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Detrás del video de Pío

ESTRICTAMENTE PERSONAL

por Raymundo Riva Palacio
26 agosto, 2020
en Editoriales
El reguilete de Lozoya
2
VISTAS

 

El presidente Andrés Manuel López Obrador está haciendo todo lo posible para que la conversación nacional se ale­je del video donde su hermno Pío recibe bolsas con fajos de dinero para el movimiento de quien en el momento de la grabación, era el lí­der de la izquierda social que aspiraba por ter­cera vez llegar a Palacio Nacional. No ha podido pese a la amplia variedad de temas que ha que­rido imponer en la agenda política, porque el vi­deo demostró que no es nada diferente a quienes ataca todos los días, ni es tan puro como pregona, ni tiene las manos limpias de dinero de orígenes desconocidos. Tampoco hay que extrañarse. El hijo de un sistema político podrido y decaden­te, que se valió de él para crecer y empoderarse, ¿por qué tendría que ser distinto?

López Obrador dice que es un revoluciona­rio, y que las revoluciones se financian de todos lados. Es cierto, suelen financiarlas gobiernos interesados en desestabilizar a otros, o las altas clases y las oligarquías, a las que les afectaron sus intereses o que rompieron sus viejas alianzas poder. Pero López Obrador no es un revolucio­nario en ese sentido. Llegó a la Presidencia ba­jo las mismas reglas de sus antecesores, aunque a diferencia de ellos, prohijado, financiado y le­galmente protegido por los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.

Durante el gobierno de Salinas, el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Ma­nuel Camacho, financió sus marchas y a bille­tazos negociaba con él la liberación del Zócalo, ocupada por tabasqueños que llevaba a la Ciu­dad de México desde La Chontalpa; el de Zedi­llo actuó para que el PRI, por la vía legal, no le impidiera ser candidato al gobierno capitalino porque incumplir con los requisitos. De no ha­ber sido por ellos dos, López Obrador no hubiera pintado en el escenario nacional. Selectivo en la memoria que proyecta a los mexicanos, son co­sas de las que es mejor no mencionarlas. Como el video de Pío.

Se sabe de dónde salió. David León, ex coordi­nador nacional de Protección Civil, que entregó un millón de pesos a Pío, lo grabó. En este espa­cio se publicó ayer que grabar a sus interlocuto­res políticos y empresariales, era un modus ope­randi de Manuel Velasco, gobernador de Chia­pas en el tiempo en que fue grabado el video por quien en ese entonces también era su asesor, pe­ro el hoy senador negó en una carta que envió a este espacio para negar que así operara. “Es com­pletamente falso que yo haya ordenado video­grabar a personas, ni sabía de la existencia de los videos difundidos la semana pasada”, afirmó.

Previamente, en una conversación telefónica tarde el lunes, insistió que “no tenía conocimien­to de nada, y menos que la entregué a alguien del anterior gobierno. Yo soy el más afectado de este video. No sé que pasó. Me he esmerado en tener una relación de confianza con (López Obrador y voté contra el desafuero en 2005”. La relación de Velasco con el Presidente viene efectivamen­te de tiempo atrás. López Obrador conoció a su abuelo, y éste a los padres del tabasqueño. Co­mo aseguró en la plática, no necesitaba de utili­zar recursos como los que aparecen en el video, para establecer comunicación con él. Lo que hi­zo León en su momento, fue responsabilidad de él, que “tiene una trayectoria propia”. El deslin­de con su ex colaborador es total, con la inten­ción quizás que en una eventual investigación de la Fiscalía General por el presunto delito electo­ral por financiar campañas, él no sea incluido.

Velasco aparece como el tercero más afecta­do, después de León y Pío López Obrador. La pregunta central, y que él mismo la formuló en la plática por teléfono, es quién gana con lo que difusión del video. Hasta ahora, lo único que es­tá claro es quién no gana, sobre todo la cuarta víctima, el Presidente. Su hermano, su ex cola­borador y Velasco, fueron instrumentos de una batalla donde los adversarios de López Obrador comenzaron a responder.

Si apenas se mostraron partes de un arsenal probablemente construido por años contra Ló­pez Obrador, ¿de qué tamaño es o son los enemi­gos invisibles que respondieron por primera vez en lo que va del sexenio los hostigamientos y ata­ques del Presidente? Para dañar a León, como se sugirió en la columna del martes, no era necesa­rio recurrir al video donde comprometen a Pío. Pero si escogieron esa grabación, el objetivo ver­dadero era su hermano el Presidente.

Fue un misil que le abrió un hoyo en su grue­so blindaje, y enseñaron que quien ha hecho de la honestidad su mayor activo y la presume como la autoridad moral para decir todo lo que pien­sa, aunque mienta o carezca de pruebas cuando ataca, tiene la piel hecha con el mismo material que la del resto de la clase política, lo que le res­ta credibilidad con unos, o lo proyecta como hi­pócrita con otros.

López Obrador acusó el golpe. El viernes ad­virtió, en fuga hacia delante, que iría contra to­dos a los que considera sus adversarios. El lu­nes revivió con fuerza la posibilidad del enjuicia­miento de los ex presidentes por mandato de una consulta ciudadana. Una vez más, López Obra­dor está usando la ofensiva como mejor defensa. Quienes tienen capacidad de fuego y tiene en­frente aunque no alcance a verlos, ya le mostra­ron los colmillos. Otros, que también puedan te­ner información delicada y comprometedora en su contra, y que por alguna razón no usaron en su momento, vieron que lo dañaron y le comen­zó a salir la sangre. Quizás se sumen.

Esto no es un espectáculo. Lo que se avecina, por los términos como se planteó la lucha en los últimos días, será violento. No se trata de una re­volución, por utilizar los términos del Presiden­te, sino una guerra civil. Ya vimos cómo empezó, pero no sabemos cómo terminará.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

Etiquetas: ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR

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