En muchas empresas y oficinas de gobierno (de cualquier gobierno, supongo) hay algo así como un segmento de marginados que pareciera no sumar gran cosa a la actividad y menos aún a la productividad de la organización. Sin embargo, contra lo que pudiera creerse, sus aportaciones en momentos cruciales suelen ser absolutamente relevantes, incluso esenciales.
No me pregunten por qué, pero así llega a suceder; en ciertas oficinas llenas de talentos ficticios y engreídos personajes, al momento de enfrentar una situación crítica se produce un bloqueo colectivo inverosímil: nadie sabe cómo responder. Es entonces cuando se manda traer de los subsótanos a un empleado olvidado, un funcionario menor, no pocas veces un “nerd” o alguien perdido en el inventario de recursos humanos que es, sorprendentemente, quien resuelve el entuerto en cuestión. No hacía “nada”, no servía para “nada”, hasta que se descubre por qué, aunque arrumbado, esta ahí, en el momento preciso.
Una serie de novelas del escritor británico Mick Herron parece rendir homenaje a estos fracasados, pero ubicándolos en el fascinante mundo de la inteligencia y el espionaje del MI5. Se trata de Slow Horses (“Caballos lentos”), la primera y exitosa obra de una saga que ha sido llevada con gran éxito hasta la televisión por Apple TV. Las primeras novelas en las que se fundamenta la serie se las puede encontrar en español gracias a la editorial Salamandra, que tiene por cierto entre sus autores a muchos de los mejores exponentes del género como, por ejemplo, Andrea Camilleri (padre del incansable inspector Montalbano, también llevado a la Televisión) o Nic Pizzolatto (quien además de buenas novelas ha estado detrás, como guionista, de series como True detective).
Caballos lentos tiene como protagonista a Jackson Lamb, un espía del MI5 venido a menos, quien dirige una sección de la central de inteligencia inglesa llamada “El refugio” (o “Casa de la Ciénega”, según la traducción para España), a donde van a parar toda clase de elementos tipificados como desquiciados, inadaptados, haraganes, irresponsables e inútiles, de acuerdo con los estándares del muy exigente organismo de inteligencia.
En la serie de TV Jackson Lamb (carracterizado ni más ni menos que por el genial Gary Oldman) es un pedorro, alcohólico,viejo guarro y experimentado agente –no necesariamente en ese orden– cuya despreciable imagen no le impide, sin embargo, resolver innumerables casos gracias a su sagacidad, contactos, gran olfato y el permanente ludibrio que practica con el resto del equipo.
A Gary Oldman, veterano actor que ha hecho de todo en su carrera, este papel le viene como anillo al dedo, porque de algún modo viene a ser la antítesis o parodia tal vez de aquel inolvidable George Smiley de la película Tinker Tailor Soldier Spy (“El topo” o bien, como la conocimos en México, “El espía que sabía demasiado”). En aquella historia, como se recordará, Smiley (Oldman), ya prácticamente excluido de la inteligencia británica, encabezará las pesquisas para dar con un agente infiltrado. El contexto es la Guerra fría y una operación malograda que ha puesto en evidencia una zona porosa de la agencia. Smiley llegará al sorprendente fondo de las cosas, no sin revelarnos todos los peligrosos entresijos del espionaje, recuperando para la gran pantalla todo el suspenso de El topo, la extraordinaria novela en la que se inspira, del gran John le Carré.
Entre aquel sesudo y meticuloso agente, y el irreverente y desparpajado Jackson Lamb media una buena dosis de sarcasmo que es la clave de la exitosa serie de televisión, misma que transcurre en la actualidad, cuando pareciera que el oficio de agente es menos rudo gracias a internet y a la inteligencia artificial. Por supuesto, eso es solo una apariencia, porque en todos los casos que ha enfrentado hasta ahora lamb y su descarriado equipo el factor humano y, desde luego, la violencia que lo suele acompañar, terminan siendo la clave.
Hay en esta serie mucho humor negro y humor a secas, pero no se convierte nunca en comedia; hay pasiones y a ratos tristeza, pero nunca llega al melodrama; hay situaciones que parecieran propias de una serie policiaca, pero siempre prevalece el complejo ambiente de la inteligencia institucional, con todas sus miserias y algunas luces que son, suponemos, las que impiden precisamente que caiga la noche sobre Londres.
Vengo disfrutando desde hace un tiempo de esta serie de televisión, que en mi opinión es una ingeniosa y atractiva muestra de lo bien que pueden salir las cosas cuando una producción se aleja de los lugares comunes, particularmente en un terreno como el de las series policiacas o de espías que a fuerza d de recurrir a los mismos esquemas ha quedado bastante yermo. Caballos lentos ya va, me alegra decirlo, por su quinta temporada; acaba de comenzar y ya estoy esperando las nuevas guarradas de Jackson Lamb en el capítulo que viene.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez








