En el año 2010 Jorge Kawage Gastine, instituyó los Premios Crónica. La fecha tenía enorme significado: el Bicentenario de la Independencia Nacional y los Cien años del inicio revolucionario.
Los premios, en varias categorías, son conferidos a mexicanos de excelencia; constructores de instituciones, propulsores del conocimiento. Todos ellos personas de mérito, porque de acuerdo con la filosofía del galardón, se reconoce a los mejores. A los mexicanos cuya aportación eleva la vida de México.
Y entre todas las categorías, una es especialmente importante para nosotros los periodistas. Es el premio a la Comunicación.
Y en aquel primer año, el premio se le entregó a don Rogerio Azcárraga Madero.
–Te pide Don Jorge un favor –me dijo Rafael García Garza, nuestro director en Crónica–: si le puedes entregar su diploma a Don Rogerio Azcárraga en la ceremonia en el Club de Banqueros. Ahí se va a desarrollar el acto.
Desde hacía varios años yo colaboraba en el noticiario, “José Cárdenas Informa” en Radio Fórmula e iniciaba una magnífica relación con Don Roger, quien con frecuencia, después del comentario dentro del noticiario, me llamaba a su oficina para charlar sobre los temas del día y algunos otros de carácter político.
No revelaré ahora nada de aquellas charlas ni su contenido porque no me fueron confiadas sus ideas para divulgarlas y menos ahora, cuando la avanzada edad lo alcanzó y detuvo su fructífera vida. Solamente puedo decir algo: nunca lo escuché insultar a nadie; ni a los actores políticos ni a quienes pensaban distinto de él. Siempre tenía una solución a la mano. Y lo mejor, caballeroso y amable, siempre tenía una sonrisa.
Por ejemplo, me decía con frecuencia, la mejor forma de acelerar el desarrollo de este país es mediante una reforma fiscal que baje el impuesto sobre la renta, otorgue estímulos fiscales a la inversión y la industria, fomente la educación tecnológica y técnica y confíe en el talento mexicano.
Aquella noche de la entrega del premio, yo le di el diploma y le agradecí, en nombre de mis colegas, el clima de absoluta libertad en los micrófonos de Radio Fórmula. No es esa la única cadena en la cual ha trabajado; pero sí es la mejor de todas, y en ellas incluyo la XEW de los años setenta.
Mucho se ha hablado desde antenoche sobre las cualidades de Azcárraga Madero. Le han llamado visionario, le han dicho patriota, por su fomento a la música mexicana, por su aportación a la discografía nacional desde los estudios de Orfeón. Y todo eso es cierto.
Pero para mí su mayor mérito fue reconocer el talento de los demás a partir de su propia inteligencia.
Rogerio Azcárraga jamás le tuvo envidia al talento de nadie. Admiró a quienes eran admirables en lo suyo y les puso una plataforma para desarrollar su capacidad, ya haya sido en la música o en el periodismo o el entretenimiento.
Quizá ese haya sido su mérito mayor: aprovechar, con generosidad y limpieza, la inteligencia de los demás, rodearse de los mejores en un ámbito de libertad total, como esa cuya vigencia plena reclamó para la industria de la Radio y la TV cuando fuimos al Senado de la República a acompañarlo en su encendida defensa del mercado publicitario y la libertad de expresión, amagados por el estatismo.
En aquella ocasión, cuando se cercenó la posibilidad de la propaganda política y se cedió a las presiones de la izquierda, Rogerio Azcárraga se erigió como adalid de todos. Alzó la voz y habló sereno y firme.
No detuvo la ola, pero se paró frente a ella sin vacilar.
JUDAS
Carlos Miguel Aysa llegó a diputado por puro nepotismo. Ahora –como su papá–, muerde la mano alimentadora.
Traidor, le dicen en el PRI porque se va a la cargada con Morena. Judas en Semana Santa.