Ariel González
Por más esfuerzos discursivos y por más intenso que ha sido el lobby de los morenistas entre empresarios y otros sectores sensibles para establecer o hacer verosímil la idea de que el próximo gobierno trabajará bajo la línea de una “continuidad con cambio”, las señales que indican que se trata solamente de una continuidad sin ambages y sin anestesia se multiplican.
Los primeros mensajes de Claudia Sheinbaum –sin duda alentadores incluso para sus adversarios– tuvieron como propósito instalar la idea de que gobernará para todos y que buscará matizar algunas de las reformas constitucionales que los legisladores de Morena, si consiguen ilegalmente la sobrerrepresentación que les daría la mayoría calificada, están ansiosos por aprobar en el mes de septiembre, justo antes de que le sea impuesta la banda presidencial. En un segundo momento, la virtual Presidenta electa insistió en estos mensajes moderados –enfatizando particularmente el tema del poder judicial, minimizando los efectos que traería su reforma– para tranquilizar a los mercados financieros.
Sin embargo, ya con el anuncio de la primera parte de lo que será su gabinete y aprovechando la buena recepción que tuvo, Sheinbaum deja atrás el marco de las ilusiones y recalca (porque nunca dijo lo contrario, ciertamente) que, por ejemplo, la militarización del país no hará sino incrementarse durante su gobierno o, en palabras más suaves, que la Guardia Nacional será formalmente parte de la Secretaría de la Defensa.
“Ya se pueden imaginar –dijo un exultante López Obrador– el gusto que me dio escuchar (…) que la Presidenta de México, la Presidenta electa de México, pronto presidenta constitucional y comandante suprema de las fuerzas armadas, haya dado a conocer que la Guardia Nacional va, como debe de ser, a formar parte de la estructura de la Secretaría de la Defensa nacional, muy buena noticia”.
Continuidad a secas. La “izquierda” que iba a regresar a los militares a sus cuarteles le refrenda su entera confianza y apoyo total a la Sedena para manejar la Guardia Nacional a pesar de los pésimos resultados que esta política ha tenido en el sexenio que termina. Y para quitarle lo inconstitucional a esta decisión, el gobierno entrante cuenta con que las reformas constitucionales propuestas el pasado 5 de febrero por López Obrador sean aprobadas sin que se les quite una coma por sus nuevos empleados en el Congreso, para ese momento integrados como prepotente pero servil mayoría.
¿En verdad alguien esperaba otra cosa? La mayor parte de los integrantes del gabinete presidencial que se han dado a conocer se caracterizan, efectivamente, por su buena formación y profesionalismo, pero eso no basta para suponer que serán parte de una “continuidad con cambio”. Casi todos son conocidos, principalmente, por su disciplinada actuación (en algún caso hasta la ignominia, como Ebrard) en la administración que está por concluir.
¿En qué sentido podrían cambiar las cosas? ¿Condenaremos sin medias tintas a la dictadura nicaragüense o la invasión rusa de Ucrania con la nueva cancillería de Ramón de la Fuente? ¿Dejaremos a un lado la obsesión ideológica por el maíz transgénico con el nuevo titular de la Secretaría de Agricultura, Julio Berdegué? ¿Qué sentido tendrá una consejera jurídica como Ernestina Godoy en un gobierno que está por destruir su principal contrapeso, el Poder Judicial? ¿Se estrenará la nueva secretaria de Medio Ambiente, Alicia Bárcena, deteniendo la destrucción de los cenotes por el Tren Maya o regulando de inmediato las mortíferas emisiones de la Refinería de Tula?
López Obrador y Claudia Sheinbaum van por el país pregonando con toda claridad que presidente saliente y presidenta electa son uno mismo. En su gira de la victoria la irrealidad de la propaganda se sobrepone permanentemente a los hechos: crecimos como nunca, el salario mínimo está al alza, los apoyos a los más necesitados son imparables, la salud como en Dinamarca y, alégrense, nos esperan otros seis años de transformación.
La continuidad con cambio es un gran guión, no cabe duda, pero el actor todavía central, el Presidente López Obrador, quiere terminar con broche de oro su mandato dejando claro que todo será continuidad y que los únicos cambios son los que él ha previsto con las reformas que aprobarán sus legisladores una vez que se constituyan, ilegalmente insisto, en mayoría calificada mediante la sobrerrepresentación.
Si alguien abrigaba alguna esperanza de continuidad con “cambio”, la misma Claudia Sheinbaum se ha encargado de dejar en claro que a lo más que podemos aspirar es a una continuidad maquillada en temas técnicos o irrelevantes; pero en lo que hace a los temas medulares como la destrucción del Poder Judicial o la creciente militarización del país, sólo habrá continuidad sin anestesia.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez