Hay una máxima, no escrita pero conocida, que expresa que la política no es para el que le gusta, sino para el que le sabe. Y otra más, usada por los ganaderos que afirman que no se le pone el cencerro al becerro porque pierde la manada. Estos dichos vienen a cuento porque es evidente que lo que faltó en el sonado caso de la licencia y la elección de un gobernador interino en Nuevo León, es el oficio político y la madurez, no solo para no haber generado el conflicto, sino también en la forma de enfrentarlo.
Samuel no midió las condiciones políticas de su estado al aceptar la candidatura, para una elección que sabía no iba a ganar, o trató de modificarlas y no logró por su arrogancia que el Congreso local eligiera un interino a su conveniencia. Ignoró las disposiciones constitucionales y quiso manejar las cosas en el más puro estilo caciquil de la vieja política que dice combatir.
La inmadurez que muestra en tik tok y redes sociales, brilló ahora en el affaire neoleonés y se exhibió como un gobernante caprichoso que considera al gobierno de su propiedad. Su falta de oficio político le impidió ver que solo sería un instrumento para los objetivos de una dupla mezquina en busca de implantar una nueva hegemonía. Si lo sabía peor, porque entonces evidencia que lo suyo es la ambición y Nuevo León su trampolín.
Muy diferente fue la actitud de su amigo y compadre Luis Donaldo Colosio quien le advirtió lo inmaduro de su proyecto, manteniéndose firme en su decisión de primero servir y aprender. Pero se entiende, no es lo mismo traer en la sangre los genes de un líder y no los de un empresario que castiga a sus hijos cargando palos de golf. El affaire Nuevo León está por el momento cerrado, pero la actitud revanchista que ha anunciado, facilitan que siga siendo utilizado mercadológicamente por el dirigente del partido naranja, urgido del fosforo que le haga crecer.
Y ya que hablamos de mercadología electoral, conviene revisar los números que presentan las precandidatas únicas y para eso sirve la encuesta publicada en El Financiero el día 5 de diciembre, levantada entre el 24 y 25 de noviembre. Las cifras muestran una ventaja en preferencia electoral de 19 puntos para Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez, 50% contra 31%, más 7 puntos para Samuel García y 12% de indefinidos.
Comparados estos números con el mes anterior (46-28), Claudia crece 4 puntos y Xóchitl 3, lo que es un crecimiento escaso y pobre, especialmente en el caso de Sheinbaum que tiene mayor exposición que Xóchitl. Esta diferencia no sorprende, ni justifica que desde ahora se dé como triunfadora a una sobre la otra. Las encuestas no son profecías y falta ver los números siguientes ya sin Samuel García en la ecuación.
Lo que sí es sorprendente, es el resultado en cuanto a imagen y opinión, en la que hay también una diferencia de 17 puntos favorable a Sheinbaum con 49% y Xóchitl con 32 de opiniones positivas, pero llama la atención las altas menciones negativas para Xóchitl 51%, contra 35% de Sheimbaum.
El argumento que ha permeado en los allegados a Xóchitl es que todavía no es suficientemente conocida, pero esto ya no es cierto ni debe seguirse asumiendo como tal, solo el 9% dijo no conocerla. Algo tiene que hacer la precandidata para remontar no solo la diferencia en cuanto a preferencia, sino la dramática cifra de 19 puntos negativos en el balance entre buenas y malas opiniones.
Esa diferencia si es alarmante y su equipo de campaña ya debiera estar investigando las razones y el origen de ese 42 por ciento de opiniones negativas y hacer lo conducente para revertirlas, pues de no hacerlo tendrán una candidata popular, muy conocida pero mal evaluada y eso sería trágico y definitivo.
Por otro lado, el oficialismo y su partido, ha querido, a partir de las encuestas y con sus actitudes y manifestaciones, generar la percepción de que el triunfo de su candidata es inevitable y que los votantes en su mayoría ya están definidos a su favor. La mala noticia para ellos es que esto no ha permeado en la opinión pública como ellos quisieran, pues la incertidumbre sobre el triunfo creció 7 puntos y hay un 36% de personas que considera incierto quién ganará y 26% considera que el resultado será muy competido.
Es muy temprano para predicciones, pero al día de hoy mal harían en adelantar vísperas los punteros y más mal harían sus adversarios al no notar los indicadores negativos en su justa dimensión. Dos temas pues para una realidad en la que la incertidumbre sigue siendo la única constante. Cosas de la democracia que afortunadamente aún conservamos.