Hace muchos años, interrogado sobre la conducta de los reporteros y periodistas en general ante los hechos cuya observación forma la parte esencial de su trabajo, el dolor, la desgracia, el festejo político; el poder y sus consecuencias, los desvíos, los atropellos, el involucramiento emocional y algunas cosas más, un viejo amigo decía: los reporteros no lloramos en los velorios, ni aplaudimos en los desfiles.
Y otro dijo para justificar la ironía del oficio: lloramos en los desfiles y aplaudimos en los velorios.
La verdad nos deberíamos conformar con relatar la vida desde el balcón más cercano de la realidad.
También es cierto, debemos en muchos casos ser invulnerables ante el dolor de los demás, como dice Susan Sontag en un espléndido y abundante ensayo sobre el tema.
La relación entre los medios y el poder no existe, porque aquellos no tienen vida propia ni decisión. Existen las relaciones entre los dueños de los medios, los trabajadores de la información, los periodistas y los advenedizos con quienes detentan el poder y necesitan a los medios.
Hoy, en estos últimos, se dan casos de tanta vergüenza como sucede con los dueños de su propia mediocridad en youtube cualquier plataforma llamada “periodismo alternativo”.
Ayer en el Palacio Nacional muchos reporteros, algunos de la “vieja guardia”, se sometieron a la abyecta condición de focas amaestradas, dispuestas y aptas para aplaudir cada y cuando el presidente se los pidiera.
Si Peña les dijo, ustedes no aplauden con lo cual de alguna manera los elogió, ayer les pedían una y otra vez el aplauso, después del señalamiento de una reportera independiente y peleonera, quien le hizo ver al saliente presidente lo grotesco de su reunión con los yutuberos continentales del bolillito feliz, quienes gritaban vivas al honor de estar con L.O.
— No, está mal, presidente, que usted los reúna y les diga: ‘Vamos a aplaudir’… Oiga, eso no es digno de un medio…los que sí son independientes, sí hay en México medios independientes y medios alternativos que no están cegados ni por el dinero de las grandes empresas ni por el poder político del poder en turno, que en este caso pues lo representa usted.
“Entonces, eso sí no es correcto. Lo platicamos varios de los que estuvimos aquí en ese foro, o sea, porque decían: ‘¡Cómo es posible que nos trajeron a aplaudir!’
“Vino gente de verdad, de verdad, presidente, que creyó que era una reunión de medios independientes (¿medios independientes en el Palacio Nacional, acarreados por don Chuchito? NO se vale ser tan “ingenuo”).
–Pero yo no les pido eso.
–Pero, les pidió un aplauso para la presidenta, o sea.
–¡Ah, no! a la presidenta, a ver, otro, otro aplauso para la presidenta.
–Ahí está mire.
PROVOCACIÓN
Quienes siempre supimos del carácter bufo de las muchas declaraciones y actitudes del presidente (siempre le ha jugado al vivo y taimado), lo hemos confirmado una vez más.
La gansada esa del mensaje anual (no informe), sobre la calidad danesa o supra escandinava de los horrendos servicios médicos nacionales y el fracaso del IMSS-Bienestar, no fue sino eso: una grotesca provocación, fallida, además.
— Ah, ¿fue plan con maña?, le preguntaron. Y él respondió vehemente:
–Claro. No, no, no. (¿por fin?)
“…Pero la gente, sí, responde, porque así está, la mayoría del pueblo quiere elegir a sus jueces, a los magistrados y a los ministros…”
Alguna vez se dijo, la palabra del presidente debe cuidarse porque lleva un peso institucional y contiene la fuerza de la República, lo cual fue cierto durante muchos años, cuando la investidura no era un simple ropaje, sino un símbolo casi nacional.
Excepto ahora cuando la comunicación presidencial se ha vuelto patio de comedias o pista de focas circenses.
En fin, triste el veterano reportero cuyo aplauso lo empuja por el umbral abyecto de donde ya no se regresa.