JESÚS MICHEL NARVÁEZ
Hace casi seis años –porque fue en 2018-, 30 millones de mexicanos le dieron la bienvenida al “cambio” y hoy, al inicio del 2024 le dan la despedida.
A partir de este uno de enero, al huésped temporal de Palacio Nacional le quedan 301 días de habitación y servicios gratuitos con cargo al erario federal, es decir, a los impuestos de los mexicanos.
Es de humanos errar. Y también lo es, corregir.
Empezamos el año en pleno proceso electoral. El cierre del que ayer se fue, representó la campaña que pretende hacer que el fallido proyecto político, que no social, del señor López, se mantenga en marcha sin cambiarle “una coma o un punto”.
Es decir, continuar por el sendero que no es la planicie y al final solamente está a la vista las profundas barrancas. Imposible dar el salto hacia atrás. Sería admitir el fracaso y, eso, ¡jamás!… primero muerto que reconocer las equivocaciones.
La esperanza del “cambio para bien del país” pasó ser el desencanto notorio entre la mayoría de los ciudadanos. Nadie tiene la bola de cristal para garantizar el continuismo o el nuevo “cambio” que, de darse, sería por la misma razón del anterior: el hartazgo, la mentira, el engaño, la corrupción galopante y el incremento de la violencia que amedrenta a millones, sino es que a todos los mexicanos, que optan mejor por ser precavidos.
Cantaba Amalia Mendoza una de las tantas famosas y creíbles canciones de José Alfredo Jiménez, Amarga Navidad… ahora será octubre.
Porque la alegría y felicidad prometida para los acapulqueños que perdieron los estragos del perverso Otis-López, fue apenas un atisbo de lo que en el pasado ocurría. Y qué decir del Año Nuevo: “atiborrado” dicen los mensajes oficiales. Una nueva falsedad. Apenas los arriesgados que no tuvieron oportunidad de reservar en uno de los 123 hoteles que operan a medias, llevaron casas de campaña que colocaron el hostal “Camarena”.
Se acabó un año y la esperanza renace. Nadie puede garantizar que se haga realidad y que, consumado en tal caso, sea lo deseado.
A diferencia de la letra del guanajuatense, diciembre le gusto al inquilino de Palacio Nacional para tararear “diciembre me gustó para quedarme” y por ello “inauguró” obras inconclusas y puso en marcha la superfarmacia sin siquiera una aspirina. Ah, eso sí, anaqueles “saturados” de Vacuna Sputnik V. Además, el segundo tramo del Tren Maya, el que llega hasta Palenque, se abrió para que su “majestad” y su “reina” viajaran. El tramo uno está cerrado hasta pasado mañana y, sorpréndase, apenase se inauguró el pasado 15 de diciembre.
Son dos visiones tan distintas como suponer que el 2024 será idéntico al 2023.
Una, la del hartazgo. La otra, la de la felicidad palaciega.
La primera crece exponencialmente. La segunda da muestras de nostalgia.
Y más allá de opiniones encontradas, la repetición de los deseos, los buenos, vienen a llenar un espacio vacío por la falta de realizaciones.
¿Dónde quedó la salud, el amor, la prosperidad y el empleo?
Como cliché repetimos el deseo: feliz año nuevo… que sea de prosperidad y éxitos. Y sin embargo, sabemos que para hacerlos realidad tendremos que convertirnos en salmones y nadar río arriba… contra la corriente y con el riesgo que el habilidoso oso alcance a pescarnos y, además, disfrutar la presa que se posa en el maloliente hocico adornado de una envidiable dentadura.
Sin embargo, hay que remachar: bienvenido 2024… adiós 2023, la raya en la piel del tigre que desmiente el dicho: años nones, de dones… años pares, de pesares.
¿Se romperá el paradigma?
Por lo pronto, a todos y cada uno de los lectores que favorecen este espacio ¡FELIZ AÑO NUEVO! y que venga cargado de dones.
Por lo demás, adiós, adiós, adiós.