Cuando nos acercamos a la temporada de elecciones, comienzan a brotar de todas partes los libros, entrevistas; revistas de actualidad fatigadas con palabras de los candidatos en las cuales la ‘única constante es la ausencia de crítica o de pensamiento.
Todo se les va en pedirle al escribano un ideario de supermercado, a veces con el disfraz de la entrevista, sin ninguno de los elementos mayores del género; esto es, indagatoria, búsqueda, hallazgo, descubrimiento y hasta confrontación.
Tienen la profundidad –en el caso de los corcholatos y la corcholata morenistas–, del halago y la exaltación de las similitudes con el maestro de todos ellos. No son útiles para saber cómo piensan los aspirantes; sirven, nada más, para saber cómo lo imitan y como propagan sus dogmas, con denuedo infatigable.
Son coristas.
En momentos muy escasos, hay tímidas aproximaciones a una definición personal, casi siempre acrítica y auto elogiosa. Son libros inútiles hasta para guardarlos. Dan para una columna, cuando más.
Motivan pereza, o como diría otro, dan una hueva infinita.
En algunos casos los autores son “ghost writers” cuya firma ni siquiera aparece en las portadas. A veces en las páginas de gratitud. Contratar a un escritor, le permite al personaje presumir de alfabetización. A veces ni eso.
En fin.
Uno de estos libracos (mamotretos, les llamaba mi amigo Marco Aurelio Carballo), se titula “Claudia Sheinbaum, presidenta” y en su portada se advierte: Una historia contada por Arturo Cano (tomó el dictado) La cubierta de Grijalbo, exhibe a una feliz señora (CSP) a quien un feliz señor (AMLO) le levanta un brazo en señal de triunfo. Pura independencia.
En un momento de lustre para el oficio, el compañero (de ella), Cano, le suelta esta aguda pregunta:
–“Entiendo que con tu idea de futuro tienes que ser cuidadosa, pero ¿qué harías distinto de lo que hace el presidente? O la misma pregunta de otro modo: ¿para qué quieres ser presidenta?
“–Te diría tres cosas. Uno, quiero que continúe la transformación, un modelo de desarrollo de nuestro país que mire por los que menos tienen. Lo digo de esta manera: que fortalezca los grandes derechos del pueblo de México, de las mexicanas y los mexicanos.
“Por eso hablo de la ciudad de derechos.
“Vivimos el movimiento estudiantil que se opuso a la idea de la educación como mercancía. Frente a eso siempre digo: los grandes derechos, a la educación, a la salud, a un salario digno, el derecho a la vivienda, todos los mexicanos y mexicanas debemos tener esos derechos, cada uno con sus características propias.
“Yo quiero ese México, siempre he luchado por ese México y quiero seguir luchando por ese México.
“Segundo, pienso que el hecho de que en mi vida haya tenido una historia de participar en la política para transformar la realidad y al mismo tiempo que haya sido científica, académica, me da una característica especial que creo que le hace bien al país.
“Lo tercero es la honestidad, creo que gobernar con ojos de mujer, pero de mujer honesta, tiene que seguir persistiendo en nuestro país. Coincido con el presidente en que la corrupción le ha hecho mucho daño a México y que no se puede regresar a un México con corrupción. Entonces seguir luchando por ello pues es un gran anhelo”.
¿En 2024 la corrupción seguirá siendo (¿cómo en 2023?) uno de los grandes problemas?
“Ya no. Lo que el presidente logró es que el poder no esté al servicio de la corrupción y de los grandes intereses; esto que se dice de que se separó el poder económico del poder político es cierto. Ya no son los grandes intereses los que gobiernan, sino el interés superior del pueblo de México y de la nación…”
Y esas golondrinas, diría Becquer, no volverán.
Con esas palabras cualquiera se conmueve hasta la médula.