SERGIO ARTURO VENEGAS RAMÍREZ
Ya es miércoles. El cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI que abdicó el 11 de febrero de 2013, inició un día antes, el martes 12 de marzo de ese año.
La quinta votación en la Capilla Sixtina se celebra a eso de las 18:00 horas.
Ansiosos, miles de católicos y enviados esperamos la noticia en la Plaza de San Pedro y sus alrededores. Algunos colegas se despiden. Pocos quedamos en el Aula Paulo VI, acondicionada como sala multimedia para los medios venidos de todo el mundo.
No parece que vaya a haber humo blanco.
Un día antes, entrevisto en exclusiva para PLAZA DE ARMAS a Federico Lombardi, vocero de El Vaticano:
Seguramente del cónclave saldrá un hombre con enorme afecto para Latinoamérica, me dice casi premonitoriamente.
Pero eso fue 24 horas atrás.
Ya son las 19:05 del miércoles.
En ese momento, se da la noticia de que el Colegio Cardenalicio votó para que Jorge Mario Bergoglio fuera el primer Papa americano y el primer jesuita en ocupar el cargo más alto de la iglesia.
El protodiácono Jean Louis Tauran anuncia desde el balcón de la Basílica de San Pedro que habemus papam (tenemos Papa).
Y Francisco lanzó su ya célebre “recen por mí”.
Quizá porque sabía lo que se venía para él y la Iglesia Católica: una profunda reforma que abarcaría varios puntos. La intención de renovar se diseminó por todo el mundo. Lo mismo el Banco Vaticano que la remoción de obispos y cardenales involucrados en escándalos sexuales.
Pero también tocó la puerta a conflictos entre naciones, como Estados Unidos y Cuba.
Su visita a México, organizada por el entonces embajador de nuestro país ante la Santa Sede, Mariano Palacios, marcó un antes y un después en su trato con la curia mexicana: pidió a los 121 obispos “tener la mirada limpia”.
Recordando su principio básico: “los cardenales no pueden ser príncipes apegados a dignidades decorativas. La Iglesia necesita cardenales capaces de abrazar a los leprosos del siglo XXI”.
Un texto publicado el viernes por Índigo como motivo del cuarto aniversario de el Papa Francisco sostiene que “en ocasión de su visita a la Ciudad de México, el Papa Francisco fue claro al reclamar a los obispos no dejarse “corromper por el materialismo trivial, ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales”, les pidió.
“Ese fue el principio del alejamiento de la política del conservador cardenal Norberto Rivera Carrera, el arzobispo primado de México, según lo advierte el doctor Bernardo Barranco, sociólogo especialista en religiones, autor de, entre otros libros, ‘Las Batallas del Estado Laico’ y ‘El Evangelio Social del Obispo Raúl Vera’.
“Desde la óptica del mayor especialista en religiones de México, bajo ese fundamento, el Papa Francisco también ha optado por el empoderamiento de sacerdotes identificados con su política de una iglesia de mayor contacto social, como el obispo Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, que en octubre fue designado nuevo cardenal.
El Papa Francisco mueve sus piezas en México, de forma muy inteligente, dice el historiador y escritor Leopoldo Mendívil López, autor de, entre otros libros, “Secreto Vaticano”, quien aseguró que el Papa Francisco trata de alejarse de la política conservadora de la vieja Iglesia católica en México, “siempre en busca de ventilarla con ideas progresista que permitan un mayor fortalecimiento de esa institución”.
Hay una clara distancia entre Norberto Rivera y el Papa Francisco, dice Leopoldo Mendívil, y eso se puede entender claramente si se considera que Rivera es parte del grupo del obispo norteamericano y ultraderechista Raymond Leo Burke, el mismo que fue destituido por Francisco del Tribunal Supremo de la Signatura
Apostólica.
Raymond Leo Burke, agrega el historiador, es uno de los más fuertes opositores al Papa Francisco, al que ha señalado de hereje por las pretensiones reformistas dentro de la iglesia. La postura más radical fue una carta escrita junto con los cardenales alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, y el italiano Carlo Caffarra, en donde cuestionó las intenciones del Papa.
Esa carta fue la razón de la destitución de Raymond Leo Burke de su cargo en la congregación judicial del Vaticano, siendo enviado a una misión en la isla de Guam, en el Pacífico Occidental, “en una especie de exilio diplomático”.
Eso es lo que ha hecho que el Papa Francisco ya sea una figura de peso popular, no solo dentro de la grey católica, donde es común que los Papas sean populares, sino también más allá de los creyentes, en donde su figura se ha posicionado como la de uno de los personajes históricos más importantes de todo el mundo, en los últimos años.
Tal vez, por esa razón, la prestigiada revista Rolling Stone, especialista en música y cultura, le ha otorgado la portada de su edición de este mes.
En el impreso que sale a la venta este fin de semana, aparece el Papa Francisco con una amplia sonrisa y el pulgar derecho hacia arriba, acompañado de la leyenda “El Papa Pop”, en alusión a su carisma y popularidad.
Una popularidad fincada en sus intenciones de transformación de la Iglesia Católica y de decisiones sobre cosas comunes, que le han costado conflictos dentro de la jerarquía eclesiástica y poco a poco lo han dejado solo, en una soledad que – asegura la revista Rolling Stone- “comienza a ser palpable”.
Pero, a cuatro años de iniciada la era de Francisco, no hay duda de la transformación que esa institución vive: “hay una política social evangelizadora, que recupera la esencia del Concilio Vaticano II, la que pretende una iglesia más cercana a la gente”, señala el obispo Juan Espinoza, secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Así, la del Papa Francisco es considerada ya una iglesia más cercana a la gente y a los pobres, la que comienza a resurgir de la crisis en la que estaba sumida al momento de la renuncia del Papa Benedicto XVI al cargo de Vicario de Cristo cuando las acusaciones de pederastia y corrupción causaron severo daño a la imagen de la institución, concluye Índigo.
Y ya viene este año la sucesión del cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo de la Ciudad de México, quien el 6 de junio cumplirá 75 años y deberá presentar su renuncia a Su Santidad.
Para la sucesión, el Papa ha cambiado de Nuncia Apostólico en México. Envió a nuestro país al progresisita Franco Coppola, quien ha promovido a otros progresisitas como Carlos Garfias Merlos, quien dejó la diócesis de Acapulco para asumir la de
Morelia.
Sin olvidar los nombramientos como obispos de otros dos progresistas, Heriberto Cavazos y Oscar Efraín Tamez.
Bernardo Barranco, especialista en temas religiosos, entre los hombres que se mencionan para suceder a Rivera Carrera, destacan Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla; Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de Morelia, y Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey.
Pronto sabremos quién ocupará tan importante cargo.
Por lo pronto, hoy hace cuatro años, las campanas de San Pedro anunciaban la llegada del argentino Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Pedro.
Los cardenales fueron al fin del mundo a buscarlo, como dijo en su discurso de apertura.