La celda del general Tomás Mejía es simplemente una habitación que seguramente utilizaron las hermanas de la orden franciscana de las Capuchinas, aquellas que cambiaban sus quehaceres para la penitencia de salvar el mayor número de almas en pena, un camastro, una ventana circular en la parte de arriba, la silla roída apenas hace de sostén, una mesa desvencijada ha tirado lo mejor de sus años al abandono, es 1867, las leyes de reforma terminaron con el total de curas, hermanas religiosas, órdenes y cofradías, fueron expulsados a la calle, el gobierno de Juárez se hizo de todos los edificios y bien raíz, en la calle deambulan aún como desalmados, menesterosos en orín y locura caminan hacia lograr un simple mendrugo ¡El sitio a la ciudad arreció esta condición!
Ahí encarcelado y ya enjuiciado el general conservador ¡El Mesías! Hace labor a su alias, dentro de un juicio insano, lleno de inconsistencias al proceso – ya existe el Juicio de Amparo, pero como es corte marcial es imposible hacerle valer- su abogado defensor en el juicio Don Próspero C. Vega le hace la lectura de la sentencia al reo que por ¡Traición a la patria! Ha sido condenado a la pena capital bajo el instrumento de “Fusilamiento” mismo que se llevará a cabo el 19 de junio del año en curso, al primer canto del gallo, en el lugar del Cerro de los Espantos, noticia que sale en el periódico cultural y literario “La Sombra de Arteaga” donde se narran los acontecimientos del juicio en el Teatro de la República, llegando a su fin el 14 de junio de 1867 ¡Donde se dictó Sentencia!
– ¡Pero la sentencia de muerte se ha negado con la constitución de 1857! – pregona el general Tomás Mejía – Una cárcel perpetua en San Juan de Ulúa sería lo correcto- le menciona a su abogado Don Próspero C. Vega; el general ¡Quién por primera vez se le nota en su rostro de Jonás-Pame un alejado dejo de nostalgia! – ¡Mi hijo apenas caminará! – continua – ¿Qué será en la desdicha de ser hijo de un traidor? Seguro en poco tiempo las cofradías masonas terminarán por asesinarlo igual que a mi esposa ¡Que desdicha! -.
La calidez de Don Próspero, sensible a lo ocurrido, quien como abogado tuvo a todo un sistema republicano en contra, una vez cayó la espada del imperio al ser otorgada por el propio Maximiliano de Habsburgo al general del Ejército del Norte Mariano Escobedo en capitulación de la ciudad de Querétaro ¡Después del sitio! Le da razón de que el juicio por traición ¡Siempre salen inconsistencias! – ¡Es una orden mi general! El presidente Benito Juárez desea que ustedes muestren la lección a todo el orbe ¡Si no los ejecuta cualquier príncipe querrá hacerse de la nación! Tendremos una lluvia interminable de locos monarcas por hacerse de nuestro territorio.
¡A lo lejos se escucharon algunos disturbios! Golpes y disparos asediaron las celdas próximas a donde está encarcelado el reo Mejía, a su lado está el propio Emperador – bueno, que ya no lo es- y el general Miguel Miramón, quienes han recibido la misma sentencia ¡Después de empujones y riñas se acercaron cuarenta soldados al mando del Capitán Ursúa! Detrás de ellos los escoltas del general Mariano Escobedo ¡Quien con voz recia hizo de la presencia!
– ¡Fuera todos cabrones de aquí! – les indicaba a los guardias de celda- A la par de sacar a todos excepto al señor Don Próspero C. Vega, quien funge del defendido como propio ¡Andad bola de cabrones! ¡Fuera todos! Una vez los soldados sacaron a los reos Maximiliano príncipe de Europa y al general Miramón junto con sus celadores, al no haber testigo alguno, increpó a los soldados al sigilo y permuta de lo que ahí verán y escucharán – ¿Habéis entendido? De ahora en adelante ¡Yo soy el juez marcial! Lo que se diga se hará ¿Entendido? – ¡Sí señor general! – respondieron al unísono.
