Si creíamos que sólo teníamos como problema el cambio climático y el declive de la biodiversidad, estábamos en un error, pues la desertificación representa una gran amenaza para la sobrevivencia.
Hay que señalar la relación existente entre los cambios de uso del suelo y la desertificación y por otra parte, destacar que la degradación de las aguas subterráneas es un claro caso de desertificación. En el 2013 se publicó el estudio de la Línea Base Nacional de Degradación y Desertificación (Conafor, Semarnat y UACh, 2013) donde se asegura lo siguiente en relación al recurso hídrico: “En el caso de los recursos hídricos, la superficie afectada a nivel nacional asciende a 64.8% del territorio (126.9 millones de ha). De esta superficie, 72.6 millones (37% del territorio nacional) están afectadas por degradación con nivel ligero, mientras que entre los niveles moderado, severo y extremo alcanzan 54.4 millones de hectáreas (27.8% del territorio nacional)”
El 40 % de las áreas irrigadas en el mundo actualmente depende de aguas subterráneas y Como resultado, las aguas subterráneas están disminuyendo y millones de pozos para riego se han agotado o están al borde de hacerlo. Recientemente apareció la noticia de que Peña de Bernal se había quedado sin agua, pues el pozo de donde se extraía el agua se había secado. Y según Earth Policy Institute, México es uno de los países con sobrexplotación de acuíferos.
Hay que dejar asentado que la desertificación es un problema ambiental de primer orden que requiere soluciones urgentes, no obstante, hasta la fecha la desertificación se ha cuantificado y cartografiado como un agregado de otras variables utilizando múltiples criterios. Así tenemos que la desertificación, definida por la ONU como “es la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultantes de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas”, lo cual se considera que es un concepto tan amplio y ambiguo que se puede representar de muchas maneras, y ninguna de ellas es plenamente convincente. En esta medida, es por eso que el Atlas Mundial de Desertificación propone, alternativamente, un método que denomina “Convergencia de la Evidencia”, y se trata, en síntesis, de ver dónde confluyen valores llamativos de determinadas variables biofísicas (aridez, estrés hídrico, pérdida de cubierta vegetal, etc.) y socioeconómicas (densidad demográfica, nivel de ingresos, densidad ganadera, etc.) que puedan indicar que allí se están gestando o desarrollando procesos de degradación de la tierra y puedan despojar al territorio de su productividad natural.
Hay que dejar en claro que este asunto de la desertificación es fundamentalmente un problema derivado de nuestra (mala) gestión del territorio y los recursos naturales.
Por ello, se puntualiza que “El suelo ha sido, en general, un recurso natural poco atendido tanto por los gobiernos como por la sociedad en general, al grado de que la orientación de los programas de apoyo se dirige hacia fines productivos como los agrícolas, pecuarios y forestales. De esta manera dichos programas no han considerado, o sólo lo han hecho superficialmente, su conservación y la mejora de sus propiedades. Incluso, cuando se realizan acciones con fines de restauración ambiental, en su mayoría están enfocadas a la protección o ampliación de la vegetación más que a la protección del suelo como su objetivo principal (Gardi, C., M. Angelini, S. Barceló, Atlas de suelos de América Latina y el Caribe. Comisión Europea. 2014. ).”
De ahí, que desde el 2015, la ambientalista América Vizcaíno se pronunciara en el sentido de que “Es urgente que Querétaro tenga un programa de conservación de suelos. Por un lado, si pierdes suelos pierdes capacidad para producir alimentos o plantas que a su vez alimentan al ganado o a personas”. Y más recientemente, en el presente año, en el senado de la república se instó a que sea “Prioritario, revertir la desertificación de la tierra”.
Pues “De la pérdida de ecosistemas, zonas áridas y semiáridas depende la subsistencia de unos dos mil millones de personas en el mundo, principalmente en países en desarrollo; actualmente, esta pérdida afecta a 51 millones de hectáreas de suelo en México, lo que trastoca a 65 millones de personas en el país, con un costo de cerca de 139 millones de pesos, según lo declaró Blanca C. Ramírez Hernández, Jefa del Departamento de Ecología del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) de la UdeG.
Además, un suelo sin cobertura emite mayor número de dióxido de carbono que generan el calentamiento global y el cambio climático; y por el contrario, un suelo con cubierta vegetal tiene mayor fijación del dióxido de carbono y atracción del agua, por lo tanto menos aplicación de insumos y mayor productividad.
