En Querétaro ya no se habla de un delincuente detenido, sino de una herida abierta. La captura de José Luis N., alias El Snoopy, implicado en la masacre del bar Los Cantaritos, no es un triunfo para presumir, sino un recordatorio de que las estructuras criminales ya tocan la puerta de un estado que se creyó blindado.
Diez muertos y diez heridos en pleno Centro Histórico rompieron el mito de la ciudad intocable. Esa noche se derrumbó la narrativa de “estado seguro” y aparecieron los políticos miserables que intentaron capitalizar el dolor, fabricando propaganda con el miedo como si gobernar desde el terror fuera proyecto de futuro.
El operativo fue rápido, preciso y sin aspavientos.
Nada de shows mediáticos ni filtraciones. Coordinación entre fiscalías, fuerzas federales y policía local.
El sello lleva nombre: Iován Pérez Hernández, un mando que entiende que la seguridad no se administra con boletines, sino con estrategia criminal bien diseñada.
Los resultados ya son palpables: policía en las calles, patrullajes visibles, articulación con fuerzas federales, confianza empresarial. Pero el reto apenas empieza: procesos judiciales firmes, desmantelamiento de redes criminales y certezas tangibles para el ciudadano. La exigencia es clara: salir sin miedo a una ráfaga, conducir sin temor a retenes ilegales, trabajar sin la sombra de la extorsión.
Lo fundamental no es lo que se anuncia, sino lo que se sostiene en tribunales, hoy bajo los llamados jueces del bienestar. Allí se juega la diferencia entre justicia y simulación.
El cambio bajo el mando de Pérez Hernández es visible: operativos constantes, coordinación real y una Secretaría de Seguridad que dejó de ser escritorio político para convertirse en frente de calle. Su cercanía con Omar García Harfuch le da proyección, pero lo legitiman los resultados.
Esto contrasta con los tiempos de Juan Martín Granados, cuando la filtración de información y la manipulación de narrativas servían a intereses de Morena. Cicatrices de cómo el dolor ciudadano fue usado como mercancía política.
Querétaro no necesita operadores corruptos disfrazados de estrategas, sino mandos con visión criminalística y voluntad de construir confianza con hechos.
La captura de El Snoopy no es clausura, sino prólogo.
Querétaro perdió la inocencia de creerse intocable; lo que está en juego es si logra construir una estrategia que trascienda capturas espectaculares y se traduzca en certezas cotidianas.
Porque en seguridad no basta con detener: se trata de prevenir.
Carroñeros en la desgracia: trabajar o chillar
A 72 horas del diluvio que puso en jaque a Querétaro, quedó al desnudo quién se arremangó la camisa y quién vivió de la desgracia ajena. Mientras Protección Civil, brigadas municipales y estatales, el gobernador Mauricio Kuri, el alcalde FeliFer Macías, el secretario de Gobierno Eric Gudiño y más de 700 funcionarios recorrían colonias apoyando a familias, la oposición morenista se limitaba a chillar desde el teclado.
El primero en caer fue Gilberto Herrera, tundido en redes y obligado a borrar un post mal calculado. Después vino Fernando Flores, regidor de Morena: bravucón en redes, inútil en la calle. Invitado a tomar pala y carretilla, se excusó con un: “no caeré en provocaciones”. Una frase que lo retrató de cuerpo entero: cobra 88 mil pesos al mes, pero, es un huevonazo que no puede ensuciarse las manos.
El caso de AVSE refleja el “síndrome del crítico permanente”: señalan todo, resuelven nada. En redes son gallos, en la calle se arrugan. La ciencia lo llama inseguridad, la política mediocridad.
La lección de la tormenta es simple: no la marcan las siglas, sino las manos que se mojan y trabajan. Mientras unos cargaban costales, otros solo cargaban discursos. Los ciudadanos tomaron nota: quién estuvo en el lodo y quién recargado en un coche grabando videos.
Más Gudiños, menos AVSEs.
En Querétaro, la tormenta no solo destrozó calles, también hundió a los políticos de agua puerca.
Ni chalecos guindas, ni siervos de la nación, ni bienetas se arrimaron a trabajar.
Colofón
En tres movimientos, Ricardo Astudillo Suárez mostró que la política se mide en gestos y hechos. Anunció que donará su sueldo a las familias damnificadas, desplegó apoyos alimentarios y envió cuadrillas a levantar censos en las zonas más afectadas. Esa es la diferencia: ni Gilberto, ni Bety Robles, ni Luis Humberto Fernández se han arrimado a ver a los damnificados. Astudillo sí.
En política, como en la tormenta, los hechos pesan más que los discursos.
A chambear.
@GildoGarzaMx