Tomó la silla desvencijada y se sentó delante de Mejía ¡A Don Próspero se le asignó una escolta que lo mantenía a distancia del general! – Mi general Tomás Mejía, tenía un largo discurso para lograr hacerme de tu atención durante el juicio, quería ¡Y así lo planee! Acercarme para platicar, pero no era en ese momento ¡Lo debidamente correcto! Así que aquí estoy, sin odas ni oníricos ¡Cómo es!
El general se levantó de la silla y volteó a buscar un papel que le entregó uno de sus escoltas – ¿Sabes qué es esto mi general? – mientras le muestra un oficio al general conservador – ¡Sí señor general! La redacté de puño y letra – ¿Qué dice mi general? Si pudiera leer a los presentes – ¿Con qué razón mi señor? – Serpenteó admirado Mejía- ¡Mis hombres solo desean escuchar mi señor general! – Escobedo no tiene por costumbre atender grados en los traidores ¡Mejía ya es considerado uno! – El general Tomás Mejía se puso de pie – ¡Los escoltas se amagaron con la espada! – tomó unas viejas gafas de óptica y comenzó a leer:
-…siendo el día… del mes… su máxima autoridad del Ejército Conservador Libertador José Tomás Mejía Camacho, hago del portador, como un reo perdonado de vida ¡Que sirva de validez en todo el territorio de la nación! El ciudadano Mariano Antonio Guadalupe Escobedo de la Peña sirve de libertad y sin ser siquiera molestado en su persona ¡Bajo el perdón marcial que emito! Válido desde la fecha… hasta el día de hoy, signa… su servidor General Tomás Mejía.
¡Los ojos de Don Próspero C. Vega se llenaron de lágrimas! El general Escobedo habló fuerte y claro:
– ¡Es mi deseo general hacerle saber que estos hombres lo escoltarán hasta Veracruz! Donde del puerto saldrán hacia Europa, que en Francia ya tenemos quienes le recibirán ¡Sepa usted mi señor general que soy hombre de una sola pieza! Sin cuarteaduras ni grietas ¡Usted me perdonó la vida en la sierra queretana! Ahora hago lo correcto ¡Solo devolver la cortesía! ¡Ni siquiera el presidente Benito Juárez lo sabe! Sé lo que esto implica ¡Diré que escapó y que se hace la ley de canto de quien lo encuentre tiene la validez de asesinarlo! Pero sabedor de su diestra ¡Saldrá avante en cada embate!
– ¡No es de mi voluntad recibir su perdón mi general! – contestó Mejía.
– Pero ¿cómo? No es a mutuo acuerdo mi señor ¡Es una orden! Usted escapará con mis hombres y yo tendré una afrenta saldada ¡De no hacerlo! Sabe que la condena a no cumplir una deuda de vida ¡Es el infierno de la humillación interna por todo lo que me reste de vida!
– ¡Salvar al Mesías! No es por más que lavarse la conciencia mi general ¡No encontrará paz en su corazón mientras siga considerando que la nación que necesitamos se deba parecer a los norteamericanos! Debe buscar adentro de su corazón, hacerle saber al presidente Juárez que debemos encontrar la manera correcta de llevar esta nación a una mejor expectativa ¡Qué solo república y más república! – el general Escobedo escucha con atención ¡Admirado que no teme a la muerte! Le hace de otro comentario.
-En lo que decide mi señor general Mejía, deseo hacerle de su saber que llevamos varios pelotones de fusilamiento sublevados en castigo por su culpa ¡Nadie quiere fusilar al Mesías! Argumentan, prefieren el cadalso de la mazmorra de arresto por asesinar ¡Al mejor general que ha tenido esta nación! A lo que me uno de manifestación ¡No deseo darle muerte mi general! Aún tiene mucho más que enseñarnos – inclusive se denota un aire de admiración de parte del general Escobedo.