Por su parte, el Director de la División de Ciencias Biológicas y Ambientales, doctor Javier E. García de Alba Verduzco, explicó que los suelos degradados producen menos alimentos, pero también afectan la regulación del clima y la pérdida de biodiversidad. Y agregó que
para hacer un centímetro de tierra fértil, la naturaleza se tarda cerca de 100 años, pero la mayoría de los agricultores realizan procesos de producción agroalimentaria de manera tradicional que propician la desertificación, y sólo 5 por ciento a nivel mundial cuidan el suelo para evitar su desertificación.
Es ya consabido que suelos degradados disminuyen su productividad y de ahí, de acuerdo con un estudio realizado en el CUCBA, que la mayoría de los agricultores abusan de los agroquímicos, y cuyo precio ha incrementado hasta cinco veces más desde el año 2000, lo que aumenta, por ende, el precio de los alimentos.
Así mismo, el Director Regional de la Comisión Nacional de Zonas Áridas (Conaza) en el Centro Occidente, ingeniero Jorge Luis García Rodríguez, señaló que “en México 175 millones de hectáreas, aproximadamente 89 por ciento del país, tiene procesos de degradación de la tierra en diferentes niveles; 59 por ciento tiene degradación de tierra específica, lo que significa la pérdida de carbono orgánico y de su productividad. Uno de los estados más afectados es Jalisco, especialmente en Los Altos”
Consideremos, además, que la erosión extrema del suelo, la creciente escasez de agua y el incremento de la temperatura hacen más difícil expandir la producción agrícola. A menos que podamos revertir estas tendencias, los precios de los alimentos seguirán incrementándose y el hambre continuará propagándose y eventualmente derribará nuestro sistema social.
En un estudio de la UNAM -Juriquilla sobre los suelos en el municipio de Querétaro, se asegura que “El crecimiento de la población y de la actividad industrial, el aumento en las necesidades de servicios y la aparición de nuevas áreas urbanas, han impactado en las características intrínsecas y naturales de los suelos del municipio de Querétaro. Esta dinámica de crecimiento se ha traducido en la pérdida de terrenos de vocación agrícola y forestal, además de que ha ejercido una fuerte presión y degradación en las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo.” Y añade lo siguiente: El manejo inadecuado del suelo ha llevado a múltiples problemas con el agua, el aire y las plantas, que se reflejan en una productividad agrícola baja, en la erosión del suelo y en un aumento en la alcalinidad.
En una declaración a un medio local impreso, por una investigadora del Centro de Geociencias de la UNAM manifestó que “Querétaro cuenta con suelos delgados, con altos niveles de materia orgánica y son fértiles, pero tienen poco volumen de suelo, por lo que si se intensifica la labranza o se meten cabezas de ganado en exceso se presentará un proceso de erosión.”
Así también otra investigadora de la UNAM asegura que “Uno de los servicios ecosistémicos del suelo más amenazados en el estado es su papel en la recarga de los mantos acuíferos y en mantener saludables los cuerpos de agua, presas, bordos, ríos y arroyos. Esto se refleja en el avance de la desertificación, la pérdida de la salud del suelo-agua y aire, acentuada gravemente en los últimos años.”
Terminemos por decir que la seguridad del suelo ha sido definida como el mantenimiento o el mejoramiento de los recursos del suelo a nivel mundial para que puedan proveer suficientes alimentos, fibras y materias primas, agua dulce, contribuir a la sostenibilidad energética y a la estabilidad climática, mantener la biodiversidad y así, asegurar la protección ambiental y los servicios ecosistémicos.
Y al decir de la FAO, al mundo le quedan en promedio sólo 6 décadas más de cultivos si continua la degradación del suelo (2014).
Día Internacional de la Biodiversidad
A propósito de los días que se celebran, el pasado 11 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Biodiversidad y sólo daré algunos datos:
- Querétaro fue el primer y único estado en contar con una Ley Estatal de Biodiversidad (ahora esta comprendida en el Código Ambiental del 2021)
- El Instituto de Ecología y Cambio Climático del Municipio de Querétaro, es el único municipio que cuenta con un estudio de la biodiversidad urbana (estudio del 2022); un Programa Municipal de Biodiversidad; una certificación de biodiversidad urbana conjuntamente con la Universidad Politécnica de Santa Rosa Jauregui y; próximamente lanzara la convocatoria del Primer “Premio Municipal de la Biodiversidad”; y la Delegación municipal con el mayor índice de biodiversidad es la de Santa Rosa Jauregui.
- Hay una publicación de la UAQ bastante respetable y recomendada titulada “Historia Natural de Querétaro” (2016)
- Esta pendiente la publicación de la Estrategia de Conservación de la Biodiversidad del Estado de Querétaro (trabajo realizado por el gobierno del estado-SEDESU- con la CONABIO)
- Y se recomienda el libro “Preservar la Vida” publicado por el Fondo de Cultura Económica FCE