Parte de los delitos por los cuales ahora se agrava la situación procesal de Rosario Robles, conocidos genéricamente como “la estafa maestra” (un genial título periodístico), no caben dentro de esta definición.
Si esta cadena de malversaciones ocurrió desde las secretarías al cargo de la maestra Robles, cuya prisión actual es eminentemente política; no jurídica, todo lo ocurrido antes de su gestión en Sedesol y Sedatu; es decir, el financiamiento de la campaña de Enrique Peña Nieto, no pudo ser cometido ni desde ahí, ni mucho menos por ella.
La Auditoría Superior de la Federación, cuyas revisiones de 2013 y 2014 dieron lugar a las investigaciones periodísticas y de Mexicanos contra la Corrupción, después, nada hablan del financiamiento externo de las campañas.
En todo caso podrían dar indicios sobre el desvío de dinero público hacia el PRI, como aparentemente ocurrió con el uso generalizado de membretes y empresas inexistentes.
Algunos dineros mal habidos en la campaña, fueron suministrados por Oderbrecht a cambio de futuros contratos. Los recibió y repartió un señor cuyo nombramiento en PEMEX sorprendió a medio mundo, pues él (Lozoya), se dedicaba en la campaña a temas internacionales. Claro, la recaudación de fondos en el extranjero es un asunto foráneo.
Hoy el caso Robles es una muestra del desaseo absoluto de los procedimientos judiciales en México. Las acusaciones, hasta las más descabelladas, vuelan –sin ton ni son– de la Fiscalía a la Unidad de Inteligencia Financiera.
Atraviesan los cielos cibernéticos en la infinidad de tuites y mensajes provenientes de granjas y bots al gusto de cada una de las partes.
Los delitos de Lozoya no son los mismos de Rosario, si también ella hubiera cometido los suyos. Hasta hoy nada le han probado. La similitud en ambos casos ha sido la cercanía de Rosario con Peña. Quizá tanta como la de Lozoya. Pero en ninguno de los dos casos
como Luis Videgaray.
La otra similitud es su capacidad canora.
Lozoya, debidamente aconsejado por quien en los inicios de todo este asunto era su abogado, el gran Javier Coello Trejo, dejó una frase (en este país de frases) para la historia: no se mandaba solo. Tampoco Robles, tampoco –en ese caso–, Videgaray. Mucho menos Osorio Chong.
La sarta de acusaciones y búsqueda de delaciones sólo tiene un propósito: lograr la “hazaña” histórica de someter a juicio a un ex presidente de la República, a quien no conviene acusar directamente. dese la cima del poder. Es mejor esperar a ver cómo lo señalan los suyos y cómo en sabia consulta el pueblo prende la hoguera .
Y para lograr las delaciones es muy simple: se aprietan las condiciones carcelarias, se extienden las investigaciones a parientes y cercanos (en el caso de Lozoya su hermana y su madre), en el caso de RR , se le abruma con el cargo de delincuencia organizada y se logra una canción interminable.
Todos cantan cuando se trata de salvar el pellejo o al menos hacer más leve el tiempo en la sombra. Así traiciona cualquiera, se llame Sosamontes, Zebadúa, Lozoya o quien quiera.
En otros tiempos se obligaba a firmar confesiones a modo de los acusadores, mediante la tortura física o sicológica. Ahora no, ahora se congelan cuentas, se persigue a familiares, se amplía el circulo de sospechosos hasta volverlos culpables y todo a la luz del día y con el aplauso del respetable público.
–Yo no interviene en ese asunto. Es cosa de la fiscalía y la fiscalía es autónoma y etc, etc, dirá cuando sea necesario la catedral del Palacio Nacional. Y digo catedral por la cátedra.
FE
Incontables son en México las procesiones. Solamente a la Basílica de Guadalupe hay más de tres mil cada año. Millones y millones de personas movidas y conmovidas por la fuerza de la fe.
Pero esta pandemia empuja a los fieles en sentido contario: si en el siglo XVII se decía,:
“Qué más hemos de menester que la protección de la Virgen de Guadalupe… ella ha sido, es y será por siempre nuestra protectora contra las epidemias y contra todo mal que aqueja a los mexicanos”, hoy esa certeza se ve impedida en la casa misma del Tepeyac:
La rectoría del templo guadalupano se puso de acuerdo con el gobierno de la ciudad y va a cerrar el templo.
“De la peste, la guerra y el hambre líbranos Señora de la Defensa”, casi como el “Detente” de ya sabes quien.