María Luisa Medellín
Con la pandemia, la inquieta María Eugenia Fuentes cerró su Centro Cultural Espacio en Movimiento, pero continuó impartiendo sesiones del método Feldenkrais por Zoom.
“Lo sigo haciendo porque a mis alumnas les pareció más cómodo y yo puedo dar las clases aun si salgo de viaje”, comenta la maestra Maru, como es conocida.
Detalla que el método Feldenkrais de Autoconciencia a Través del Movimiento, del que es instructora certificada desde el 2006, opera transformando el sistema muscular de la persona mediante el cambio que efectúa en su sistema nervioso central.
Así, se pueden reorganizar las conexiones entre el cerebro y el resto del cuerpo para mejorar la flexibilidad, postura, coordinación y aliviar ciertos dolores de forma gradual.
De 83 años, erguida, de cabello entrecano y facciones delicadas, Maru Fuentes es pilar en la enseñanza de la danza clásica en Monterrey.
Fue maestra fundadora del Instituto de Artes de la UANL y de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, que nacían en los 70 para profesionalizar el arte en movimiento.
Su nombre completo es María Eugenia de los Dolores Fuentes Espinoza. Es la segunda de los 13 hijos de Bernardo Fuentes Reynoso y Dolores Espinoza, y decidió ser independiente y soltera.
Cuenta que nació en León, Guanajuato, y siempre supo que deseaba estudiar ballet.
“He sido muy definida en lo que quiero, pero en mi niñez no era tan fácil tomar clases porque mi padre tuvo un quiebre económico en su tenería, por lo que un tiempo vivimos en Ciudad Juárez, donde se restableció.
“Regresamos a León y, finalmente, llegamos a Monterrey cuando yo tenía 17 años”, comparte en su pequeño departamento, contiguo a su Centro Cultural Espacio en Movimiento, en San Pedro.
Cálida y conversadora, la maestra Maru dice que ahí vivía una tía religiosa que era directora del Hogar Ortigosa y previamente ella había venido a visitarla. Después vino su papá y le pareció un buen lugar para fortalecer sus negocios.
Ya en la Ciudad, Maru escuchó por la estación de radio XET que en el Canal 6 de televisión, que estaba surgiendo, necesitaban modelos, actrices y bailarines, y quienes acudieran también podrían recibir capacitación.
“Yo fui. A mí me tocó toda esa historia. Estaba Carlos H. García, un maestro de teatro, muy bueno, del Tecnológico, y las clases de expresión corporal las impartía Minerva Mena Peña, gran actriz y bailarina en sus inicios.
“Pasaron unos meses y Minerva me dijo: Te veo mañana en Arte, A.C. porque hay un maestro de ballet clásico que se fue a preparar a Estados Unidos y regresó. Se llama Xavier Garza Galindo y fue mi maestro”.
Maru tomó clases con él, tanto en Arte, A.C., como en su academia particular. Luego fue su maestra asistente y cuando Garza Galindo decidió partir a la Universidad Veracruzana, que vivía un auge artístico, ella abrió su propio estudio de danza.
En ese tiempo, el productor Rodolfo “Toto” Castañeda le propuso participar como coreógrafa y bailarina en el programa México y España, del Canal 6.
“Debía bailar folclor y no sabía, pero Minerva me dijo: ‘¡Tú puedes aprender!’, y así lo hice”.
Maru formó el Ballet Cerro de la Silla. Poco después el productor le cambió el nombre por Ballet de María Eugenia Fuentes y en la segunda mitad de los 60 participó en el programa Mosaico Mexicano.
“Me tocó conocer la televisión de raíz, cuando se hacía en vivo, y alternar con varios artistas que venían de México.
“Había producciones y hasta se estuvieron grabando novelas. Éramos como una familia, pero hubo un cambio y esa televisora regiomontana terminó”.
Poco antes de las Olimpiadas del 68, Maru fue a Bellas Artes a ver a Amalia Hernández y su reconocido Ballet Folclórico de México.
“Necesitaban una primera bailarina y Amalia me recibió muy amable, pero no me gustó ese mundo. Regresé a Monterrey y nunca me arrepentí de haberlo hecho. Estoy muy satisfecha con mis decisiones”.
Maru dirigía su estudio de danza, pero sus hermanas la comprometieron con un trabajo como ejecutiva de ventas de productos de belleza de alta gama, que al principio no le convencía, pero que tomó con mucha seriedad y fue escalando puestos.
Por eso, a mediados de los 70 le dejó su estudio a su hermana, más conocida como Tere Ballet, y hoy con décadas en la enseñanza de esta disciplina.
A Maru le ofrecieron una gerencia a nivel nacional, por lo que debía irse a vivir a la Ciudad de México, y no aceptó.
“Entonces regresé a la danza clásica porque Nuria Bages, la actriz regiomontana que ya había tomado clases conmigo, reunió a un grupo para tener otras sesiones”.
Maru siempre está activa y se prepara constantemente, subraya su hermana Tere.
“Además, es bondadosa y carismática. La admiro y le debo mucho de lo que soy.
“Ha sido maestra de generaciones. De las pioneras de la enseñanza de la danza clásica en la Ciudad, ya con carácter profesional”.
En esto coincide Obdulia De la Garza, quien fue alumna de la maestra Maru y la describe muy humana, profesional y apasionada de la danza.
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En 1976, la UANL lanzó el Instituto de Artes porque deseaba academizar y profesionalizar esa área de estudios.
De éste dependían, en un principio, la Escuela de Danza, la Escuela de Música, el Taller de Artes Plásticas y la Escuela de Teatro.
