Avanza sin pausa el calendario y su extrema antigüedad de cohetes y brindis, su docena de uvas de la noche vieja; los pesados y lunares días de octubre, las celebraciones de muertos, los pocos momentos de reflexión, la interminable presencia del ex presidente visible tras la pirámide de Palenque, la inservible estrategia contra los desplantes de Donald Trump, las evidentes disparidades entre la majadería del imperio y la timidez del pueblo bueno, los emigrados y los emigrantes; los extranjeros indeseables hasta cuando los expulsen los estadounidenses y los lancen por encima del muro con destino al patio trasero en racimo de jardineros, cocineros, afanadoras alarifes y sirvientes, porque si allá no los quieren aquí tampoco los apreciamos y mejor decimos regrésennos a los nuestros pero no echen a nuestro solar a los de otros países, con lo cual hacemos a nuestro modo y conveniencia una selección poco humanitaria, de escasa fraternidad universal, como quería el patriarca, el adalid, el caudillo, el patrón, el guía, el maestro, pero ahora resulta, la piedad es nada más para los míos; no los centroamericanos o el caribeños, a esos lévenselos a los países de dónde salieron, no cargamos esa carga, porque estamos demasiado ocupados en enfrentar los actos políticos de otro gobierno, con el fortalecimiento imaginario de nuestros consulados en Estados Unidos; es decir, con nuestros funcionarios (imaginad al cónsul de Miami. Rutilio Escandón tratando de arreglar algo, si no es capaz de cambiar un bombillo) queremos solucionar los actos legales de otro gobierno (una Orden Ejecutiva es un acto legal, nos guste o no), porque en vez de negociar políticamente, preferimos el pantano leguleyo en el terreno del otro, lo cual es una pésima estrategia, y una triste exhibición de escasez, porque nos vemos forzados (o se ve forzado el gobierno de los primeros Cien Días), a contratar despachos de abogados (es decir; no tenemos litigantes nuestros); de esos cuya cobranza se aplica reloj en mano con costos altísimos para combatir por la vía legal los decretos u ordenes ejecutivas con cuya discriminatorio contenido Mr. Trump desea satisfacer a la gleba anglosajona, blanca y protestante allende el Bravo, porque los grave no es el pensamiento facho de Trump, lo preocupante e incontenible es el pensamiento salvaje de sus millones de seguidores, cuyo dogma los hace capaces de ir con él hasta las puertas mismas del infierno, abrirlas –como si fuera el enorme incendio de Los Ángeles–, en contra del sur; tragarse toda la mitología de la grandeza americana y consumir ellos y sus hijos toneladas de drogas cada día para satisfacción de sus treinta o cuarenta millones de adictos, en un país violento, de cimientos salvajes, esclavistas, racistas, belicistas y belicosos; expansivos de Texas a Groenlandia, añorantes de sus posesiones coloniales directas (como Panamá, por ejemplo); salvaje desde sus cimientos, al cual llaman ellos mismos, America the beautiful”, pero eso no es cierto, sólo hacía falta un demagogo producido por el cambio histórico, cuyas acciones profundizarán más ese cambio, en una cadena interminable de causas y efectos causantes a su vez de otras consecuencias generadoras de otras modificaciones, pero lo grave no es el fascista Trump, lo pavoroso es fascismo de sus electores, de su bloque nacionalista embrujado y embriagado por sus palabras y su retórica abusiva y su eterna promesa de MAGA, capaz de satisfacer a los descontentos, a los empobrecidos del país más rico del planeta, siempre dispuestos a echar sobre otros hombros las circunstancias de su amargo fracaso personal, como en muchos casos sucede aquí, donde tenemos una versión mínima de MOG (México Otra vez Grande), y nos solazamos en el discurso maicero de los cien días, con el regodeo mesoamericano de la gramínea milagrosa, del divino elote por cuya mazorca estamos hechos a su imagen y semejanza, y prometemos ahora autitos eléctricos para sustituir el enjambre de las estorbosas motocicletas cuya anárquica circulación no pudo controlar ni siquiera el César de la Seguridad Pública, Don Omar, quien despliega otros enjambres, caiga quien caiga (siempre y cuando no sea de muy arriba, ni pensar en gobernadores) y anhelamos mientras anunciamos, la soberanía energética, la alimentaria, la tecnológica, la industrial, la cultural, la territorial, pues todo eso se nos ha prometido en el pequeño lapso de cien días, periodo demasiado breve para determinar con sus evidencias el curso definitivo del gobierno (no pudo ni Napoleón); pero si se le quiere ver como un indicio, vale, vamos a percibir desde ahora algunos trazos básicos entre los cuales destaca un rostro cuyo espejo no la muestra; refleja a otro, al anterior, al creador de todas las cosas, al patrono cuya obra y palabras y citas se recuerdan cada mañana en un espacio por él consagrado, la montaña de su sermón, donde el rito se repite y el dogma se consagra, no se sabe si por obediencia o por conciencia, pero hoy por hoy la incipiente tradición cuatroteísta solamente refleja falta de imaginación y no parece un segundo piso, asemeja una segunda versión, una copia, un refrito, un bis sin vis, libreto heredado, recurso imitado porque el espejo prestado no retrata el rostro propio, define los contornos de quien se fue pero no se ha ido, el eterno, el permanente, el persistente hasta para ser invocado cada mañana como ejemplo de la actuación propia –a un tiempo justificación e inspiración– sin título de propiedad; la reiterada proclama de auto confirmación presidencial en medio de un mérito feminista cuya naturaleza y evaluación futura mantiene vigente una pregunta principal: ¿vale por haber llegado a la presidencia con el respaldo y promoción de un señor de sobra conocido o valdrá por cuanto logre hacer desde esa presidencia, a pesar de la vigilancia sofocante de ese mismo caballero?, lo cual nos enfrenta con otra circunstancia: quedan dos años para un posible ejercicio de revocación del cargo y después los tres años restantes ya sin una espada colgada de la crin de un caballo sobre la cabeza, como se dice de Damocles, y quizá entonces ya haya una suprema libertad para ejecutar el Ejecutivo a su leal saber y entender, porque ahora –en este año de las mujeres indígenas–, no sabemos nada todavía, todo suena a canción conocida, a discurso repetido, dicho y redicho, pero como hemos planteado antes, es muy pronto para calificar al gobierno pero quizá suficiente para calibrar a una persona.