El pasado noviembre de 2019, el periódico español “El país”, publicó estas líneas:
“…El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cargó este miércoles contra EL PAÍS durante su rueda de prensa matutina, tras ser cuestionado por sus actitudes hacia la prensa y los periodistas durante las últimas semanas.
“Tras afirmar que sufrió una “guerra sucia orquestada por los medios, nacionales e internacionales… (dijo), recuerdo casi unas ocho columnas de EL PAÍS, en España, después de que hubo una elección en México, con un titular: ‘Obrador es un lastre”.
Pero la política tiene sesgos y cambios de rumbo muy extraños, porque ayer, con el despliegue editorial reservado casi siempre para los espacios contratados –pagados–, en los cuales todo es cortesía y no existen ni el análisis ni mucho menos la crítica o el cuestionamiento a través de preguntas y repreguntas incisivas, Claudia Sheinbaum inició su campaña internacional
Preguntas simples. Cómo le iban a decir algo, ni siquiera cuando el reportero acepta sin chistar la explicación sobre Cristóbal Colón o el cambio de nombre de las calles, producto del antihispanismo de la Cuarta Transformación.
Nada, nada,los negocios son los negocios y para la crítica o el análisis ya habrá tiempo. Ahora, hagamos sonar la caja, niño, a lo tuyo.
“El país” también hace “La América”. Faltaba más.
Y mientras, el segundo piso del Periférico (por ella supervisado), se cae –literalmente–a pedazos.
Esta frivolidad internacional del autodestape, se parece a aquella desastrosa portada de Peña Nieto en “Time”. “Saving México”.
La imagen, envía un mensaje: esta mujer es el futuro de ese país. Quien sabe si eso le importe al gran público español, a ese al cual tampoco le interesan las diatribas presidenciales.
“La jefa de Gobierno de Ciudad de México es la gran baza de la izquierda de su país. Licenciada en Física y doctora en Ingeniería Energética, a sus 59 años apuesta por continuar la transformación de México iniciada con López Obrador, a quien admira. Muchos la ven como la futura presidenta”.
¿Podría alguien imaginarse algo más lisonjero y cuidadoso en el trabajo editorial? Un saquito a la medida.
La fotografía de la portada es un buen retrato. Fue escogida entre decenas de imágenes y quizá se deba a la actitud de la fotografiada.
Con la mano izquierda una mujer vestida con enorme simpleza, con un vestido blanco y un estilo neutro, sostiene levemente una cortina color crema. Sus brazos exhiben resequedad.
Con rostro inexpresivo, en el cual se trasluce apenas el intento de complacer al fotógrafo (como si estuviera posando para Las meninas, de Velásquez–, la mujer de cuello largo en el cual saltan sus venas y nervios y se contiene la tensión de los músculos mira por el ventanal. No lo denuncia la foto, pero mira al Palacio Nacional.
A sus espaldas se adivinan jambas y el dintel de una puerta de madera. Casi huele a caoba.
La mujer lleva sencillisimos pendientes blancos como la ropa. Todo es ensayadamente “sencillo”. En su muñeca izquierda hay una cinta de hilos con un colguije. En la derecha, una levísima cadena dorada como la hebilla del muy delgado cinturón. Es esbelta, y la vertical de las comisura en la dura boca no denota amargura, muestra estrés.
Perfecto, el maquillaje aparenta naturalidad. Lleva un collar de plata y una desmayada cola de caballo. la frente es amplia y altiva. No hay sortijas, ni barniz en las uñas.
No se sabe si en su mirada hay convicción o ambición.
–¿Y de sus palabras?
Nada sobresaliente. El mal disimulado tono de la amabilidad ensayada. Las preguntas a modo, las respuestas también.
El resto de la publicación tiene más fotografías. En una de ellas está sentada en un sillón con brazos.
Envarada, rígida, incómoda en el mensaje subliminal de la gran silla.
Pero México, también vale una misa.