El 18 de Septiembre se celebró en la Ciudad de México, la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC. México ocupa la presidencia pro tempore del organismo desde Enero de 2020. Como todas las reuniones de este tipo, esta concluyó con las mismas declaraciones habituales, compromisos sobre intenciones y declaraciones grandilocuentes, solo eso, siendo lo resaltable las diferencias ideológicas de sus integrantes y el abierto desafío lanzado por el gobierno mexicano a la preminencia continental de los Estados Unidos de Norteamérica.
En el siglo XX, durante la vigencia de la guerra fría, a los gobiernos mexicanos les resultó fructífero para la relación siempre dependiente de la economía norteamericana, el hacer guiños a la potencia tras la cortina de hierro y países europeos, para conseguir concesiones y ventajas en la relación bilateral México-USA. El derrumbe de la URSS y el fortalecimiento consiguiente de los aliados occidentales, terminó de hecho con esa práctica y más aún después de la firma del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, que integró las economías haciéndolas interdependientes.
El ascenso de la economía China y el fortalecimiento de Rusia parecen trasladar la otrora guerra fría hacia otra despiadada competencia económica y tecnológica en la que todos los países integrantes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños son meros espectadores o piezas de distinto valor en el ajedrez entre las dos potencias comerciales, China y USA.
Nadie ignora que la relación entre los presidentes Biden y López Obrador no pasa por un buen momento y que muchos de los desplantes de este último, desafiantes y descorteses, como el trato dado al embajador Salazar en la fiestas patrias, la invitación al presidente cubano en las festividades patrias y la anunciada presencia del gobernante nicaragüense, así como la apertura a la participación de empresas Chinas en proyectos del gobierno mexicano, parecen un intento por volver a la vieja estrategia del coqueteo. En este contexto es como podemos entender el papel protagónico que se ha asumido con el aparente liderazgo en esta conferencia de Estados latinoamericanos y del Caribe.
Aplicar una receta vieja a momentos nuevos y escenarios diferentes parece ser una apuesta riesgosa, especialmente cuando la cortina de hierro se ha corrido al oriente y una guerra comercial entre los USA y China tiene lugar y México ha quedado en medio. En el muy posible escenario de mayor tirantez entre los dos colosos comerciales, México que ya ocupa un lugar preponderante en la cadena de suministros para la economía estadounidense, podría obtener ventajas si su planta productiva puede sustituir las importaciones que de China llegan a los Estados Unidos, pero ese escenario difícilmente se dará, si como se está evidenciando, México muestra mayor acercamiento con China y mayor distanciamiento de nuestro vecino norteño. No es una buena señal para nuestro principal socio comercial, que en el marco de la Cumbre de la CELAC se haya transmitido un mensaje del presidente Xi Jinping, y que la participación de empresas chinas en la construcción de infraestructura y transporte, así como otros ramos sea cada vez más frecuente y favorecida.
Es difícil entender esta lógica de enfrentamiento, o cuando menos desafío, a nuestro socio en el TMEC, del cual depende y seguirá dependiendo la recuperación de la economía mexicana, en un contexto totalmente diferente en cuanto a complementariedad de las economías e interdependencia, al que se vivía en el siglo XX, cuando la política del coqueteo nos permitía obtener concesiones y privilegios.
En el mundo actual, con la crudeza de las guerras comerciales es inevitable alinearse a un bando, especialmente cuando se tienen tantas debilidades como las que ahora tiene la economía mexicana. No son tiempos para andar jugando a los liderazgos regionales con base en afinidades ideológicas o simpatías por los débiles; es tiempo de ver nuestra realidad, la que surge de las cifras frías no de los discursos.
La realidad es muy diferente a la que se cuenta en las conferencias mañaneras o la que reflejan las estimaciones de los economistas oficiales. La incipiente recuperación que se observa está prendida con alfileres, siempre dependiente de condiciones exógenas porque nuestro gobierno no tiene recursos para impulsar la creación de riqueza, porque el recurso se está dirigiendo a paliar los efectos de la pobreza y esos se van a fondo perdido, sin recuperación ni crecimiento.
El espejismo de financiar el desarrollo con la riqueza petrolera desaparece conforme avanza el sexenio y ninguno de los grandes proyectos de este régimen tiene potencial detonador de desarrollo sostenido. Con una realidad económica frágil y dependiente, es una actitud osada y muy riesgosa andar haciendo fiestas continentales para desafiar a nuestra opción natural.
La cumbre de la CELAC terminó como parto de los montes, con acuerdos insustanciales envueltos en jerga diplomática, en la que la nota fue el pleito entre los invitados. Si la intención fue construir un liderazgo personal y una nueva alineación continental tampoco funcionó.
El ideal bolivariano no tiene un nuevo adalid como lo hubiera deseado nuestro presidente, pero los mensajes lanzados si pueden tener repercusiones perjudiciales para el futuro de nuestro país. Mensajes y señales como en el siglo pasado, política de antes para las situaciones de ahora, no parece una buena apuesta.