Con motivo de la expulsión de Alfonso Romo de su poco decorativa oficina en el Palacio Nacional, y perdida su condición de interlocutor sin autoridad ni provecho, muchos advirtieron cómo la mazorca pierde granos. No importa si a la manera de la implacable dentadura del tiburón, otros brotan de inmediato.
El caso es muy sencillo: el caprichoso gabinete de los primeros dos años, en muchos sentidos decepcionante por su escasa calidad profesional, se ve requerido de cambios en busca de mejores resultados, pero como se siguen prefiriendo los inexpertos sobre los especialistas, el resultado final viene siendo el mismo, a fin de cuentas.
Graciela Márquez, quien en la secretaría de Economía hizo muy poco, tanto como para ni siquiera merecer registro, se va por la puerta lateral independientemente de sus labores de acompañante en las negociaciones para el Tratado trilateral de comercio con Canadá y Estados Unidos, cuyas buenas partes se le deben a Ildefonso Guajardo, así como a las concesiones laborales a Estados Unidos, atribuibles a la docilidad de Jesús Seade, con todo y medalla.
Degradada del gabinete a una junta de gobierno junto con otros cuatro, la señora Márquez, historiadora sin habilidades prácticas en el fomento de la Economía (con mayúscula, como hubiera dicho Héctor Hernández), integrante del grupo endogámico y familiar de la Cuarta Transformación –su esposo es Jesús Esquivel–, se enfila a una labor compartida en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía donde ocupará a partir del próximo día 31 el puesto de Enrique Jesús Ordaz.
Su encomienda parece muy sencilla: buscar desde la junta la presidencia del Instituto, cuyas investigaciones recientes han resultado terriblemente incómodas para el prestigio de la tetramorfosis. Con harta frecuencia los datos incómodos del Inegi chocan con los otros datos del Señor Presidente..
Ella podría convertir al Instituto en el Inegi de los “otros datos”, si le da tiempo…
Y hoy la señora Tatiana Clouthier, cuyo apellido comenzó a cobrar notoriedad política cuando su padre presidía la Coparmex y desde ahí (como ahora Gustavo de Hoyos), lanzaba críticas y dardos contra el gobierno echeverrista, cuyo populismo agrario lo había despojado de tierras en el norte de México. Y no solo a él. A otros muchos.
En ese tiempo en Sinaloa, cuando se desmantelaron abundantes tierras de alta tecnología eficiente productividad, se incrementaron la violencia criminal y el narcotráfico. Y como remate, tiempo después, se desató la intervención estadunidense, con la “Operación Cóndor”.
Ahí; no con Calderón, comenzó la guerra perdida contra las drogas. Pero esa es otra historia.
Pero no hay relaciónentre la herencia familiar y la herencia política.
Tatiana Clouthier, no lo dejemos de lado, fue la coordinadora de la exitosa campaña del entonces candidato Andrés Manuel López Obrador, quien le tiene un evidente reconocimiento y afecto a la señora. Tanto como para no tomar en cuenta sus negativas.
Le ofrecieron una sub secretaría de Gobernación y argumentó su vecindad regiomontana. Le dijeron, nones cuando se quiso alzar como candidata al gobierno de Nuevo León y a final de cuentas dejó de remolonear y aceptó la Secretaría de Economía.
En su currículum no aparece nada relacionado con tan importante disciplina. Sus estudios fueron sobre lengua inglesa y administración, así a secas, según se cita en la página de la LXIV Legislatura de la H. Cámara de Diputados.
¡Ah!; también fue directora de una escuela preparatoria en Nuevo León, filial a de la Universidad Metropolitana de Monterrey.
Pero si la familia de la señora Clouthier tiene relación —al menos pretérita y distante— con la Confederación Patronal de la República Mexicana, no basta ese antecedente olvidado para mover la opinión adversa de la ese sindicato de patrones en torno de su designación.
El ya citado Gustavo de Hoyos ha dicho con toda tranquilidad: Graciela Márquez condujo una secretaría anti empresarial y Tatiana hará exactamente lo mismo, lo cual no requiere ninguna arte adivinatoria. No hace falta ser brujo para saber eso.
La política económica no es ajena ni a las directrices ni a las instrucciones precisas del presidente de la República cuyos secretarios no tienen ni un ápice de autonomía o criterio propio.
Han sido convocados a formar parte de un equipo de ciega obediencia y cuando han expresado posturas levemente críticas o autocríticas, han sido expulsados del paraíso o forzados a renunciar en medio de un montaje de cordialidad post mortem.
Todos fueron cargos para mujeres. No por paridad de género. Es nada más por capacidad, nos dicen. Ok.