Los vastos campos del camino de las minas del Real del Potosí han pasado del frondoso frescor de los olivos incandescentes a dorados destellos invernales donde los caballos resienten por su belfo, respiran vapor del helado amanecer, nerviosos tratan de aminorar el castigo, el ritmo del bufido es la señal del síntoma ante el largo camino después de la batalla, si aún se lograran salvar seguro quedarán en cojas ancas si no, es mejor el sacrificio.
Los generales que conforman el nuevo Ejército del Norte comandado por el generalísimo y excelentísimo Antonio López de Santa Anna que consta de más de diecinueve mil hombres llegado de todo el vasto México -ahora vive con el enemigo que ha osado pisar suelo mexicano- Son reunidos para lograr liberar la tensión de los ejercicios militares que llevan practicando por semanas, la intensión firme del día es no pasar por desapercibido la cena de la Noche Buena.
Cierto es que este ejército que busca liberar la invasión norteamericana será recordado ¡Cómo poderoso jamás imaginado! Los ideales de lograr expulsar al invasor se debaten en teorías idealistas, por una parte los liberales de pensamiento puro, aquel del autonomismo de haber logrado la primera constitución en Puebla en los años de 1822, buscando instituciones descentralizadas del mando total, Santa Anna lo representa, acusado de caudillo y héroe con dualidades amorfas, político que está construyendo su propia imagen a razón de salir y entrar en la escena social política de las últimas décadas, aunque para los ojos de varios de sus detractores no es más que un mercachifle conservador ¡Errónea disertación!
Los parlamentarios famosos en esta época que nutren de teoría la existencia del liberalismo utilizan al ejército o al comercio como medios de catapultar su existencia en la vida política de este México, como Diego Aranda y Carpinteiro o José Luciano Becerra, son quienes a pesar de todo nutren la teoría de existencia de un personaje como Santa Anna y los generales invitados a la cena lo saben, murmurando entre ellos.
-La existencia de mi general Santa Anna está consolidada en las constituciones de Puebla y Querétaro, máximas joyas del liberalismo que anhelamos, pero peleamos contra un ejército ultra liberal americano, formado en filosofías de guerra e invasión, será su estilo por siglos “Invadir y reconstruir” lo convertirán en su modo de subsistencia- insinúa el General Brigadier Francisco Pacheco a su por igual contiguo Manuel María Lombardini – un conservador de cepa- quien solo levanta la ceja al verse observado por Santa Anna en los murmullos.
El conservadurismo radical del México previo a la invasión de los norteamericanos y que Manuel María Lombardini representa en este poderoso ejército, es aquel de Chateaubriand donde lo antiguo siempre fue mejor, mantener el estatus quo de los años que se vivieron y que son rememorados por la historia reciente, inclusive a pesar de los daños ocasionados por la corona en la explotación y esclavitud en la que se vivió – que aún persiste en pequeñas proporciones- ser conservador en estos años es remembrar el poderío económico de la Nueva España basado en un modelo económico de explotación de la plata, venta y tráfico de la misma, sistema que hizo a familias extremadamente poderosas y adineradas que permitió la construcción de palaciegas ciudades por toda la región como Querétaro, Puebla y la propia San Luis Rey.
Esa noche la mesa de los generales es un verdadero ¡Convite de majestades!
Pavos asados, lechones, gallinas caramelizadas, codornices, espirales de frutas cubiertas, panes de ajo y mantequilla – cabe destacar los recientes pasteles y postres heredados de la cocina de los franceses invasores- “Algo bueno nos dejaron” comentaban los generales mientras los prueban. Probando un pan de ajo con caídas de tocino frito en grasa de cerdo y algunos tonos de cerezas el general Santa Anna tomó la palabra aun masticando tal manjar.
-Si alguno de mis generales deseara tomar la palabra antes de llegar al brindis y después comenzar el ágape ¿Acaso usted amigo Pacheco que está muy platicador con Lombardini? Le escuchamos – les increpó mientras aún deleita los sabores en su paladar.
