Quien ha leído la Ilíada, el gran poema homérico, podrá recordar que Áyax, un heleno, héroe de la guerra de Troya, dio muerte a Aquiles con una flecha envenenada que dio justo en su talón, una parte de su cuerpo que era vulnerable. Aquiles, hijo de Peleo y la ninfa Tetis, sumergió al héroe en la laguna Estigia, menos su talón –símbolo universal de la debilidad humana. A la muerte del héroe varios helenos se disputaron el escudo de Aquiles. En la disputa perdió Ayax, quien presa de la cólera, arremetió con todos los seres vivos que encontró a su paso.
Traigo a colación esa locura que semeja la del presidente López que se lanza contra todo: la clase media, los empresarios; los periodistas, los defensores del medio ambiente, las feministas, los jesuitas… la comunidad judía.
En el colmo de la demencia, ha ofendido al publicista Carlos Alazraki llamándolo hitleriano, siendo precisamente judío, al igual que la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, aunque ésta reniega de su
condición. La agresión se extiende a Beatriz Pagés acusándola de priísta, a despecho de haber renunciado a ese partido hace varios años; y a Javier Lozano de haber coordinado la compañía de José Antonio Meade, cuando todos sabemos que fue Aurelio Nuño quien se
desempeñó como tal.
Nuestro Áyax que despacha en Palacio Nacional no parece tener límites. Pese a la bancarota de la economía, la violencia incontrolada, el contubernio con el crimen organizado… y sus fracasos evidentes: el aeropuerto de Santa Lucía, donde no se paran ni las moscas, salvo aviones venezolanos cuyos pasajeros pasan sin registro migratorio: la Pageí no inventa tal irregularidad: tomó el dato de El Universal. ¿A qué vienen esos migrantes? No lo sabemos. Pero sospecho que a nada bueno. Pues que nada bueno se puede esperar del macuspano. Sólo denuestos, mentiras lamentaciones, como aquella en la que se queja de la mofa contra el pobre hijo suyo, un adolescente excedido de peso, por una alimentación descuidada. El presidente podrá decir que lo ama, pero deberá reconocer que está desatendido, entretenido con sus inauguraciones, giras y mil ociosidades.
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Una perla: dado que la prensa del mundo no es capaz de perdonar a Julian Assange debería hacerse una campaña para demoler la estatua de la libertad, un ícono que ya nada significa. ¿Qué pensará Joe Biden de éste disparate? Nada. Morirá de risa.