo aseguran notables historiadores, sino que fue el 19 de abril de 1773 en la ciudad de México.
A más de doscientos dieciséis años del inicio de la guerra de Independencia, este dato erróneo sigue apareciendo en la siguiente página oficial del gobierno federal:http://www.inehrm.gob.mx/es/inehrm/Josefa_Ortiz_de_Dominguez_acusaciones_realistas. En la parte superior se lee el nombre de la Secretaría de Cultura de reciente creación, se observa el escudo oficial (Estados Unidos Mexicanos) y aparece también el logotipo del Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.
Propuesta
Con base en lo antes expuesto, previa consulta hecha con los historiadores Alejandra Medina Medina y José Rodolfo Anaya Larios, catedráticos e investigadores de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro, quienes en su oportunidad conocieron el trabajo de don Gabriel Agraz García de Alba y participaron en la presentación de su obra en nuestra ciudad, nos permitimos recomendarla ampliamente para que, finalmente y de manera concluyente, se tome como base para la elaboración de la Iniciativa de Ley que declare como fecha oficial del nacimiento de doña Josefa Ortiz de Domínguez la del 19 de abril de 1773.
El proceso contra doña Josefa Ortiz de Domínguez
El 14 de septiembre de 1810 fue delatada la conspiración y esa misma noche fueron aprehendidos en su casa los hermanos Epigmenio y Emeterio González, y varios conjurados más. Mientras tanto, doña Josefa Ortiz de Domínguez fue recluida por su esposo el corregidor Miguel Domínguez en su habitación de las Casas Reales, desde donde dio el mensaje al alcaide la cárcel, Ignacio Pérez, para que fuera a dar aviso al capitán Ignacio Allende de que la causa había sido descubierta.
El 22 de octubre, el alcalde del Crimen, don Juan Collado, puso en libertad a la Corregidora, quien estaba recluida en el convento de Santa Clara, desde donde siguió fomentando la insurrección. El 22 de enero de 1811 fue acusada ante el virrey, igual que su esposo don Miguel Domínguez, por don Fernando Romero Martínez, comandante del Batallón Urbano. La denuncia pasó a la Junta de Seguridad, que acordó pedir informes a varias personas, quienes los dieron de manera contradictoria.
Los religiosos de la Misión Apostólica que en marzo de 1813 se efectuó en Querétaro, delataron nuevamente a la Corregidora ante el virrey, junto con el cura de la Parroquia de Santiago, Dr. José Rafael Gil; así como los curas Dimas, Gil y Osores. El mismo mes y año, fue acusada de revolucionaria por el cura de Aculco, don Manuel Toral, quien fue enviado en misión extraordinaria a Querétaro por el virrey Calleja, a fin de que le informase del estado en que se encontraba la ciudad desde el punto de vista político.
El arzobispo de México envió al Dr. José Mariano Beristain, arcediano de la Catedral, como Visitador a la ciudad de Querétaro, quien dio parte el 14 de diciembre de 1813 al virrey Calleja sobre la comisión eclesiástica que le fue encomendada. Su informe se reduce a un punto de vista político y no eclesiástico, pues compara a doña Josefa Ortiz con Ana Bolena. El virrey acusó recibo del anterior oficio el día 23 del mismo mes.
Debido a la denuncia que Beristain hizo al virrey Félix María Calleja, de nuevo la Corregidora fue arrestada y conducida a la ciudad de México. El 29 de diciembre de 1813, Calleja comisionó al coronel Cristóbal Ordóñez para custodiar el convoy procedente de San Luis Potosí; le ordenó arrestar a la esposa del Corregidor Domínguez y que la condujera incomunicada a la capital, permitiéndole que una criada la acompañara.
El 11 de enero de 1814 fue arrestada en Querétaro y entregada a la escolta de tropa realista, que la condujo presa a la ciudad de México. Se le separó de sus doce hijos, pues de los catorce que tuvo dos habían muerto. Su esposo, Miguel Domínguez, se vio obligado a entregarla personalmente. El día 13 llegó a la capital y el virrey ordenó se le condujera, junto con la hija que la acompañaba, al convento de Santa Teresa la Antigua -ubicado en la calle de Santa Teresa, hoy del Lic. Verdad-, donde las recibió la priora.
Con el propósito de ayudar a su esposa, el Corregidor renunció a su cargo el mismo 11 de enero en que fue arrestada, para ir a la capital y defenderla como abogado y marido en la causa que se le había formado. El virrey no contestó su petición, por lo cual volvió a insistirle el 1 de febrero de 1814.
Doña Josefa pasó varios días internada sin que se le notificara la causa de su prisión, por lo que el 4 de febrero se dirigió al virrey para solicitarle una audiencia o para que se le informara sobre los motivos de su arresto. Al no recibir contestación, le envió dos nuevas cartas los días 23 y 25 de febrero.
Mediante decreto del 29 de diciembre de 1813, el virrey Calleja nombró Juez de Letras el Dr. Agustín Lopetedi, a quien ordenó el 24 de febrero de 1814 hacer el descubrimiento, persecución y castigo de los adictos a la insurrección, encargándole que, de preferencia, procediera a practicar las diligencias respectivas a la esposa del Corregidor, Lic. Miguel Domínguez, para que recayera la resolución sobre los excesos de que se le acusaba.
El 15 de abril, el Dr. Lopetedi rindió un informe al virrey en el que habla extensamente de la conducta sospechosa del Corregidor y su esposa. El mismo Juez de Letras instruyó la sumaria de la Corregidora, en la que tomó declaración a numerosas personas que la acusaron de recibir y circular los impresos de los insurgentes; que como miembro de la sociedad secreta de “Los Guadalupes” estaba en comunicación con Ignacio López Rayón y le daba aviso de los movimientos que se intentaban.
El virrey transfirió los autos al Auditor de Guerra, Melchor de Foncerrada, quien en el dictamen que presentó el 20 de mayo de 1814 manifestó no encontrar motivo fundado para proceder contra el Corregidor; pero no así respecto a su mujer, a quien condenó cuatro años a la pena de reclusión hasta que diera pruebas de verdadero arrepentimiento; pero por las súplicas del Corregidor y de ella, se le concedió la libertad.
Doña Josefa permaneció en el convento de Santa Teresa la Antigua hasta mayo de 1815 y luego fue trasladada por orden del virrey al convento de Santa Catalina de Siena -situado en las calles de Santa Catalina de Siena y San Ildefonso, hoy República de Argentina y González Obregón-, que la albergó de junio de 1815 al 17 de junio de 1817. En este convento estuvo también doña Juana María Allende, hija del caudillo Ignacio Allende.
Permaneció en el convento de Santa Catalina de Siena hasta que, mediante decreto del 17 de junio de 1817, a petición de su esposo y por consulta del virrey Juan Ruiz de Apodaca con los magistrados Oses y Collado, fue puesta en libertad pero no absoluta. Ésta quedó determinada por la ley de amnistía expedida por las Cortes de Cádiz a favor de los presos políticos.
