Honran alumnos de diversas generaciones al decano de la UAQ
SERGIO A. VENEGAS ALARCÓN
Como un estudiante sobresaliente y un maestro precoz, exigente consigo mismo, puntual sin condescendencia y su juez más severo, calificó Mariano Palacios Alcocer, el alumno más destacado de Jorge García Ramírez, al recordarlo –frente a los restos del decano de la UAQ, en la Iglesia de Santo Domingo- como un hombre ejemplar, de lucha, que nunca fue vencido por la adversidad.
Eso, palabras más, palabras, menos, había expresado también el ex gobernador y ex rector en la sesión de Consejo Universitario en donde fue declarado maestro emérito el que todos sus discípulos recuerdan como el más enérgico.
Ese era el lugar común en los comentarios de decenas de abogados que recibieron sus luces en las aulas universitarias, como el ex presidente del Tribunal Superior de Justicia Carlos Septién Olivares que lo reconoce como el mejor profesor. “Duro, el más duro; me dio clases cuatro años, dos en la licenciatura y dos en la maestría”. Iba a cumplir 79 años, pero todavía tenía mucho que dar, se lamentó Septién.
Es de los que dejan huella, apuntó el ex diputado federal Braulio Guerra Urbiola, sin ocultar el dolor que le provoca su desaparición”. “Era difícil, muy difícil, pero me ayudó y apoyó siempre” dijo Salvador Rojas Paredes, heredero de su clase de laboral en la Facultad de Derecho.
Estaban todos, o casi.
Mariano Palacios Alcocer, que llegó temprano con Anita su esposa para estar cerca del originario de Hércules, auténtico producto de la cultura del esfuerzo, que fue su mentor y luego presidente del Tribunal Superior de Justicia en el gobierno.
Varios de los actuales miembros del Poder Judicial, incluido el jefe, Antonio Ortega Cerbón y Maricela Sandoval, estyvieron presentes, lo mismo que notarios como Francisco Pérez Rojas y Fernando Lugo.
Triste muy triste estaba Francisco Antonio Peña Mejía, que vino a darle el último adiós a su compadre, igual que Marco Antonio León que no tuvo ningún reparo en calificar a Jorge García como el último gran maestro, junto con José Arana Morán.
Igual lo lloraban Noemí Palacios y Liliana Alcocer, sus consentidas. Todos se dolían, incluso aquellos que como Antonio Perea fueron obligados a repetir año por el enérgico maestro.
“Se fue tranquilo y en paz; murió en justicia” comentó Jorge García Quiroz al lado de su madre, Coco, quien acompañó al maestro la mayor parte de su vida y en el momento de su partida. “Fuimos muy felices”.
Se marchó en paz, agregó la ex senador Coco García Quiroz, su hija, mientras la queretanidad representada en el templo de los dominicos y en el abarrotado exterior, despedía de pie y con aplausos al notario 22, decano de los profesores de toda la Universidad y ex director de la Facultad de Derecho, con más de medio siglo a su servicio.