El viernes 25 de octubre empieza el llamado “Clásico de Otoño”, esa emocionante serie que todos los aficionados del beisbol esperan, arranca con dos de las franquicias más emblemáticas de las ligas mayores: los Dodgers de Los Angeles y los Yankees de New York. Desde el 2009, año en que gano el título de la serie mundial, los del Bronx no habían accedido a esta gran cita.
En una fría mañana de octubre de 2009, un niño de apenas nueve años se aferraba a la valla de seguridad que, en las calles de la gran manzana, separaba a los fanáticos del autobús que llevaba a los jugadores ganadores del clásico de otoño. Sus ojos, brillantes como dos estrellas, seguían cada movimiento de sus héroes en el uniforme a rayas celebrando el título. Su espíritu infantil irradiaba aún más luz con la victoria de su equipo. Durante el recorrido de celebración, el niño sale en varias fotografías con su gorra de los Yankees, se le observa a lado de su familia, con una sonrisa infantil e inocente y con esa satisfacción indescriptible que te da el triunfo de tu equipo… Ese niño era Anthony Volpe, un pequeño gigante con un sueño que palpitaba en su pecho: jugar algún día para los Yankees de Nueva York. Aquella noche, los Bombarderos del Bronx conquistaron la Serie Mundial, y el corazón de Anthony se llenó de una emoción que nunca más olvidaría.
Un verdadero Yankee fan se forja desde ayer, hoy y siempre… Esta frase, un mantra para millones de fanáticos, ha encontrado en estos momentos su máxima expresión en Anthony Volpe. El joven parador en corto de los Yankees de Nueva York no solo es un jugador de béisbol excepcional, sino también una encarnación viviente del sueño americano y, más específicamente, del sueño de todo joven fanático de los Bombarderos del Bronx. Él no pudo haber planeado su actual realidad ni en sus mejores fantasías: una temporada maravillosa y en la antesala de un titulo con el equipo de sus amores. Qué maravilla.
Desde niño, Volpe llevaba la pasión por los Yankees en la sangre. Sus fotos celebrando el campeonato de 2009 pegado a la valla celebrando el paso de titanes como Derek Jeter, Hideki Matsui y otros, solo irradia felicidad. Una foto que es la prueba tangible de un amor que se forjó desde la infancia, es decir, un amor genuino e inocente. En cada swing, en cada jugada, en cada esfuerzo, en cada entrada, en cada entrenamiento, Volpe no solo representa a un equipo, sino a una generación de fanáticos que crecieron soñando con vestir el uniforme a rayas, de cierta manera, es un homenaje para todos los que lo intentaron y no llegaron. En una ciudad que nunca duerme, donde los sueños se construyen con acero y cemento, la historia de Anthony Volpe es como una película de Hollywood. Un joven que creció amando a los Yankees, que luchó por su oportunidad y que finalmente la ha aprovechado al máximo. Una representación de que los sueños se pueden hacer realidad, incluso los más grandes.
Sera un clásico de otoño emocional y con gran arrastre por la cantidad de aficionados de ambos equipos, un duelo que se escucha a clásico, un duelo que invita a la nostalgia y recuerda a las voces estereofónicas que han transmitido estos históricos duelos y dentro de esto, se tejen historias como las de Anthony Volpe, historias de la pelota caliente que humanizan y atraen.
El joven jugador, tendrá la oportunidad en su primera serie mundial de tener su segunda aparición durante un desfile de celebración de campeones… solo que, en esta ocasión, si la fortuna sonríe a los Yankees, el festejo de Anthony será del otro lado de la valla.
Play ball!