– ¡Pensar así le ganaría el paredón mi general Escobedo! Lo sabe muy bien. No comparto la idea de huir ¡Jamás lo hice! Afronté desde niño mi identidad nacional y no la cambiaré ¡Creo profundamente en mi Virgen de Guadalupe! Soy un soldado de Dios ¡Ustedes aún no saben a quien sirven! A una institución que no conocen ¡Tal vez nunca lo harán! ¿República? Es un concepto norteamericano, pero seguirán sus órdenes ¡Cómo alfiles de un ajedrez que desconocen quien mueve las piezas! Seguid así y nos llevarán a la ruina una y otra vez. En lo que concierne a la oportunidad de escapar ¡La niego! A salvo de una sola condición ¡Que escapen por Veracruz el general Miguel Miramón y el príncipe europeo! Solo así.
– ¡Imposible mi señor! El ofrecimiento es solo para su persona ¡No hay deuda con ellos! Ni una sola.
– ¡Pues niego entonces la oferta!
– ¡Esperad siquiera hasta mañana mi señor que se cumpla la orden! Dejaré al escuadrón a su servicio si en cualquier momento deseara hacer uso de ellos ¡Mi ofrecimiento no tiene fecha de caducidad! – Escobedo se acercó y le dio un abrazo marcial al general Mejía ¡Sus hombres se miran entre ellos admirados de tal muestra de respeto! Se retiró y dejó al mando del escuadrón de evasión al general Mejía.
¡Después de un tiempo el príncipe europeo y Miramón volvieron a sus celdas!
Mañana del 19 de junio de 1867, Cerro del Espanto, camino al paredón.
El pelotón que ejecutará a los reos por traición a la patria ¡Fue cambiado más de nueve ocasiones! Al enterarse que ejecutarían al general Tomás Mejía ¡El Mesías! Ninguno se atrevía a tomar un arma en contra de quien se considera un iluminado en las artes de la batalla ¡Saben que faltan muchas batallas aún por vivir! El propio sargento de montas lo sabe, los capitanes apuestan al azar quien dará el mando de carga que permitirá al pelotón terminar con la vida de los traidores a la patria ¡Muchos anhelan obtener su espada imperial que luce con piedras preciosas y destellos de áureo granel!
Los capitanes debieron subir el tono del castigo conminando como ¡Desacato a fusilamiento! A quienes como personal asignado no obedecieran la orden ¡Así se formó el pelotón del patíbulo! Pero entre ellos quedaron de acuerdo que al disparo ¡Solo apuntarían hacia el príncipe europeo y al general Miramón! Al general Mejía solo lo dejarían herido ¡Se arriesgan a que el capitán dé el tiro de gracia! Pero si logra hacerse el fallecido saldrían victoriosos ¡Esa fue la orden del general Mariano Escobedo!
Desde la ciudad todas las familias despiden a las comitivas que escoltan a quienes serán fusilados ¡Desde los balcones le esgrimen al príncipe europeo sonrisas y lágrimas de dolor! Tres carrozas van en camino del cerro del Espanto, aquel de rocas que cuando caen suenan como campanas de la parroquia de Santa Ana ¡Causando el revuelo por posible ataque de flanco! Un piquete de soldados va con el emperador ante el posible rescate de conservadores escondidos en las familias acaudaladas de la ciudad; la otra escolta de soldados custodia la carroza del general Miramón quien solo hace por sollozar ¡Su esposa le sigue caminando a lo largo de toda la ruta! Tomando de la mano a sus cuatro hijos; los escoltas de la carroza del general Mejía son los mismos que le puso el general Escobedo ¡A cualquier orden, mueca o señal del general conservador harán el desorden y lo salvarán! Así está preparados.
¡Todo con calma hasta el camino del cerro!
Una simple pared de adobes servirá de patíbulo, cuatro mil soldados republicanos hacen la formación de batalla, esto permite observar el poder masón que pueden llegar a tener bajo la figura del Ejército Republicano, en esta nación de confabulaciones y traiciones ¡Quienes en elegante uniforme observan lo sucedido!