Se levantó de su asiento el brigadier Pacheco y haciendo la seña de que le sirvieran más del amaderado tinto de uvas Cabernet, mientras termina su bocado de pastel de hierbas con ajonjolí, sonrió y pensó lo que diría -Mi serenísimo general comandante de nuestro Ejército del Norte, hermanos de grado y fulgurantes nuevos asensos, no es menester de mi discreta plática con nuestro mariscal Lombardnini ¡No! Ni tampoco aplaudo su esfinge estimado maestre, simplemente que las palabras que escucharemos en esta velada que nos reúne son de por sí conservadoras desde la vista de quien celebre la llegada ¡Válgame! Aun lo consideran ¡Salvador! Ya estamos en terrenos del conservadurismo mi excelencia.
– ¡Astuto zorro mi General Brigadier! Comenzar el debate antes de la comilona ¡Esperad a los destellos del embriagante tinto para establecer posturas ¡Aunque ninguno de mis generales me ha profesado religión alguna! Que por Dios que la sospecho ¡Observad mi ensalzado brigadier! Mi general José María Ortega de la Tercera División de Infantería lleva en su pechera a la nuestra Señora de la Virgen de Guadalupe ¡Sin resguardo y a la vista de todos! ¿No es así mi señor? – ¡Se levantó el general Ortega a voz de mando!
– ¡Mi señor serenísima! Mis convicciones a la lealtad de mi México a quien sirvo desde mis primeras luces de vida están bañadas por el embrujo de los cariños de mi madre ¡Fiel seguidora de quien resguarda el corazón desde el cerro del Tepeyac mi señor! Que, si en ello fuera que tal imagen dañe mi figura ante usted serenísima, de mi patria, e interponga duda alguna de mi lealtad ¡Por Dios que la destrozo en este instante! Después pediría me mancillaran ante tal atrevimiento.
-No es necesario mi general, no lo es, usted mismo contésteme general ¿Interpone la liberación de nuestra tierra al invasor creencia alguna?
Alzando su rostro e inflando su pecho el brigadier Ortega respondió: Desde mi muy modesta visión señor serenísima ¡No interviene! Tocó con sus talones e hizo el saludo de milicia.
-Observad mi general – continuó Santa Anna- que la lealtad se nutre de las diferencias ¡Imaginad señores que todos pensemos igual! Que Lombardini fuera liberal y que recibiera clases del propio Alexis Henri Charles de Clére, nuestro filósofo francés que todos estudiamos en la Logia y que cada uno de ustedes saben predice la caída de Texas, imaginad que mi Ejército del Norte fuera por totalidad de la misma manera de pensar que su servidor ¡Mi cabeza no estaría en su lugar por una noche siquiera! – ¡Todos se asombraron del comentario!
– ¡Su serenísima imponednos! No encuentro ahora, mancillado nuestro territorio, que existan diferencias entre nosotros ¡Imposible imaginad tal ventura!
“¡Por México!” Levantaron todos sus copas para el primer brindis.
– ¡Buscamos desde hace tiempo la libertad de nuestras tierras! En menos de diez lustros hemos peleado contra la opresora España, Francia, Apaches y ahora los norteamericanos, que deseo sacad ventaja señores ¡Son el mejor ejército al que nos enfrentamos! No bajad ni aminorar su academia de guerra ¡Son imponentes! Más no más que nuestros estampidos centauros comandados por nuestro general Tomás Mejía en conjunto con cada uno de los generales de caballería Miñón, Juvera y Torrejón ¡A la salud por ellos!
“¡A la salud serenísima!” respondieron a coro.
¡Hizo sonar su copa con uno de los tenedores el general Anastasio Torrejón! Quien ya ha enfrentado a los norteamericanos cuando cruzó el río Bravo con sus tropas y confrontó al general Taylor.
– ¡Señores míos! Serenísima comandante, al unísono celebro que la gallardía y valentía de nuestros hombres son puestos aprueba desde febrero de este año, en donde hemos constatado el poderío y estrategia del enemigo ¡Única razón de estar aquí reunidos en guardia constante más de noventa generales! De ciento sesenta que conforman nuestro ejército, que mantiene sus ejercicios de manera constante y aplomo lo mismo conservadores que liberales ¡No distingo diferencia alguna mi serenísima! Todos somo hijos de esta tierra de sangre y honor ¡Nos preceden señor milenios de lucha!
“¡Por la victoria a la salud!” todos a coro respondieron.
