Dejemos de lado los afanes y las labores, pongamos el alma en el iluminado sentimiento de la comunión celebratoria, elevemos el corazón a las alturas de la dicha perdurable y dediquemos esta fecha a la abierta, gozosa, orgullosa y sentida conmemoración de la gesta democrática más grande en nuestra historia, gocemos desde ahora los dones perdurables de ella derivados, reconozcamos sin falsa modestia nuestra participación de grano de maíz o de arena en la construcción perdurable de la nueva patria mexicana en cuyo seno viviremos todos, hasta los conservadores, reaccionarios, clasistas y racistas, cuando se convenzan de su mezquina conducta y cambien al compromiso de la dicha en la tierra, sin ambiciones, privilegios, aspiraciones mundanas y egoístas como los cubre bocas, en la completa dicha de la fraternidad universal a cuyo gozo planetario nos ha convocado nuestro señor presidente cuyo primer trienio en el puente de mando de la barca cuya proa enfila a la patria con el rumbo dichoso de la estrella guardiana de los grandes valores de los pueblos originarios, porque es tiempo de la ruda, el cuachalalate y los chiquiadores; de las limpias benéficas, de los usos y las costumbres, de la profunda sabiduría heredada de los resistentes pobladores de estas tierras nuestras cuya crónica de explotación y aviso ha terminado para siempre gracias a los provechosos trabajos del incansable hombre a quien el destino nacional puso al frente de nuestras vidas, en el cruce de los caminos de nuestra historia para darnos, por fin, el orgullo nacional de la autosuficiencia en todas las materias, porque él les ha expropiado los veneros redentores del petróleo a los diablos de la ambición y nos ha devuelto la luz quitándole las oportunidades a los codiciosos empresarios extranjeros cuya costumbre de saqueo colonial y abusivo ha concluido dichosamente, porque no somos más tierra de conquista ni mucho menos patio trasero del imperio aún vigente cuya política monroista-expansionista se ha muerto en nuestras fronteras, las cuales, en el sur por cierto, están abiertas de par en par a todo aquel cuyo desamparo originario lo empuje a caminar por nuestros senderos y caminos chiapanecos o oaxaqueños, no importa si son del tono del ébano o mestizos mesoamericanos como nosotros somos orgullosamente a pesar de las emulaciones europeizantes heredadas del porfiriato, venturosamente tirado al tacho de la basura histórica o la emulación constante de la forma de vida y hasta el pálido anhelo del tono de piel de los americanos del norte quienes lejos de ser del color de la tierra, son blancos y desabridos, lejos del cobrizo placer de las carnes morenas, porque el neoliberalismo perverso les niega valor a las cosas naturales de nuestra tierra y por eso le hemos de vivir eternamente agradecidos a nuestro gran líder porque él ha sido el único en exigir disculpas a los viejos imperios del expolio y la rapiña, porque sólo él nos ha devuelto el orgullo de la herbolaria y nadie como él ha sido capaz de realizar obras publicas de enorme trascendencia y benéfico impacto con plena autorización de la madre tierra y en el nombre de la seguridad nacional, porque ahora lo sabemos gracias a su enseñanza, no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, pero si puede haber nación segura con pueblo inseguro, porque los delincuentes no descansan ni atienden a las reprimendas de sus madrecitas buenas quienes les van a exigir cuentas por su extraña manía de colgar cadáveres de los puentes zacatecanos como si fueran las esferitas del árbol navideño de los malandros, mal portados, malandrines y malhechores cuya conducta nos avergüenza a todos pero a quienes no se les niegan los abrazos en lugar de los balazos y eso nada más para probar cómo no somos iguales, para demostrarlo sencillamente; ya no es como antes, no volveremos a esos tiempos oscuros de la derecha conservadora, clasista y racista. Amen.