La noche del 24, madrugada del 25 de octubre, se juntaron dos desgracias. La ocasionada por la naturaleza con la furia del huracán Otis y la que deriva de la negligencia gubernamental. El desastre destruyó materialmente Acapulco y exhibió la ausencia del gobierno no solo en la emergencia, sino también en la vida cotidiana de una sociedad agobiada por el crimen organizado presente en las actividades económicas y sociales de múltiples localidades del estado.
El gobierno local, adjudicado como herencia a la hija de un senador impresentable, estuvo ausente antes y después, ocupados en actividades sociales e inauguraciones en lugar de estar pendientes de la gran tormenta anunciada. Después, indolentes e incapaces para garantizar el orden y evitar el pillaje, hacer presencia para orientar a la población.
El gobierno federal por su parte, inició con la mala señal de exhibir al presidente atrapado en el lodo, no solo el producido por los deslaves, sino el que deriva de la improvisación y las ocurrencias como la de acudir por tierra a un lugar que se sabía incomunicado, o si no lo sabía peor.
Después de esa exhibición, la preocupación del presidente ha sido, no la atención de la emergencia, sino la de evitar los costos políticos y electorales. Buitres, politiqueros, oportunistas, ha llamado a quienes han señalado la incapacidad de su gobierno y el gabinete florero ante la crisis, pues aún en las desgracias ve complots y conspiraciones en su contra y elude la autocrítica para poder reconocer errores y enmendarlos.
Ante los hechos, como en tantas otras cosas, está dependiendo del Ejército y las fuerzas armadas, ellos sí con protocolos y recursos que han resultado insuficientes pues no pudieron realizar a la vez dos funciones, garantizar la seguridad y el orden y atender a la población damnificada.
La solidaridad que caracteriza a los mexicanos en las grandes emergencias fue impedida y aun hoy obstaculizada, para que nadie “capitalice políticamente” la desgracia, solo el presidente y los más de mil servidores de la nación que destacó para hacer un censo, no para ayudar en la limpieza y recuperación de bienes de los pobladores.
La reacción oficial, además del cerco mediático impuesto para que no se exhiba la dimensión del problema, es muy limitada y más demagógica que efectiva, pues no se ha evaluado seriamente la dimensión del reto.
La firma de análisis de riesgos Enki Research estimó que la afectación alcanzaría los 15 mil millones de dólares y afectaría a 3 millones de personas en las costas de Guerrero, esto es 270 mil millones de pesos ante los que el anuncio de 61 mil millones, casi una quinta parte, es notoriamente insuficiente. El producto interno bruto del Estado de Guerrero, es de 227,408 millones de pesos a valores constantes, y Acapulco aporta el 80%, es decir que los daños equivalen a todo un año de producción del Estado lo que revela la verdadera dimensión y duración de la catástrofe. Tal vez por eso lo que mejor ha resultado en la estrategia del gobierno es favorecer el éxodo de acapulqueños y turistas.
Se ha anunciado que se destinarán 61 mil millones de pesos, en distintas bolsas y acciones, compuestas algunas por exenciones más que por aportaciones extraordinarias. Dejar de cobrar impuestos y tarifas de gobierno, IMSS, Infonavit, Fovisste, por tres o seis meses es absurdo cuando no habrá actividad económica, ni patrones ni empleados por más de ese tiempo.
Las acciones anunciadas no son dineros que salgan de un fondo de desastres que desapareció, sino de la exprimida hacienda nacional y de la bolsa de los programas sociales que por lo visto es grande, flexible y muy discrecional pues, sin haber modificado el presupuesto de egresos, se aumentarán al doble las becas de nivel básico, se incorporarán 10 mil personas a Jóvenes Construyendo el Futuro y se adelantarán dos meses las pensiones de adultos mayores, de discapacidad, becas de apoyo a productores, pescadores y otros. El reparto de despensas con canasta básica se da por descontado, una por semana a 250 mil familias durante 3 meses, 4 enseres domésticos y una vajilla, según disponga el resultado del discrecional censo. Créditos de 25 mil pesos para el pequeño comercio (de risa), y no pago de luz tres meses. Habrá que ver si se cumple, aún hay comunidades sin apoyos esenciales prometidos en Sinaloa y Colima, afectadas, en fechas recientes también por desastres naturales.
No hay esfuerzo extraordinario, solo soluciones chiquitas, al tamaño del gobierno, durante poco tiempo y directos a la gente que vota (¿buitres electorales?), la recuperación económica es secundaria, la imagen primero, y la reconstrucción, cada quien con sus propias uñas, al fin y al cabo en octubre se va y Acapulco seguirá ahí, luchando por renacer.