Las burlas, provocaciones o bromas –y otras tantas veces premeditado y abierto fraude –que han perpetrado escritores y ensayistas a editores, jurados de concursos y, por supuesto, a sus propios lectores, inventando autores ficticios u obras que terminan siendo una trampa, no son nuevas.
Entre las hechas para evidenciar la farsa que puede arropar el mundo literario e intelectual, no se puede dejar de considerar la del escritor Romain Gary, quien montó una tremenda burla al jurado del prestigioso Premio Goncourt, que él había ganado en 1956 con la novela Les Racines du ciel. Gary, héroe en la Segunda Guerra Mundial, Caballero de la Legión de Honor y Héroe de la Liberación; amigo de André Malraux y Albert Camus, políglota y destacado diplomático, tenía suficiente reputación para demostrar cómo las reglas de un premio pueden ser vulneradas.
Pues bien, en 1975 se convirtió en el único escritor que ha ganado dos veces el Premio Goncourt, algo claramente “imposible” desde la perspectiva de las reglas de este galardón literario, uno de los más importantes del mundo. Lo hizo presentando al certamen la novela La Vie devant soi bajo el seudónimo de Émile Ajar, un autor totalmente ficticio que él consiguió crear “legalmente” al punto de que el engaño perduró durante años.
La burla de Gary, sin embargo, iba más allá. Los críticos se habían enfilado en contra de él juzgando su obra como demodé y tampoco, por lo visto, les era simpática su condición de judío; en cambio, esa misma crítica celebró a Émile Ajar, su seudónimo, como un genial y joven escritor, cuando en realidad era el mismo Gary a quien ya veían como un autor decrépito.
La revancha de Gary puso en evidencia las contradicciones y debilidades de una crítica literaria siempre dócil frente a las “novedades” y un establishment cultural que además de ser engañoso puede ser burlado.
Todo esto viene a cuento porque hace unos días, en Cannes, Francia, en medio de una mesa redonda que abordaba la Metamorfosis de la democracia y cómo la inteligencia artificial quiebra la gobernanza digital y redefine nuestra política, fue introducido el tema de la “hipnocracia”, rimbombante término que alude a nuevas formas de manipulación y que proviene de un libro publicado el pasado mes de enero (Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad) y que en pocas semanas se posicionó en los círculos intelectuales más respetables de Europa.
El autor de esta obra que examina los nuevos métodos de manipulación empleados en la sociedad actual, es Jianwei Xun, un filósofo hongkonés que adquirió de la noche a la mañana casi tanta fama como Byung-Chul Han –el filósofo coreano de moda–, sólo que con una desventaja: no existe.
En realidad, según se sabe ahora, toda esta teoría de la Hipnocracia (bastante interesante, por lo demás) es un trabajo del ensayista y editor Andrea Colamedici, que presentó la obra como una traducción suya. La realidad es que él es el autor y confeccionó su ensayo con el apoyo de dos plataformas de inteligencia artificial.
Dentro de la Unión Europea esto no es necesariamente un problema, siempre y cuando se advierta a editores y público cómo se realizó el trabajo, algo que evidentemente no hizo el señor Colamedici. Por supuesto, el escándalo es ahora mayúsculo, porque en muchas partes ya se daba por existente al tal Jianwei Xun.
Uno de los medios que han resultado engañados ha sido el diario español El País, que ha tenido que explicar a sus lectores que decidió “eliminar el contenido del artículo publicado el pasado 26 de marzo y en el que se hacía referencia a contenidos explícitos del trabajo atribuido al supuesto filósofo hongkonés, cuya existencia se ha demostrado que es falsa”.
Pero desde luego, como informa el mismo diario, no han sido los únicos engañados: “La teoría ha sido recogida por numerosos medios y representantes de instituciones académicas, entre ellos Cecilia Danesi, investigadora en el Instituto de Estudios Europeos y Derechos Humanos (Universidad Pontificia de Salamanca), quien asistió al encuentro de Cannes y ahondó en los conceptos del libro Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad (Ediciones Tlon)”.
Con todo, tras el engaño hay también una intensa polémica en torno del futuro de la filosofía y la inteligencia artificial. Andrea Colamedici, ha declarado a El País que “la intención de Hipnocracia fue crear un experimento filosófico y una performance artística con la que resaltar los riesgos y peligros de usar la inteligencia artificial construyendo un libro que dijera cosas en las que yo mismo creo y he producido. No quería engañar al lector, el propósito era académico, resaltar mecanismos peligrosos de uso de la inteligencia artificial por parte de las grandes tecnologías mediante un uso imprudente de esta y, en cambio, invitar a su uso consciente. Quería dejar claro no solo los peligros, sino también mostrar la práctica de las tesis que él encarnaba, por lo que es un libro que simultáneamente explica una teoría y la encarna al mismo tiempo”.
Como se ve, la época de Romain Gari ciertamente ha quedado atrás, pero no su juguetona perspectiva crítica, que ahora encarna, aunque de otro modo y en el campo de la filosofía, Andrea Colamedici. Los críticos y ahora los filósofos son nuevamente burlados, aunque con innumerables dudas sobre el futuro de sus respectivos oficios.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez