Ciro Gómez Leyva, quien conduce el programa de radio más importante del país, tuvo un ríspido choque este miércoles con Epigmenio Ibarra, el videógrafo del presidente Andrés Manuel López Obrador y la cabeza más visible de su maquinaria de propaganda. Fue un choque entre dos experimentados periodistas, uno crítico y el otro apologista del gobierno, que en el intercambio duro pero civilizado, expusieron la tensa relación entre López Obrador y los medios, la dialéctica polar en la que se desenvuelve el ejercicio de poder y el de informar y, hacia el futuro, la certidumbre de que las cosas no amainarán en los próximos meses, sino que se exacerbarán. Ahora sí, como dicen los tabasqueños, lo mejor de todo es lo peor que se va a poner.
Todo comenzó porque la señora Elizabeth Vilchis, a quien utiliza Jesús Ramírez Cuevas, el vocero presidencial y le calienta cabeza a López Obrador, para denostar medios y periodistas, incluyó a Gómez Leyva entre los que criticaron al presidente por haber dicho un chiste cuando le preguntaron sobre la desaparición de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, que adquirió una notoriedad inusual por la difusión de un video donde aparece uno de los jóvenes asesinando a sus amigos con piedras y un puñal, por lo que enfatizaron su falta de empatía. Gómez Leyva, sin embargo, había respaldado al presidente cuando dijo que él no escuchó la pregunta.
“Fue una vileza lo que sucedió, y una vileza doblemente intencionada con un hombre que ha tenido una posición de toda su vida de cercanía con las víctimas”, afirmó Ibarra. “Hay una disputa entre el poder y los medios que no se ha resuelto y no se va a resolver. Y el presidente insiste en eso y tiene derecho”. Gómez Leyva respondió: “Por lo mismo, miente y embarra”.
“No es cierto”, espetó Ibarra. “Hay que ver también el agravio y la dimensión del ataque constante contra el presidente desde casi todos los medios, salvo muy pocas y contadas excepciones. Sí hay una posición de confrontación con él, con el gobierno y específicamente con el presidente, desde el principio de su sexenio”.
La voz de Ibarra hace eco con la de López Obrador, que le gusta compararse con Francisco I. Madero, que enfrentó una prensa de oposición, particularmente la del bisemanario El Mañana, fundado por Jesús María Rábago, un empresario, periodista, militante y político que sentía nostalgia por la dictadura de Porfirio Díaz. Pero la analogía es superficial y descontextualizada.
Madero sufrió de esa prensa en tiempos de agitación e inestabilidad, y una fractura en el consenso nacional. El contexto de López Obrador es muy diferente. No existe ese rompimiento -caminan con él las Fuerzas Armadas, los empresarios y Estados Unidos-, y la gobernabilidad de los cárteles de las drogas en varias partes del país no es resultado de una derrota del gobierno ante el crimen organizado, sino una cesión de derechos y atribuciones.
Madero no tenía muchos recursos para defenderse. López Obrador tiene los recursos punitivos del Estado para atacar a medios y periodistas. Sí hay mucha tensión entre el gobierno y la prensa, pero si se analiza el sexenio, se podrá ver que el presidente comenzó su guerra contra la prensa desde el principio de su administración, y al disparar contra todos todo el tiempo, fue generando resistencias para sobrevivir.
Cuantitativamente quizás sí sea el presidente que mayor número de críticas ha recibido, probablemente proporcional al número de horas diarias que tiene los reflectores solo para él, y a las más de 100 mil mentiras y afirmaciones que no se pueden corroborar, a sus ocurrencias, violaciones a la ley y a sus ataques, difamaciones y linchamientos públicos contra todos que no le rindan tributo. La polarización, la confrontación y la intimidación que vivimos es una estrategia, no un fenómeno exógeno en el que quedó envuelto.
Ibarra, como repite López Obrador, aseguró que la crítica es respuesta al recorte de la publicidad oficial. “Para volver al clima anterior, y eso no va a suceder”, agregó, habría que volver a invertir sumas millonarias en pautas publicitarias, porque de otra forma no se restablecería “la cordialidad”. Su afirmación es falaz. La publicidad de anteriores gobiernos no les compró impunidad, y solo el ejercicio propagandístico del presidente y sus voceros esconde la verdad. La realidad, por citar un caso, es que quizás nunca hubiera llegado a la Presidencia si la prensa no hubiera registrado y criticado las frivolidades, corrupciones y torpezas del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Para Ibarra, los medios y periodistas “se acostumbraron a vivir del Estado y no de la audiencia, no de sus ventas, y esa fue una relación perniciosa que se convirtió en uno de los peores lastres de la democracia”. Gómez Leyva replicó que después de cinco años, están activos los mismos medios y periodistas. La cancelación o disminución drástica de la publicidad oficial afectó las finanzas de muchos, pero que ningún medio haya desaparecido muestra que la debilidad del argumento.
Tampoco se sostiene otra aseveración de Ibarra, el que exista un alineamiento ideológico de todos aquellos críticos a López Obrador, percibido en “el tono y la continuidad… de los ataques”. Gómez Leyva lo interrumpió: “¿Cómo me alineo yo con (Sergio) Sarmiento? ¿Cómo me alineo con Ricardo Salinas?”. Ciertamente, periodistas y medios que históricamente han tenido diferentes posturas en su abordaje crítico de la realidad, ¿cómo se alinean?
Las coincidencias en la críticas están asociadas con las erratas y políticas fallidas del gobierno, por su corrupción, nepotismo y el cinismo en algunos casos, como las hubo con gobiernos anteriores. Quizás lo que falta hoy es la autocrítica y que en lugar de buscar la salida fácil de culpar a los otros, revisen lo que han hecho. Sabemos que no lo harán, y que difícilmente habrá aplausos de foca como quiere el presidente. Lo que qué sí ocurrirá, adelantó Ibarra, es que “la disputa con los medios va a seguir subiendo de temperatura, más todavía en tiempos electorales”, porque “esto apenas comienza”. Entendamos el mensaje y abrochémonos los cinturones.
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