¡Fueron colocados los tres delante del pelotón! Maximiliano trata de cambiar el lugar con Miramón, pero este se lo niega, el príncipe europeo se abre su camisa ¡Igual que sus barbas! Y esgrime una frase: ¡Muero por causa justa! Por México ¡Que mi muerte selle esta sangre que se derrama todos los días entre hermanos! – ¡Fuego! – ¡Seis disparos dieron en su pecho! Aún en el suelo levantaba sus manos en señal de viveza ¡El capitán se acercó y de quemarropa disparó en su pecho! Su corazón se detuvo en un instante ¡Sus ropas se incendiaron! Tuvieron que echarle agua.
¡Tocó el turno a Miramón! Quien esgrimió: ¡Quiten de mi historia el sobrenombre de traidor! Es injusto ¡Muero inocente! ¡Que mis hijos venguen de cada uno de los autores de este crimen hasta el infierno si es necesario! – ¡Fuego! – ¡Seis disparos dieron en su pecho! Haciendo una mueca de horror y de espanto ¡Murió!
¡Mejía fue el último en hablar! Solo dijo – ¡Los valientes regresan por el fuero de la verdad! – ¡Fuego! – seis balas entraron en su pecho ¡Justo antes de morir su esposa corría con su hijo en brazos hacia él! Al acercarse el capitán observó que las balas ¡No hirieron el cuerpo sino solo la ropa que se prendía en fuego! Dio la orden a un soldado de que se acercara y disparara ¡Este se negó! Tomó el propio capitán el rifle de su caballo y cargó ¡En su mente cuenta! – ¡Atención! … Preparen ¡Apunten!… ¡Fuego! – ¡Da a quemarropa en el corazón de Mejía! Quien solo sonreía al mirarle… ¡Volvió a cargar! – Atención… ¡Preparen!… Apunten… ¡Fuego! – descargó nuevamente… ¡Mejía no moría!
– ¡Con una chingada!… Apunten… ¡Fuego! – volvió a descargar el tiro ¡Mejía seguía vivo! Se acercó el general de batallón – ¡Para estúpido! Ya están muertos ¡Mira! – pero en su locura el capitán seguía viendo con vida a Mejía – ¡No mi señor aún vive! ¡Dadme un rifle! Ahora – ordenaba a su gente quienes no hacían caso ¡Se hizo el zafarrancho que tanto temían! ¡La gente se abalanzó hacia el pelotón increpando un exceso de uso de armas! Porrazos, golpes y palos.
26 de junio de 1867, casa del general Tomás Mejía.
El general no tuvo sepelio ni funeral ¡Su cuerpo yace sentado en una silla en la sala de su casa! En un estado de putrefacción mínimo ¡Parece como si viera esperar su chocolate que tanto degustaba! La gente se asoma por la ventana esperando el morbo del mal olor ¡No existe! Su esposa le sigue atendiendo como si lo necesitara ¡Le cambia su ropa todos los días! Lo baña ¡El rigor mortis no ha aparecido! Una ligera mueca de alegría se mira en su rostro duro ¡Pálido! Pero en buen estado.
Su esposa le hace al juego con su hijo ¡Mientras ella no deja de llorar! Le habla y acaricia su pelo lacio, el niño ha aprendido a jugar con papá – ¡Pero mi cielo que mal humorado estuviste anoche! – le decía su esposa mientras lo prepara para dormir- ¡No dejabas de moverte! El niño se espantó, pero le dije que solo era tu cansancio ¡No le mires así es un chiquillo! Los niños hacen cosas de niños que no entendemos los adultos ¡Anda te puse el pijama que tanto te gusta!!
En la atención a su esposo amado la señora no puso atención a los crujidos de las maderas del parqué que llevan a la alcoba principal ¡Un par de soldados liberales han entrado a su alcoba! ¡Le descargaron dos disparos a ella y uno más al niño! Ambos murieron ¡Después se echaron encima del cuerpo de Mejía tendido en la cama y lo cosieron a puñaladas! ¡Una y otra vez con la bayoneta! Hasta el cansancio.
De pronto ¡Un soldado imperial salió de entre la penumbra y descargó disparos a los asesinos! Ambos cayeron a los pies del tálamo nupcial. El soldado a punto del desmayo de terror cuando miró al general Mejía ¡Hacer por levantarse!
-FIN-