A partir de hoy de nada servirán las quejas, las advertencias, las marchas callejeras, los reclamos del clero o los empresarios; las rabietas de la sociedad civil y sus organizaciones más pías, puras y pulquérrimas, la reforma electoral ya ha sido votada sin esperar el engorroso trámite legislativo.
El Instituto Nacional Electoral cayó en la trampa de las encuestas y al confundió la forma con el fondo; la herramienta con sus componentes y los fines de su aplicación con el pretexto oculto y le ha dado la razón al presidente de la República, o al menos un argumento retórico imbatible y definitivo, para avanzar en la vengativa demolición del Instituto mismo.
La encuesta divulgada ayer, elaborada por iniciativa del INE y cuya forma simple de presentación es un respaldo mayoritariamente abrumador en favor de la idea presidencial de modificar todo el sistema electoral para asegurar la victoria del 2024, deja sin argumentos a los críticos.
El presidente dirá: el pueblo está de acuerdo.
A partir de esta mañana, como dijo Arquímedes, el presidente moverá el mundo con la palanca y el punto de apoyo del INE del INE. Desde el suicidio de Mishima, no se veía un harakiri de tanta limpieza como éste. Quizá Ciro Murayama les haya prestado un libro de rituales japoneses.
El filo de la katana les echó afuera el triperío. Así se presentaba ayer en los portales de la Internet:
“Una encuesta realizada por el Instituto Nacional Electoral (INE) confirma que la mayoría de mexicanos está de acuerdo en las principales modificaciones contenidas en la iniciativa de reforma electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador. Según el sondeo, al que ha tenido acceso EL PAÍS, el 93% de ciudadanos apoya la propuesta de destinar menos recursos públicos a los partidos políticos; el 87% avala disminuir el número de diputaciones y senadurías a nivel federal; el 78% apoya que los consejeros y los magistrados electorales sean electos por el voto directo de la ciudadanía; el 74% acepta reducir los recursos que se le otorgan al INE.
“Los puntos donde la iniciativa presidencial no encuentra un apoyo tan arrollador –aunque siempre mayoritario– están relacionados con la refundación del aparato de control electoral. Por ejemplo, la propuesta de sustituir al INE por un nuevo Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC) centralizado es apoyada por el 52% de encuestados, contra un 40% que se expresó en contra y muy en contra. Respecto de la desaparición de los institutos y tribunales electorales estatales, el 53% manifestó su acuerdo, contra un 43% en desacuerdo”.
Sin conocer la metodología ni las preguntas, el resultado hace suponer un ejercicio ajeno a la malicia. De veras se la creyeron y el tiro les salió por la culata. En la encuesta preguntaron por el diámetro de la soga para ahorcarse.
Pero la trampa le funcionó al gobierno. En el caso de los consejeros, por ejemplo, no es importante si se les designa por votación, sino quien los propone. Todos serán de la Presidencia, aunque porten otra etiqueta.
Y la merma a los partidos favorece a Morena. Tiene tras de sí, el dinero del gobierno. Lo que necesite.
Los jóvenes dicen, se los chamaquearon. Y eso sucedió. Les vieron la cara de párvulos y el viejo lobo tabasqueño (si en Tabasco hubiera lobos), les hundió los colmillos en el cogote.
Ya no hay nada por hacer. O muy poco por rescatar.
Y si bien la reforma propuesta abarca otros muchos aspectos, éste es el más rentable para la propaganda oficial, cuyo coro de gorjeos, trinos y hasta graznidos se escuchará desde temprano en la mañanera, a la cual Andrés Manuel se presentará bien y de buenas, con la sonrisa hasta las orejas.
Y cómo no, si le acaban de regalar –para citar un viejo nombre de pulquería— el triunfo del capricho.