Lombardini no quedándose atrás, tomó un fuerte trago del amaderado Cabernet, sostuvo en su paladar los colores del tono, alzó la voz e impuso -Si nos viéramos mi general, a su audiencia – le miró a los ojos y alzó su copa- involucrados en un debate profundo acerca de los valores de los liberales y conservadores ¡Hoy reunidos en pro de la expulsión de nuestros invasores! Deberíamos comprender que ni todo lo antiguo es tan malo como se expone – ¡Murmullos de todos!
– ¡Silencio señores escuchadle! – arremetió Santa Anna – ¡Continuad general! -Ni todo lo anterior es tan lúgubre como todo lo nuevo no es alentador – ¡Otra vez el barullo y alzadas de voz! Lombardini no distrajo de la idea – Si solo observáramos el sendero de la libertad y exigencia de expulsar a nuestro enemigo ¡Por Dios que lograríamos echarlos afuera de una vez si centramos nuestra idea de una sola nación! Con lo bueno de lo anterior y la esperanza ¡Hacerse de sus bríos y luchar como una unidad! ¡Hacedlo! – alzó la voz con reacia voz.
“¡Fuera el invasor! ¡Acabad con ellos! ¡Estampida de fulgor!” Gritan todos enardecidos ¡Eran abrazos y destellantes choques del tinto! Las viandas se comenzaban y aquello comenzó a salirse de control ¡El generalísimo tuvo que intervenir!
– ¡Calmad el ánimo que aun no comienza la cena! Calmados señores generales, hoy la bravura de los hijos de nuestra patria divide en dos sus pensamientos ante la inminente presencia de los norteamericanos hacia el camino a Ciudad de México, resquicio de nuestros mexicas que es menester paradles en Buena Vista ¡Es nuestra misión! ¿Estad con su serenísima?
“¡Estad mi señor!” Contestaron.
-Ahora comprenderéis que no estamos para el debate profundo en este momento, liberales y conservadores debemos estar al acecho del enemigo que hoy bebe de nuestros ríos y toma a nuestras mujeres y niños ¡Infamia de moda que hacen estos malditos americanos! Es el momento de la conformación de un pensamiento maduro y crítico, en donde respiremos por un pulmón del conservadurismo que nos heredaron estas tierras, a la par con el otro pulmón la innovación que permite el liberalismo de lo llega ¡Habrá mucho tiempo después de expulsar al enemigo para debatir! Pero son nuestros dos pulmones quienes en este momento ¡Nos permiten respirar aires de victoria! ¿Estáis conmigo? -alzó su voz-
“¡Estamos serenísima!”- ¡Servid la cena! – indicó a los lacayos.
De nada improvisada fue la colocación de las mesas para noventa comensales, atendiendo todos los protocolos del estilo francés -por cierto, de recién llegada y uso- los maestros del asado traídos desde la ciudad también caída Monterrey hacen de las galas en servir un maridaje de Cabernet con finos cortes de aves principalmente, aunque lomos de cerdo fritos en manteca hacen de la delicia de los generales – acostumbrados al rancho de verduras que diariamente consumen por la mañana- el vino fue cada vez mejor servido, pareciera que bíblicamente a los conservadores se les hace el milagro de Caná; los maestros pasteleros traídos para la ocasión no repararon en jaleas y turrones, mismos que apetecen a la mayoría. Los brindis en pequeño son solubles al murmullo que no aminora en nada, las risas y abrazos se dejan ver por todo el salón de recepciones, un elegante recinto de columnas dóricas y remates griegos de color rosado, los aromas de aquellas viandas que aún se preparan hacen de la delicia de degustar lo propio recién preparado. Al adentrarse la noche los generales se ven diestros en lograr salir a la calle ¡Ya es Navidad! Se estila que las familias de San Luis Rey abran sus puertas a los generales que llevan ya desde la caída de Tampico varios días en la capital ¡Sobra mencionar que las jóvenes casaderas aún están en el empeño de no bajar la guardia! Ante la estampida de generales que salen del salón.
La atrevida casadera que increpó al joven general Tomás Mejía ¡Cimbrando sus emociones en la noche del baile! Hace de la guardia para capturarle de nuevo, el General no ha ido a platicar con la familia después de tan reverberante noche; ¡Ella le acecha! Lo descubrió recién sale del salón y sube a su monta – ¡General! Mi general ¡Esperad por suplicia! Esperad- la joven corrió levantado suntuoso vestido a lograr hacer de mirada alguna del joven serrano, quien al mirarle bajó de su caballo, extendió lo brazos en señal de reciprocidad.
Continuará…