“Crónica”; “La crónica de hoy”, nació hace un cuarto de siglo con un sólo propósito: escribir la historia de cada día.
Psoiblemente eso sea el periodismo. Un relato y también un retrato. Octavio Paz lo dice, poeticamente, con uno de sus magicos juegos de tiempo y palabras: en el instante en que el presente se disipa y el futuro se insinúa.
Otro premio Nobel, Mario Vargas Llosa nos honra con la reproduccion de sus artículos y Gabriel García Márquez, amigo de esta casa, nos hizo ver y compartir el oficio más hermoso del mundo. Hoy nos distingue la confianza de “El Colegio Nacional”.
Posiblemente todo hombre o mujer, enamorado de su vocación y su trabajo, digan lo mismo de su oficio: es el más hermoso del mundo, pero saben, la hermosura de este juego de palabras infinitas cuya caducidad comienza en el momento de escribirlas, es el profundo amor de sus oficiantes.
Cualquiera de nosotros había sido económicamente más exitoso, si se hubiera dedicado a otra cosa. Pero somos perseverantes en el empeño de Sísifo y las palabras cotidianas. Cuando hemos terminado una edición, ya es tiempo de comenzar la siguiente y así hasta siempre, sin pausa ni pretextos, ni reclamaciones.
Los periodistas vivimos en el último espacio romántico. Por eso no somos bien vistos en algunos sectores, donde se nos acusa de servir a otros intereses sin reparar en los interesados cuyas actas de nacimiento tienen nombres conocidos. Los devotos del poder en turno forman el pegajoso ambiente de la cursilería mañanera.
Pero eso es cosa de ellos –los “Siervos de la opinión”, y de quien los contrata, de quien les dicta las preguntas y no de quienes mal pueden leer una tarjeta envenenada. Merecen poco y poco tienen, además del descrédito.
Veinticinco años lleva ya “La crónica” y muchos han sido sus problemas y sus batallas. Recuerdo cuando la calle estaba llena de golpeadores del PRD. Ayer amagaban los porros. Hoy lo hacen otros, pero ni entonces ni ahora volteamos a ver las veredas sino el camino por avanzar.
Ni somos héroes ni somos mártires. Publicamos los hechos y comentamos la sensatez o la insensatez de quienes toman decisiones cuya trascendencia nos supera.
Podemos opinar porque podemos pensar y podemos pensar porque somos libres.
Solamente reconocemos como amos, la libertad y el amor a México. Por eso este es el único diario nacional comprometido abiertamente con la calidad y el ejemplo de los mejores mexicanos, de quienes aspiran a más por ellos y la patria y a los cuales, por su éxito, nuestro éxito nacional, modestamente les hacemos el homenaje de nuestros premios anuales.
Con otros mexicanos de élite, los integrantes de “El Colegio Nacional”, tenemos un convenio de divulgación gratuita. Nos rendimos ante la inteligencia y el compromiso por lo mejor y con lo mejor de la sociedad, la academia y el pluralismo.
Nunca una instrucción o una recomendación para escribir de tal o cual manera o sobre tal o cual personaje público. Ni cortapisas ni compromisos. Una libertad absoluta como pocas veces hubiera imaginado. Y eso se lo debo apreciar y agradecer permanentemente a Jorge Kawage y el cuerpo editorial, de quienes solo he recibido llamadas de aliento en varias circunstancias ahora de innecesario relato.
He visto los problemas financieros de “Crónica”. Yo diría sus crónicos problemas económicos y he sido testigo una y otra vez del empeño casi quijotesco de Jorge por seguir adelante innovando, construyendo, imaginando nuevas formas de servicio al público de ganar adeptos, lectores.
Nosotros no tenemos enemistad contra nadie.
Relatamos con seriedad e imparcialidad el inicio de este gobierno. Lo vimos subir y lo escribimos y fotografiamos. También lo vamos a publicar cuando se acabe.
Pero no es ese nuestro interés. Lo único verdaderamente importante en este cumpleaños compartido con quienes lo han hecho posible, ustedes lectores, es la promesa de seguir adelante, siempre adelante.