El maestro Miguel Covarrubias fue el director fundador e invitó a sumarse a Maru como maestra fundadora y, más adelante, como coordinadora del área de danza.
“Éramos concientes de que estábamos haciendo algo que iba a modificar de manera radical la participación de las artes dentro de la Universidad, y la maestra Maru estaba muy comprometida y entusiasmada con la enseñanza de la danza”, narra Covarrubias.
“Nos encargamos de formalizar y academizar clases, talleres. Había un espíritu de trabajo muy acendrado”.
El poeta, narrador y traductor agrega que se constituyó una subdivisión con niños, aunque algunas autoridades universitarias no entendían lo que hoy es muy obvio, que para la danza clásica se requiere una preparación desde la infancia.
La maestra Maru recuerda que, al principio, no había alumnos y como tenía amistad con la popular conductora de televisión, Lupita Martínez, le preguntó si la podía recibir en su programa para hablar de ballet y presentar una variación con unas niñas, hijas de una amiga pianista.
“Llevaron un piano y compré una cartulina negra en la que puse los horarios de las clases y cuando regresé al Instituto, me dijeron: ‘Maestra, no dejan de sonar los teléfonos’”.
Comparte que a petición suya, Covarrubias solicitó el apoyo del INBA para capacitar debidamente a los maestros con una metodología profesional, y les enviaron a la pedagoga de danza clásica, Clarisa Falcón, a dar entrenamiento con el método cubano.
La maestra Maru continuó en el Instituto de Artes que, posteriormente, se transformó en Escuela de Artes Escénicas en 1980. Ahí fundó el Taller de Danza Clásica.
Dos años después se inauguraron las nuevas instalaciones en Mederos y en 1989 Maru sugirió introducir el trabajo del Royal Academy of Dancing, ya que por el perfil de ingreso de los alumnos consideraba que sería la mejor opción.
Para ello fue a Guadalajara y se entrevistó con la maestra Dulce María Silvera, quien al año siguiente trajo esta metodología.
En 1997 la Escuela de Artes Escénicas se transformó en facultad, y Maru se jubiló en el 2002.
“Yo seguí constatando desde fuera que al pasar el tiempo la maestra seguía con esa energía y capacidad en la enseñanza de la danza clásica”, destaca Covarrubias.
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Un año después de integrarse al Instituto de Artes de la UANL, Maru fue maestra fundadora de la Escuela Superior de Música y Danza, en 1977, y luego coordinadora del área de danza clásica.
“Me llamó Gerardo González Guerrero, que era el director de la Superior y mi amigo. Le expliqué que estaba en la Universidad por las mañanas, y me dijo: ‘Ven en las tardes y tienes la plaza. Hay dos grupos. Te espero porque me pidieron del INBA que te contratara’.
“Creo que a mí me tocó un trabajo fuerte, tanto en el Instituto de Artes, como en La Superior, porque fue iniciar con todo. En la Superior hacía la selección de las alumnas para conformar los grupos para cuando vinieran de México a supervisar, viajaba allá a hacer los intercambios, incluso a saber la medidas de las barras y otros detalles técnicos e hice muy buenos contactos en el INBA”.
Dice que un gran apoyo para robustecer y aplicar la metodología de la enseñanza del ballet fueron las maestras Clarisa Falcón y Carola Montiel.
La maestra Maru dejó La Superior a mediados de los 80, y decidió continuar sólo en la Escuela de Artes Escénicas de la UANL.
En ese tiempo, con la maestra y coreógrafa Hester Martínez, fundó la compañía Danza Contemporánea en Concierto, en la que impartieron varias técnicas, y aunque cerró su ciclo en el 2008, la asociación civil que lleva ese nombre continúa hasta hoy con Hester como presidenta honoraria y vocal, y Maru, como presidenta en gestión.
Hester, quien ha sido alumna de Maru, tanto en danza clásica como en el método Feldenkrais, relata que tomó clases con ella en los 70 por recomendación de Alejandra Serret, maestra de danza contemporánea.
“Era muy exigente, pero a la vez te guiaba e impulsaba. Gracias a ella también me formé en la técnica clásica y me motivó a desempeñarme como maestra y coreógrafa”, menciona Hester, quien a principios de los 80 fue la primera coordinadora de danza contemporánea en la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey.
“Maru es congruente, organizada y muy clara en sus objetivos. Dejó las primeras semillas de la danza clásica en la Ciudad para las generaciones que vinieron después en las dos escuelas de danza más importantes de las que fue maestra fundadora”.
Hester, impulsora de la danza contemporánea en la Ciudad, platica que Maru la apoyó coordinando el premio de coreografía en el Festival Internacional de Danza Extremadura, y como jurado en el Encuentro Metropolitano de Danza Contemporánea.
“Y me hizo el honor de ser uno de mis personajes principales en la obra ‘Así te verás’, junto con María Eugenia Llamas ‘La Tucita’, que se presentó en el Parque Fundidora en abril del 2002.
“Ella tenía 61 años y fue la última vez que bailó en escena. Fue un tango contemporáneo que yo le monté. Se veía bellísima. Nadie creía que tuviera esa edad”.
La maestra Maru también fue vocal de Conarte, de 1998 al 2001 y, por su trayectoria y aportaciones, recibió la medalla y homenaje Una Vida en la Danza 2016 en el Palacio de Bellas Artes por parte del INBA y la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
Han pasado más de seis décadas dedicadas a la enseñanza del arte en movimiento que Maru considera un lenguaje porque transmite, apasiona y conmueve cuando las palabras no alcanzan.