En política la forma es fondo, decía el maestro Jesús Reyes Heroles y en efecto, por la forma se exhiben las virtudes y los defectos del gobernante. La semana anterior, se exhibió la peor forma de la política mexicana en el proceso de aprobación de la reforma al Poder Judicial.
Desentendámonos por ahora del fondo de dicha reforma, pues mucho se ha discutido mediáticamente sobre el tema y concentremos el análisis en las formas para lograr la modificación constitucional.
No podemos llamarnos sorprendidos, por la prisa y el desaseo en el procedimiento, pues en seis años hemos entendido cual es el talante del régimen, si así se puede llamar al carácter presidencial, pues nunca como antes, siendo este un país presidencialista, se había impuesto la voluntad presidencial tan omnímodamente. Los últimos 30 días de su gobierno acabarán por exhibir su vocación autoritaria.
No le gustan contrapesos, ni opiniones contrarias y su obsesión por el poder, (el cual centralizó y pretende institucionalizar con las reformas propuestas), es tal que no le ha importado incurrir en desacato a leyes y resoluciones judiciales, con tal de imponer su voluntad. Ahora con las reformas propuestas, no hay límites que se opongan a los designios gubernamentales, el control será total. En su obsesión por el poder, el capricho se impone sin disposición a escuchar.
Por eso no sorprende que para conseguir sus propósitos transexenales se haya dado a la tarea, por años, de colonizar al INE, mediatizar al Tribunal Electoral Federal y lograr una sobrerrepresentación que no logró en las urnas pese a haber violado la normatividad electoral reiteradamente.
Sabiendo eso, resulta natural que para lograr la aprobación de la reforma al Poder Judicial se haya echado mano de los más nefastos recursos de la política, la mala política, para que un poder legislativo dominado por su claque servil y obsequiosa, le ponga a sus pies, como regalo de despedida, la cabeza de todos los juzgadores del Poder Judicial de la Federación.
El proceso evidenció el abuso del poder, la canalla actitud de su corte de legisladores, la ruindad, la bajeza con que se condujeron sus coordinadores parlamentarios. El ejecutivo y sus colaboradores usaron el poder con soberbia, prepotencia y el chantaje y la extorsión tampoco estuvieron ausentes. Pervirtieron el proceso democrático con acciones de pandilleros y con cinismo dicen que la reforma coadyuva a la perfección de la democracia.
Pero la lección de baja política no solo corrió a cargo del Poder Ejecutivo y sus adláteres, la disminuida oposición también tuvo participación destacada. Su execrable actitud los hace merecedores de la insultante humillación que provino de la boca del senador Salgado Macedonio; “resígnense, son minoría, van para el bote de la basura”.
Los otrora partidos mayoritarios fueron incapaces de articular una verdadera alianza opositora que fuera más allá de la alharaca por los desastres que provocan los desplantes y acciones del caudillo. Fueron arrollados en las urnas por el egoísmo y mezquindad que guio la integración de candidaturas, privilegiando a amigos y allegados o acreditando sucesiones dinásticas como la de los Yunes, padre e hijo. Los resultados hacen de las dirigencias partidistas la palpable muestra de incompetencia y de la peor práctica política que puede hacerse desde la oposición.
La agónica esperanza de conservar tres votos para evitar que el oficialismo les pasara por encima, y la pérdida finalmente no solo de los tres sino de cuatro votos, es reflejo de la detestable actuación de sus dirigentes, alejados de sus bases sociales y postulando a oportunistas o arribistas sin convicción ni principios.
Y tocado el término principios, esos fueron los ausentes en todo el proceso electoral y en su consecuencia; la aprobación de las reformas que serán herencia y mandato para quien fuera electa presidente y termina pareciendo simple gerente de proyecto transexenal.
Como lección de política el presidente expresó que había que buscar el equilibrio entre la eficacia y los principios, mismos que han estado ausentes en todo el proceso en el que solo se encuentra una voraz persecución, ya no del poder, que ya lo tienen, sino de la perpetuación del mismo.
Eficacia si ha habido en todo este proceso electoral y su corolario con la aprobación de las reformas, sin embargo, es lamentable la ausencia de principios en uno y otro lado de la ecuación política en la cual también tienen su parte los factores de poder, medios, empresarios e inversionistas para los cuales los intereses siempre irán por delante de los principios, como lo han demostrado en este sexenio.
La exhibición que nos han dado las clases, política y gobernante, mostró lo escatológica que es la política mexicana en la actualidad. “Haiga sido como haiga sido” lo importante era cumplir el capricho y venganza presidencial. Hecho está.