Tartufo, hoy esfumado, tiene méritos más que de sobra para pasar a la historia como quien hizo de la Presidencia de la República un siniestro centro de exterminio de los bienes y valores republicanos que sustentaron a la nación; empezando por el sistema de justicia y las más preciadas instituciones, como las de educación, salud, transparencia, rendición de cuentas y democracia. La demolición que no culminó el susodicho depredador serial la está consumando su encargada del despacho, ahora adornada, doblegada y tripulada por Trump.
No debe extrañar que “el pueblo bueno” ignore dónde se halla realmente el autoproclamado “rayito de esperanza”, y solamente se infiere que está sumergido en algún pantano de su rancho (de glorioso y universal nombre) que será el merecido mausoleo para él y muchos de su claque. No pocos creyeron que verían al expresidente paseando jubiloso por ciudades, pueblos y rancherías, recibiendo el amor ardiente de sus queridas “mascotas”. Pues no hay tal, se ignora su paradero pero sigue haciendo destrozos a través de su sirviente heredera.
A pocos meses de que concluyó el tiempo de su mandato (que no su gobierno) sale a la luz inexorablemente la realidad: están brotando a borbollones inmundicias y atracos inconmensurables que él encubrió (para financiar a su movimiento envilecedor y enriquecer a la colmena de zánganos y pícaros que lo divinizan) aunque en sus discursos proclamara solemnemente: “nada ni nadie (está) por encima de la ley” y “cero impunidad”.
Por terribles que sean 200 mil asesinatos y 50 mil desapariciones durante su sexenio, así como la muerte de 800 mil mexicanos (por la criminal desatención del Covid) el desprecio por la educación pública, el mayor endeudamiento en la historia de México, y muchos etcéteras, no es menor tragedia para el país la destrucción de sus instituciones, cometidas (a la par) por “el mejor presidente que ha tenido México” y su “elegante y maravillosa” testaferro.
Ya no hay duda de que apenas comienza la exhibición, a todo color y en tercera dimensión, de las inmundicias y pudriciones a que me refiero en líneas atrás. Va un ejemplo: fueron agencias del gobierno yanqui las que dieron a conocer la existencia de 2 gigantescas embarcaciones que durante los últimos 4 o 5 años navegaron, viento en popa, por mares mexicanos del Pacífico y el Atlántico, usadas para huachicolear millones y millones de litros de combustible, delito que Tartufo dijo combatir eficazmente, y haberlo exterminado.
No fueron carcachas circulando por caminos rurales con bidones de 20 litros sino gigantescos navíos con neopiratas que surcaron nuestros mares sin ser vistos por ninguna autoridad.
Altos líderes y funcionarios del Movimiento de Degeneración Nacional se saben impunes aquí, pero el imperio yanqui los tiene en la mira.