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Desquiciaron a Andrés Manuel

ESTRICTAMENTE PERSONAL

por Raymundo Riva Palacio
25 septiembre, 2020
en Editoriales
El reguilete de Lozoya
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Desquiciar es una palabra que se escu­cha fuerte, pero para la argumentación en esta columna es precisa. Desquiciar es cuando una persona pierde su segu­ridad y la serenidad, se trastorna su ánimo y se enoja sobremanera. Y desquiciamiento es lo que provocó Jaime Cárdenas en el presidente Andrés Manuel López Obrador con su carta de renun­cia al Instituto para Devolverle al Pueblo lo Ro­bado, donde habló de corrupción en la llamada cuarta transformación y, posteriormente, en una entrevista con René Delgado en Reforma, iden­tificó a la fuente de sus males: Alejandro Esquer, secretario particular del Presidente.

Con este tema arrancó López Obrador su ma­ñanera el jueves, dedicándole una perorata des­calificadora a Cárdenas y quejándose de la nor­matividad, con ese espíritu expresado varias ve­ces de querer desaparecerla. Ciertamente, es un instrumento que todos odian en el servicio pú­blico, pero fue establecida en el gobierno de Mi­guel de la Madrid para frenar los abusos dentro del gobierno. El autor intelectual fue Samuel del Villar, quien diseñó la cruzada por la Renovación Moral para ir limpiando la corrupción de arri­ba hacia abajo.

Un país añejamente corrupto como México y tan dado a las triquiñuelas, no es fácil de limpiar, como lo sabemos. Pero la lucha contra la corrup­ción desde el punto de vista moral no es nuevo, sino idea de Del Villar que, por si alguien no lo sabe, fue procurador general de Justicia del en­tonces Distrito Federal, bajo el mando de López Obrador. La normatividad que detesta el Presi­dente es lo que defendió Cárdenas hasta lo impo­sible, al punto en que renunció antes de ser cóm­plice, como sugiere en Reforma, de Esquer. Ló­pez Obrador, por su reacción, no esperaba que Cárdenas exhibiera la corrupción, antítesis de lo que presume el Presidente.

Esquer fue señalado como el funcionario que, cuando menos, solapó actos de corrupción en ese instituto, cuyos funcionarios robaron patri­monio e hicieron negocios, lo que impactó de­bajo de la línea de flotación de López Obrador, al surgir ese fenómeno lacerante al que ataca co­mo un mal del pasado, en su despacho. La co­rrupción que dice aborrecer, cohabita con él en su casa y oficina.

Su secretario particular ya ha sido señalado por actos, al menos, ilegítimos. Su hija Carmeli­ta fue nombrada en agosto del año pasado como directora de Pemex Procurement International, que adquiere insumos para la empresa, que pro­median mil 500 millones de pesos al año. Car­melita, que no tenía experiencia alguna en ese campo, fue nombrada por otro tabasqueño ín­timo de López Obrador desde hace más de 30 años, Octavio Romero Oropeza, director de Pe­mex. No obstante, nada sobre Esquer había sido tan contundente como lo que señaló Cárdenas.

Un reporte en Eje Central –para efectos de transparencia, soy uno de sus 22 socios- reveló que Esquer y el director de la Lotería Nacional – que será el remplazo de Cárdenas-, Ernesto Pie­dra, fueron varias veces a un almacén en Tolu­ca donde guardaban objetos que ya habían sido subastados, y se los llevaron sin hacer los regis­tros a los que obliga la ley, con el argumento que se necesitaban para la pandemia, y que le qui­taron a la Marina un yate en comodato en Aca­pulco, con el pretexto que iban a venderlo—lo que no sucedió.

Sin mencionar a Esquer, el Presidente hizo una apasionada defensa de él, y buscó cubrir con una capa de humo las imputaciones direc­tas de corrupción, señalando como “sublimes” –así calificó- todas las acciones para comprar equipos médicos, subastas o la rifa de premios vendidos como si fuera para jugar por el avión presidencial. Sin embargo, cada vez más se acu­mulan pruebas de corrupción no sólo en su go­bierno, sino en su entorno más cercano, sin que haya acciones para impedirlo y sí, muchas pala­bras para acallarlo.

Por ejemplo, a la recepción de dinero ilíci­to por parte de su hermano Pío, que no ha si­do investigada, se sumó otra revelación en Eje Central: José Ramiro y Martín, otros dos de sus hermanos, fueron mencionados en una de las denuncias penales contra el empresario Valde­mar Ibarra Cavazos, señalado por haber entre­gado “millones de pesos” derivados de operacio­nes ilícitas al abogado Juan Collado. La denun­cia se entregó en la Fiscalía General el 16 de julio del año pasado, una semana después de que fue detenido Collado por presunta triangulación de recursos provenientes de la delincuencia organi­zada, pero sobre los hermanos del Presidente, la investigación también está congelada.

López Obrador lleva 22 meses en la Presiden­cia, y los señalamientos de corrupción en su en­torno han aparecido de manera prematura, en comparación con otros presidentes. En este es­pacio se publicó en 1993, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, que a su herma­no Raúl le decían “Mr. Ten Per Cent”, que era la forma como lo describían empresarios a quienes supuestamente les exigía 10% de comisión para apoyarlos en negocios que querían emprender. Aquí mismo se publicó unos 19 meses después de haber iniciado el gobierno de Enrique Peña Nieto, las quejas de empresarios por la corrup­ción en su administración.

Si uno observa las imputaciones a su primer entorno, se entiende la reacción de López Obra­dor, porque los señalamientos de Cárdenas pe­garon por debajo de la línea de flotación de su pretendida honestidad. Es muy malo que el Pre­sidente, en lugar de apurar a la Fiscalía General que actúe verdaderamente, como siempre pide cuando no le afecta a él, eluda con palabras res­ponder el fondo de las cosas. Pero es peor, mu­cho peor, que se haya desquiciado –por el poder autoritario que por diseño ejerce la Presiden­cia-, y que este jueves haya metido en la misma caja todas sus fobias y odios para ocultar lo que cada vez es más evidente: en su gobierno, la co­rrupción corre a mayor velocidad que en ante­riores sexenios. Frente a esta realidad, lo único que resta esperar son represalias.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

Etiquetas: Alejandro EsquerANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADORPueblo lo Ro­badosecretario particular del Presidente

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