Rubén Cortés
El actual presidente canceló los 109 fideicomisos que beneficiaban a los ciudadanos, porque decía que eran fuente de corrupción. Pero:
1.- Llegó a la presidencia con un fideicomiso para damnificados de los sismos de 2017, del cual 70 personas sacaron 64,5 millones en cheques y ninguno era damnificado, porque todos eran de Morena.
2.- Compró la refinería Deer Park Refining Limited Partnership con los 23 mil millones de pesos del Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin), un fideicomiso creado durante el gobierno de su odiado Felipe Calderón (2006-12).
3.- Y permite que los militares un fideicomiso: el de “Administración y Pago de Equipo Militar”, cuya bolsa ha crecido cuatro veces, a un ritmo de seis mil millones 174 millones de pesos en 2018 a 32 mil 387 millones de pesos en 2022.
Así que los militares acababan el año como los nuevos ricos de México, gracias a la estrategia castrochavista del populismo venezolano, nicaragüense y mexicano, basada en sacar a los empresarios del poder político para meter a los militares, y sean las armas, no las urnas, la fuente del poder del presidente de turno.
Hay que recordar que el actual presidente mexicano llegó al poder con el compromiso de acabar con los fideicomisos, como el que permite a los militares. Dice el punto 18 (de los 50 puntos del programa con que gobierna): “Se cancelarán los fideicomisos y cualquier instrumento para ocultar fondos”.
Se debe recordar que un fideicomiso es un fondo de dinero público y privado, cuyos rendimientos se usan en financiar una actividad que, en el caso de México, eran 68 millones de pesos para creadores culturales, patrocinar atletas olímpicos, becarios en estudios de postgrado, damnificados de desastres naturales…
Sin embargo, a los únicos que se les permite hoy es los militares. El presidente firmó un decreto que autoriza al Ejército y la Marina hacer fideicomisos públicos sin estructura, para recibir y administrar el dinero, que obtienen en las aduanas, que coordinan desde que el presidente echó a los civiles y colocó a militares.
En sólo cuatro años, el México del siglo 21 (que es socio comercial de Estados Unidos y de Canadá, con un intercambio anual de 500 mil millones de dólares anuales), se revirtió en una Guatemala del siglo pasado: con el Ejército infiltrado en el poder civil, manejando el dinero y el monopolio de las armas.
Es improbable que los comisarios hayan leído a Lenin, pero coinciden en el precepto del primer dictador soviético: “Usen las libertades de la democracia burguesa, pero no crean en ellas”. Saquen lana de los fideicomisos y elimínenlos; acepten al INE sólo si los declara ganadores, alaben a la prensa, únicamente si los adula.
Todo, en cuatro años.